Gonzalo Marroquín Godoy
Los extremismos –y más cuando son ideológicos– nos llevan a cometer errores y a tener apreciaciones erróneas sobre situaciones, instituciones o personas.
El presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt dijo en cierta ocasión esta frase: Un radical es alguien con los pies firmemente plantados en el aire. Él fue un político exitoso, el único que ha ganado cuatro elecciones presidenciales en aquel país. Pero no solo los políticos sensatos piensan de esta manera, Teresa de Jesús, santa española del siglo XVI, escribió: no son buenos los extremos, aunque sea en la virtud.
En Guatemala estamos pasando por un momento en el que muchos ven las cosas solo en blanco o negro, como si no hubiera términos intermedios. ¿El resultado? Perdemos oportunidades, vivimos confrontados y, en vez de unir esfuerzos para salir adelante como Nación, nos mantenemos divididos con los resultados pobres que todos conocemos.
En estos días se han realizado dos eventos que reavivan discusiones y ponen en evidencia –una vez más–, la corriente extremista que ha brotado con fuerza durante el gobierno del presidente Jimmy Morales, un gobernante que se olvidó que debe ser representante de la unidad nacional y nos ha llevado a la confrontación y polarización.
Esos eventos fueron el seminario organizado por CICIG para presentar los logros alcanzados durante los 12 años que ha permanecido la Comisión en el país y; el Quinto Desayuno de oración que tuvo lugar el pasado jueves, en el cual, algunos de los oradores aprovecharon el podio para referirse, a la labor de la CICIG en los procesos judiciales y victimizarse, mientras el destacado gimnasta Jorge Vega puso las cosas en su lugar, precisamente sin caer en extremismos.
Es ese extremismo que no permite ver con objetividad y sin pasión los acontecimientos.
Por ejemplo, Jimmy Morales asumió una postura extremista contra la CICIG cuando tras la acusación contra miembros de su familia, el comisionado Iván Velásquez y la Fiscal General, Thelma Aldana, le acusaron públicamente por el financiamiento electoral ilícito recibido por su partido. Llevó su actitud al extremo de expulsar al fiscal colombiano del país y decretar el cierre del organismo que más ha luchado contra la corrupción y la impunidad en Guatemala.
Decir que todo lo que ha hecho la CICIG es perfecto, sería un radicalismo tonto también. Como toda institución –que siempre son dirigidas por seres humanos, imperfectos–, la CICIG y el MP cometieron errores, pero también tuvieron importantísimos aciertos. Lo más importante, se logró mostrar el grado de corrupción y se creó conciencia en gran parte de la población sobre la magnitud de este cáncer que nos corroe.
Un verdadero líder nacional, un presidente responsable, hubiera evaluado la situación y habría encontrado un punto intermedio que permitiera resolver los problemas que pudieran existir, sin impedir que se continuara luchando contra la corrupción y la impunidad. Pero se asumió una posición extrema y el daño es para el futuro de nuestro país, porque el mensaje que se ha enviado es fuera la CICIG, ya se puede continuar como era antes… ¡y sin miedo!.
Creo que Velásquez no debió intervenir tanto –mucho menos de manera personal– en la fallida reforma constitucional al sector justicia. Eso le desgastó innecesariamente. Reconozco que el poder que llegó a tener la CICIG pudo hacer que el comisionado perdiera la dimensión de su labor y pecara un poco de soberbia, pero nada de eso justificaba su salida. Lo que hemos perdido es demasiado, porque sin una instancia como la CICIG, no creo que el MP vaya a continuar con la labor que Morales logró truncar.
Estoy convencido que ese impactante destape de corrupción y hacer evidente el nivel de impunidad que existe, no hubiera sido posible sin la Comisión contra la Impunidad. Ahora, lo que la atacan de forma extremista solo ven lo que les han vendido de efectos o cosas negativas, y se niegan a ver lo bueno. Los defensores radicales solo ven bondades. No es blanco o negro. Hay grises, como todo en la vida. Lo perfecto, insisto en esto, no existe.
Por eso me quedo con las palabras del patojo Jorge Vega: Desde hace muchos años la educación no ha cambiado, la salud no ha mejorado, la desnutrición no ha cesado y la seguridad ha empeorado. Lo digo yo, un ciudadano que ha luchado contra toda adversidad y con mucho esfuerzo y sacrificio he logrado salir adelante. Al final del día, sus seres queridos y la justicia pueden perdonarlos, pero el pueblo no olvidará y de la justicia divina nadie escapará. Espero no haber ofendido a nadie pero estas palabras son sinceras y estoy seguro que miles de guatemaltecos piensan y sienten lo mismo.
No hay extremismo, hay humildad y sinceridad. Jimmy Morales, Álvaro Arzú Jr. Y Jafeth Cabrera, en cambio, aprovecharon el momento de oración para mostrar su radicalismo nefasto.