Gonzalo Marroquín Godoy
En días sucesivos la semana pasada, recibí la noticia de la muerte de dos colegas y queridos amigos. Aquí en Guatemala murió Ileana Alamilla a los pocos días de haber asumido como presidenta de la APG. Se complicó su cuadro clínico en medio de una operación que no parecía complicada y su cuerpo no resistió. Defensora decidida de la causa y, en especial, del periodismo departamental.
Un día después, en Montevideo, Uruguay, Claudio Paolillo, un destacado periodista de aquel país moría después de librar la más difícil de sus luchas. Un agresivo cáncer le venció finalmente, no sin antes comprobar lo que puede resistir alguien que ama la vida y lucha por ella. Fueron casi 24 meses de batalla, una batalla sin cuartel, simple y sencillamente porque ese hombre valiente, se negaba a aceptar que la enfermedad pudiera doblegarlo.
Claudio Paolillo (Uruguay) e Iliana Alamilla (Guatemala), grandes amigos de voz firme y potente, se han marchado.
Con Claudio tuvimos una gran amistad. Le conocí hace buen número de años en el seno de la Sociedad Interamericana de Prensa, la SIP. Congeniamos rápido, aunque no siempre pensábamos igual. Ya para entonces había asumido la dirección de la revista Búsqueda y sin pensarlo mucho, se sumó al equipo de la Comisión de Libertad de Prensa, la cual tuve el honor de presidir por cuatro años.
Por afinidad de intereses, principios y valores, compartimos varias misiones a diferentes países y su participación siempre fue determinante: “Sin libertad de prensa no puede existir ninguna democracia” decía en tono de reclamo a funcionarios de los gobiernos autoritarios e incluso a los propios gobernantes con quienes nos reunimos, entre ellos –recuerdo–, Evo Morales, uno de los más astutos para hacer parecer bueno lo que él sabe que no es correcto en una democracia.
Con el tiempo nuestra amistad se hizo más sólida. Pasábamos muchas horas –acompañados de un buen tequila– conversando y hasta discutiendo sobre temas de prensa. Casi siempre estaba otro gran personaje uruguayo en esas reuniones. Se trata de Danilo Arbilla, su antecesor en el semanario Búsqueda y quien seguramente más le enseñó de esta noble profesión.
El periodismo no es sencillo y mucho menos cuando se dedica parte del tiempo –y de la vida– a defender la libertad de expresión del pensamiento, un derecho universal bajo el cual se cobija la libertad de prensa y el derecho del pueblo a recibir información.
El problema de fondo, es que los grandes enemigos de estos derechos y libertades suelen ser grupos, sectores o personajes poderosos. A la cabeza de todas las fuerzas que se oponen o no gustan del libre flujo informativo se sitúan nada menos que los gobiernos intolerantes y autoritarios y el crimen organizado, enemigos nada fáciles de enfrentar.
Cuando asumí la Presidencia de la SIP, tenía claro que el presidente de la Comisión de Libertad de Prensa que debía nombrar era Claudio, y así lo hice. Acertada decisión. Tuvo un papel excelente y, de no ser por el cáncer, construyó un camino firme que le llevaba a la Presidencia de la SIP.
Yo perdí un gran amigo al que admiré siempre. La SIP y el hemisferio americano perdieron una voz enérgica que defendía la Libertad de Prensa. Uruguay perdió a un gran periodista y su familia a un ser humano excepcional.
Con Iliana mi relación fue menos estrecha, pero que nos teníamos cariño y respeto mutuo. Ella pasó buena parte de su vida en México por razones políticas. Se reinsertó en la sociedad como periodista al frente de la agencia Cerigua y es cuando la conozco. Me llamó la atención su esfuerzo por promover el periodismo departamental y los temas que no figuraban en la agenda de los grandes medios.
La invité a escribir como columnista en Prensa Libre siendo Director y su opinión siempre fue bien valorada por los lectores.
Aunque no nos veíamos con frecuencia, compartimos muchas veces los problemas gremiales, pero también los familiares. Cariñosa como era Iliana, siempre estaba atenta a lo que podía estar pasando en la vida de sus amigos.
Ya no están Claudio a nivel hemisférico ni Iliana a nivel nacional para luchar por la libertad de prensa. Pero ya vienen nuevas generaciones detrás y ojalá que surjan valores nuevos que puedan seguir sus pasos.
A Claudio no le preocupaba más el derecho que tenemos los periodistas de trasladar información, pensaba primero –y así debe ser–, en el derecho que tiene el pueblo a saber lo que sucede en su país y todo aquello que afecta la vida de la población.
Que triste es perder a un amigo como Claudio. Que tristeza da pensar que alguien como Iliana ya no está para hablar sobre periodismo.