Los enfermos de cáncer enfrentan su propia tragedia en Bolivia: a las penurias por conseguir tratamientos en un sistema de salud colapsado por viejos problemas estructurales, se suma el sortear la cuarentena por la pandemia de coronavirus para obtener medicamentos o llegar a un hospital oncológico.
Mariluz Aguilar tiene 51 años, padece de cáncer de ovarios y vive un suplicio para acudir al Instituto Boliviano de Radioterapia y Oncología (IBRO, un centro médico privado) en la ciudad andina de El Alto, vecina a La Paz, para recibir tratamiento.
«A veces nos dicen, ‘bueno, espera te van a llevar la movilidad’, pero no hay movilidad. Entonces tenemos que buscar cómo venirnos. Yo he tenido que caminar desde el hospital, levantando la mano (pidiendo que algún vehículo la lleve) para poder llegar hasta aquí», relata la mujer a la AFP.
Entre su casa y el centro médico, Mariluz camina una hora, muchas veces en un clima frío y por calles polvorientas.
AFP / AIZAR RALDES Una trabajadora de la salud que participa de una huelga de hambre para exigir suministros de protección de bioseguridad para enfrentar la pandemia de Covid-19 durante el confinamiento impuesto por el gobierno contra la propagación del coronavirus, en La Paz, el 27 de mayo de 2020.
Bolivia, que al miércoles sumaba más de 7,700 casos confirmados de COVID-19 y 280 muertos por la enfermedad entre sus 11 millones de habitantes, está en emergencia sanitaria desde el 17 de marzo. Las actividades públicas y privadas se suspendieron, salvo las de emergencia, y el transporte público dejó de operar, aunque desde este lunes pueden circular el 40% de estos vehículos en El Alto.
La falta de vehículos se ha convertido en terrible dolor de cabeza para los pacientes de cáncer, quienes deben hacer malabares para trasladarse desde sus casas hasta el hospital. El Estado da algún apoyo con este fin, pero es insuficiente.
«Sinónimo de muerte»
La presidenta de la Asociación de Pacientes de Cáncer, Rosario Calle, relata que además de la falta de transporte, los pacientes oncológicos tienen dificultades para conseguir sus medicinas.
«Se necesitan algunos medicamentos de importación, hay que ir hasta las empresas donde distribuyen y mucha gente está sin dinero, es gente que (por el cáncer) deja de trabajar», señala.
Ruth Vargas, de 35 años, afirma que así como hay una movilización nacional contra el coronavirus, también debería haber esfuerzos para atender a los enfermos de cáncer que, como ella, sienten que la muerte los espera a la vuelta de la esquina.
«Así como se han movilizado por el covid, también movilícense para nosotros. Todas las autoridades, todas las instancias, los ministerios, hagan vigilancia de esta situación que está pasando», dice a la AFP.
«En Bolivia, lastimosamente la enfermedad de cáncer sigue siendo sinónimo de muerte y lastimosamente el cáncer tiene rostro de mujer», agrega con voz entrecortada.
Cada año, en Bolivia se reportan unos 19,000 diferentes tipos de tumores malignos, un 67% en mujeres y 37% hombres, según cifras oficiales.
En las mujeres, se trata principalmente de cáncer de cuello uterino y de mama, y en los varones de próstata.
Las enfermedades no transmisibles –dolencias cardíacas, accidentes cerebrovasculares y cáncer- constituyen las principales causas de muerte en Bolivia (sobre el 60% del total), según datos oficiales.
«Nos falta todo»
AFP / Carlos MAMANI Una mujer es entrevistada por personal del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables mientras forma fila afuera de una institución administradora de fondos de pensiones en la ciudad andina de Puno, cerca de la frontera boliviana, el 19 de mayo de 2020
Incluso antes del coronavirus, los enfermos de cáncer enfrentaban problemas estructurales en el sistema de salud en Bolivia.
Apenas existe un acelerador lineal (que destruye células cancerígenas sin dañar los otros tejidos) público en el país, y está en la ciudad oriental de Santa Cruz, a 900 km de La Paz. En el resto de Bolivia, los equipos de radioterapia o braquiterapia o no funcionan o están obsoletos.
«En Bolivia nos falta todo: equipamiento, infraestructura y profesionales», dice Calle.
En el sistema privado de salud hay mejor infraestructura y equipos, pero los precios son inaccesibles para la enorme mayoría de los bolivianos.
Por tal motivo, Bolivia dictó en agosto de 2019 una ley que estipula que el servicio oncológico sea gratuito y contrató servicios de establecimientos privados para pacientes sin recursos, mientras prepara inversiones para los hospitales públicos.
«Un convenio con el ministerio (de Salud) les permite a los pacientes de escasos recursos acceder a tomografías de planificación, administración de tratamiento tridimensional conformado y personalizado para cada paciente, y el tratamiento de sesiones de radioterapia en acelerador lineal», explica a la AFP el médico jefe del IBRO, René Delgado.
Empero, la presidenta de la Asociación de Pacientes de Cáncer dice que los enfermos aún deben asumir los costos de los exámenes y de las medicinas.
Las evaluaciones preliminares pueden costar unos 1,000 dólares y los medicamentos otros 1,900 dólares, aunque el gasto global depende del grado de avance y del tipo de cáncer.
«Es por eso que exigimos que se cumpla la ley para el tratamiento gratuito», insiste Calle.