Décadas después, Hakam Ibrahim todavía recuerda el «dolor insoportable» que sintió cuando, siendo niña, sufrió la escisión, una práctica ancestral muy generalizada en Sudán, que dentro de poco será castigada por la ley.
Hakam Ibrahim, de poco más de 40 años, recuerda las canciones y «youyous» de mujeres en su distrito de Jartum la noche antes de este acto de mutilación.
Ibrahim recuerda que cuando tenía siete años la vistieron de blanco y la llevaron a una pequeña habitación para ser sometida a esa operación que implica la extracción de la totalidad o parte de los órganos genitales externos, en particular el clítoris, con fines no médicos.
«Me pusieron en una cama y sentí un dolor insoportable en todo el cuerpo», dice a la AFP. El dolor «duró toda una semana», comenta.
Han pasado varias décadas, y después de intentos fallidos y una revolución, Sudán se está moviendo hacia una penalización de la escisión.
Una enmienda al código penal hace que sus autores sean responsables de tres años de prisión y multas, y el texto ya ha sido aprobado por el gobierno. Ahora se espera la promulgación.
La medida llega un año después de la caída del régimen de Omar el Beshir, tras una gran movilización popular.
El exautócrata, que estuvo al frente del país durante 30 años después de un golpe de Estado apoyado por los islamistas, rechazó un proyecto de ley contra la escisión en 2015.
Las mujeres sudanesas desempeñaron un destacado papel en la rebelión popular que tras la caída de Bashir en abril de 2019 condujo a la formación de un gobierno de transición hacia un poder civil.
«Un gran paso»
Aún antes de su promulgación, la enmienda ya ha sido bien recibida por las organizaciones de derechos humanos, que han defendido incansablemente esta causa durante décadas.
«Este es un gran paso para las mujeres sudanesas», dice la activista Zeinab Badreddin.
«Esta práctica no es solo una violación de los derechos de las mujeres, sino que (…) tiene graves consecuencias para la salud física y mental», agrega Abdullah Fadil, representante de UNICEF en Jartum.
En Sudán la escisión -que puede ser fatal en algunos casos- todavía se considera un «rito de iniciación»: según las Naciones Unidas, casi nueve de cada 10 mujeres lo han sufrido.
Este es también el caso en un número aún significativo de países en África, Oriente Medio y Asia, particularmente en las zonas rurales.
La criminalización de la práctica es solo una etapa en un largo proceso social que permita su desaparición, como lo demuestra la situación en el vecino Egipto.
En el país más poblado del mundo árabe, la escisión ha sido prohibida por ley desde 2008, y se castiga con hasta siete años de prisión. Pero, según un estudio de UNICEF en 2016, el 90% de las mujeres y adolescentes de 15 a 49 años sufrieron mutilación genital.
No alcanza con la enmienda
En Sudán, según los defensores de los derechos de las mujeres, la mutilación genital femenina incluso ha regresado en las últimas tres décadas a áreas donde había dejado de practicarse, como las montañas de Nubia (norte).
Si los círculos más conservadores creen que preserva la castidad, muchos líderes religiosos se han pronunciado a favor de la penalización.
«Penalizar la ablación no es contrario a la religión. No hay textos (religiosos) que permitan la circuncisión de las mujeres», dijo Sherine Abu Bakr, una activista de 28 años.
«Es una práctica que debe combatirse aún más a la luz de los cambios que se han producido en el país», agregó, aludiendo al desmantelamiento del partido islamista de Omar al Bashir.
Después de la caída del dictador, las autoridades de transición luchan por reformar un país que enfrenta una avalancha de desafíos económicos y sociales.
«Si estamos contentos con la enmienda, la ley por sí sola no es suficiente», dijo Manal Abdel Halim, de «Salima», una iniciativa local para combatir la ablación. «Necesitamos más campañas de concientización», añadió.
Badreddin dijo que la sentencia debería incluir a miembros de la familia que presionan en favor de la operación.
«Espero que la enmienda ayude a las personas a darse cuenta de que deben mantener a sus hijas en buenas condiciones físicas», dijo Ibrahim.