Gonzalo Marroquín Godoy
El mundo y Guatemala envían mensajes a la población: ¡el deterioro no se detiene!
En las últimas semanas se han producido algunas noticias que advierten sobre lo complejo que se presenta el futuro para el Planeta en materia ambiental, y nos permite suponer que poco se podrá avanzar en el rescate de nuestro medio ambiente, muy golpeado con el cambio climático, cuyos efectos son tan evidentes que nadie puede negarlos más.
La última noticia dramática se ha dado esta semana, cuando los científicos han advertido del efecto que tiene el blanqueo permanente que sufre la Gran Barrera de Coral de Australia, considerada Patrimonio de la Humanidad por su impacto en el ambiente marino. Se están muriendo esos corales.
Para muchos guatemaltecos, esta noticia puede parecer irrelevante por la distancia a que nos encontramos de Australia. Sin embargo, el problema radica en que todos los países aportamos al deterioro ambiental global, y los efectos están en Australia, en Groenlandia, en la Patagonia o en nuestro propio patio, pero todo suma y muestra el nivel de deterioro al que estamos llegando.
En Guatemala, basta hacer un vuelo en helicóptero para comprobar que las grandes cuencas de ríos, que hace dos décadas se veían con agua que corría en cualquier época del año, ahora están secas –más en el verano– y no muestran para nada un país de la eterna primavera. A esto hay que sumar que muchos de los ríos –pequeños, medianos o grandes– han sido desviados para uso particular, con un efecto altamente destructivo.
La Biósfera Maya, en su mejor momento considerada pulmón de oxígeno para América y el mundo, ha perdido una enorme parte de sus bosques, destruidos por la tala ilegal de árboles, incendios forestales, o simplemente transformados en grandes fincas ganaderas o en tierras explotadas con plantaciones comerciales –palma africana, principalmente–.
La lista podría seguir. Si hay impunidad en los crímenes que se cometen en el país, hay que agregar la impunidad ambiental a la lista de falta de justicia que existe, pues ni el Ministerio de Ambiente, ni la fiscalía respectiva actúan en defensa de nuestro entorno ambiental. El ministerio, incluso, trabaja más con visión comercial o empresarial, que a favor de la protección y respeto de los estándares ambientales.
Eso si, una gran empresa provocó un desastre ecológico en el río la Pasión en Petén, y nada sucedió, pero en Cantel hubo un derrame en un río, y el ministerio reaccionó prontamente castigando con cierre y multas, a tres pequeñas empresas familiares. Los dos casos merecían castigo, pero cada uno en su dimensión. Aquí se privilegia a quien más daño causa.
Que Donald Trump anuncie recortes a programas ambientales, no sorprende a nadie. Tampoco que no respete ni escuche las advertencias sobre un oleoducto que pasará por Dakota. Más noticias malas y antiecológicas saldrán de esta Casa Blanca. Pero aquí, nosotros, seguimos sin políticas definidas. Guatemala está en el puesto 88 del ranking ambiental de la destacada universidad de Yale (69 puntos), y entre los peores 10 de Latinoamérica en el cuidado de su medio ambiente. Costa Rica es el mejor de la región, y por ello tiene beneficios económicos y se le premia con turismo.
¿Hace cuánto que no escuchamos a un Presidente abordar el tema ambiental con fuerza y determinación? Y hablo de discursos, de palabras solamente. Si no mencionan el tema, mucho menos piensan y actúan a favor de Guatemala en el sentido ambiental. Son, como en todo lo demás, miopes o ciegos ante la triste realidad.