Gonzalo Marroquín Godoy
Debo principiar diciendo que no me sorprenden para nada las palabras amenazantes del alcalde Álvaro Arzú –convertido hoy en día en el principal poder político dentro del famoso «Pacto de Corruptos»–, quien aprovechando su influencia sobre el presidente Jimmy Morales, para aparecer en un acto militar el pasado domingo y despotricar contra la prensa independiente, a la que amenaza con «caminar por encima de las cabezas de los medios de comunicación negativos», un exabrupto que solamente puede tener alguien que piensa cumplir lo que dice.
Cualquier amenaza es digna de ser tomada en cuenta, pero sobre todo cuando se hace públicamente, frente al Presidente de la República y altos mandos militares, lo que supone una de las cúpulas de poder más elevadas que pueda haber en el país. No es poca cosa. Además, siendo gobernante (1996-2000), mostró ampliamente su intolerancia a la critica y sus acciones fueron claramente dirigidas a dar muerte –literalmente– a los medios de comunicación que no bailaban al son que él pedía, como sí sucedía con la televisión abierta ya controlada por Ángel González, su «padrino» y encargado de elevar su popularidad y mantener su imagen, a cambio, por supuesto, del pago de cada favor de manera sustancial económicamente y en beneficios –incluso– legislativos.
Para «cortar la cabeza» de los medios en aquella época, recurrió a pedir personalmente a los anunciantes –amigos o no–, que retiraran la publicidad de al menos tres medios: Prensa Libre, elPeriódico y el semanario Crónica, que en su primera época era conducido en la línea editorial nada menos que por el culto y mesurado escritor y empresario Francisco Pérez de Antón.
elPeriódico tuvo que soportar un fuerte oleaje parecido al de Crónica, pero a diferencia de la revista, que se vio obligada a cerrar y terminar su primera época, logró sobrevivir al boicot publicitario y es hoy en día el principal abanderado de la lucha contra la corrupción y la impunidad. Pero el costo pagado fue muy alto. Yo era director de Prensa Libre en aquel momento, y recuerdo que el diario pasó sin mayores problemas el boicot, gracias a su lugar dominante en el mercado de periódicos y porque nunca bajamos la frente ante los abusos del gobernante.
Arzú no olvida aquella batalla que no pudo ganar, porque encontró resistencia invencible de parte de periodistas que supimos defender la libertad de expresión y el derecho que tiene la población a recibir información.
Ahora, cuando el político de la «vieja guardia» se siente entre la espada y la pared, porque se le quiere investigar por uno de sus más pequeños actos de corrupción –el financiamiento ilícito de su cuarta campaña electoral para reelegirse–, ha decidido salir nuevamente a dar la batalla contra la prensa independiente. Aclaro que independiente, porque cualquier lector puede fácilmente comprobar que los canales de Ángel González le siguen apoyando como lo han hecho desde 1986.
La amenaza de Arzú, avalada por Jimmy Morales, no debe tomarse a la ligera. Era cuestión de tiempo. Arzú no se puede contener y cree que ha vuelto a tomar el país –el piensa que es su finca– bajo su mando. Finalmente su estrategia de choque implacable está avanzando. Ha puesto en la presidencia del Congreso a su hijo Álvaro Jr., sin ningún merecimiento más que ser «el hijo del Alcalde y defensor de Jimmy», pero además se jacta de controlar jueces y magistrados –¿será que por eso no avanza su antejuicio?– y ha logrado la reelección al frente de la ANAM de Edwin Escobar, a quien respaldan cerca de 200 alcaldes, todos inmersos en la lucha contra el MP y la CICIG y, por cierto, la mayoría con reparos o denuncias de la Contraloría General de Cuentas.
Arzú, Jimmy, alcaldes, diputados, algunos empresarios, jueces y magistrados, proclaman el mismo discurso: estamos a favor de la corrupción… y tienen la misma cantaleta: ¡… pero fuera Iván Velásquez y la CICIG!. La salida de Thelma Aldana ya no la buscan, porque saben que su período está por terminar, pero están dispuestos a poner a un fiscal dócil y, sobre todo, contrario a la CICIG.
Yo se que hay bastante gente que piensa como Arzú. Lo que importa es que cada quien piense lo que quiere para su país y sus hijos. Es posible que no guste el modo conque han actuado el MP y la CICIG, pero la verdad es que si queremos un país diferente, hay que salir de la clase política que se resiste a dejar las prácticas de la vieja política, con el Señor Oro a la cabeza.
La corrupción es en buena medida, la gran causante de que el país no progrese, que la violencia persista, que la falta de oportunidad, la muerte infantil y la desnutrición nos persigan como caballos del Apocalipsis.
Que sepa este funcionario público que ni la ciudad le pertenece –mucho menos el país–, ni él podrá pasar por encima de la cabeza de la prensa. Puede cobrar vidas o víctimas, pero es seguro que encontrará feroces defensores de la libertad de prensa y de Expresión y a un pueblo que no está dispuesto a perder su derecho a la información.