ENFOQUE: Adiós 2017… ¡Bienvenido 2018!

Gonzalo Marroquín Godoy

 Como siempre, los últimos días de diciembre son propicios para hacer un balance de lo bueno o malo que nos ha traído el año que está por morir (2017) y crear una visión de lo que deseamos y se puede alcanzar en el Año Nuevo, en este caso el 2018. Ese balance puede hacerse desde diversos enfoques: personal, familiar, profesional y, en el caso de quienes hacemos análisis políticos o sociales, a nivel de país.

La buena noticia es que al cerrar un ciclo de estos –anual–, nos encontramos siempre con la oportunidad de aprender de las cosas negativas que hayan sucedido y enriquecernos con los logros o batallas libradas y con ese cúmulo de experiencias enfrentar los desafíos del nuevo año con optimismo y la visión clara de los objetivos y metas que podamos trazarnos.

El ciclo del tiempo no se detiene. Otro año termina y queda atrás con las cosas buenas y malas que pudieron suceder.

En el plano nacional, lo que cabe es esperar que todos los sectores hagan lo mismo, es decir se aprenda del pasado y se principie el año con la intención de hacer las cosas bien, al tiempo de trazar un rumbo definido para alcanzar aquello que el país necesita con el aporte de cada sector.

Obviamente, es más fácil la parte personal, porque finalmente eso depende principalmente de cada uno. Para mí, el 2017 ha sido uno de los años más complicados en mi ya larga vida. Nunca tantos factores adversos habían confluido en tan poco tiempo. Sin embargo, debo reconocer que, gracias a Dios, también ha sido un año de lucha positiva, recuperación y, sobre todo, de aprendizaje.

He aprendido a valorar la salud. Siempre me he considerado alguien afortunado porque en más de seis décadas, solamente había requerido una operación por desprendimiento de retina –exitosa gracias a la habilidad de los apreciados oftalmólogos Luis Felipe Hernández y Fredy López– y nada más de seriedad. Este 2017 me mostró la vulnerabilidad que tenemos los seres humanos con un serio problema de columna que estuvo a punto de llevarme al quirófano.

Sin embargo, otro querido médico, Quique Azmitia, me dio el tiempo suficiente para intentar una recuperación por otra vía y finalmente pude evitar la intervención, algo que además, me permitió conocer algo de medicina y terapias alternativas, además de las prácticas de Qi Gong y Tai Chi, que ayudan a cambiar la perspectiva de la vida.

En medio de problemas de toda índole –literalmente–, las barreras han empezado a caer y aunque el 2018 aún se vislumbra lleno de retos, lo vivido este año me hace enfrentarlos con optimismo. Eso sí, hay que mantener la determinación y la fe, porque de lo contrario no se logran los ambiciosos objetivos que me he trazado.

Si yo tuve complicaciones, al país le ha ido peor. Políticamente a la deriva, socialmente complicado y confrontado y económicamente estancado. Casi todos los escenarios se vieron sombríos, mucho más allá de la trillada frase del presidente Jimmy Morales, quien repite que “estamos logrando metas que nunca se alcanzaron en el pasado” –palabras más o palabras menos–, queriendo tapar el sol con un dedo.

Si 2018 fuera un año normal, habría que pensar que la buena noticia es que después del desastre de 2017, sería difícil estar peor o enfrentar más crisis. Lamentablemente será un año especial en el que están a la vista acontecimientos trascendentales. Todo eso hace que las previsiones económicas sean bastante moderadas para el próximo año, cuando se tengan que elegir Fiscal General y Contralor General de Cuentas, la mayoría de casos por corrupción lleguen finalmente a juicio, se celebre consulta popular sobre Belice y en el segundo semestre, los partidos políticos inicien su actividad y asambleas de cara a las elecciones de 2019.

El Congreso seguirá mostrando que es un organismo que pone gasolina en los fuegos políticos con la discusión de las reformas a la Ley Electoral y poco a nada bueno se puede esperar de ese organismo, cuya elección de Junta Directiva marcará la pauta de lo que se puede esperar.

Ojalá se aprenda de lo vivido, aunque mucho me temo que en política nacional, eso es casi una “misión imposible”.

En todo caso, mis mejores deseos para que el 2018 sea mejor para nosotros… y para Guatemala.

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