El chef británico Campbell Mickel está preparando un plato en su restaurante de Edimburgo cuando lo interrumpe la vibración del teléfono: es un pedido especial de «distanciamiento social», un nuevo servicio con el que intenta «sobrevivir» en tiempos del coronavirus.
El chef del restaurante Merienda, especializado en pequeños platos de estilo mediterráneo pero elaborados con productos escoceses, responde inmediatamente y sus ojos se iluminan cuando recibe el inusual pedido.
«Hacer comida para llevar en una bandeja de aluminio no es algo que normalmente consideraría, pero este es un momento especial», afirma Mickel, cuyo establecimiento fue galardonado con un «Bib gourmand» de la guía Michelin.
«El negocio se ha hundido. No tenemos reservas, todo lo que tenemos son cancelaciones. Así que tuvimos que encontrar una manera de sobrevivir y hacer cosas que no imaginábamos antes», reconoce.
El menú, dirigido a los gourmets que quieren confinarse con clase, fue lanzado el miércoles. Poco antes del almuerzo ya habían llegado pedidos de salmón asado con salsa de langosta, bourguignon de ternera o chasseur de pollo, y por supuesto los vinos para acompañar estos manjares.
«Parece prometedor», dice el chef.
A diferencia de la comida rápida, los pedidos deben recibirse el día anterior y los clientes suelen pedir varias comidas de una vez para hacer reservas.
Para evitar todo contacto, las entregas pueden dejarse frente a la puerta del domicilio y van acompañadas de las instrucciones para degustarlas adecuadamente.
«El desafío», dice su asistente Robbie Probert, «es asegurarse de que los platos preparados por el restaurante sean tan apetitosos en la mesa del comedor como lo serían en el propio establecimiento».
Los platos llegan «listos al 95%» y se entregan en frío. Todo lo que queda es «calentarlos y comerlos».
Mientras pone sus últimas bandejas sobre la mesa, el chef suspira, preocupado no sólo por él mismo, sino por toda la cadena de suministro que utiliza.
«Tenemos toda una gama de proveedores, desde el pescadero al carnicero y el verdulero del mercado», explica. «Muchos de ellos tienen márgenes muy estrechos. Si no nos apoyamos unos a otros, vamos a ser aplastados en unos meses».