Tras padecer una crisis de agua contaminada y ser duramente golpeados por la epidemia de covid-19, los electores de Flint, una ciudad predominantemente negra de Michigan, en el norte de Estados Unidos, tienen razones para desconfiar de los políticos.
- La ciudad tiene una larga tradición de militancia: fue el epicentro de la gran huelga y ocupación de General Motors a finales de los años 30;
- y recientemente Flint salió a las calles con el movimiento antirracista Black Lives Matter (las vidas de los negros importan) contra la brutalidad policial.
- Pero la pregunta de cara a la elección presidencial del 3 de noviembre en Estados Unidos, es si más electores negros en Flint emitirán su voto con respecto a la elección de hace cuatro años
- cuando el reducido número de votantes negros ayudó al republicano Donald Trump a ganar, por poco, en un estado que anteriormente había votado dos veces por el demóctata Barack Obama.
«Cualquier cosa es mejor que el gobierno de Trump para la salud», dijo Kent Key, un investigador de disparidades raciales y étnicas de la Universidad Estatal de Michigan, que perdió a ocho familiares por covid-19.
Key también se indigna ante la negativa de Trump -quien busca un segundo mandato- a condenar a los supremacistas blancos y a los extremistas, como los acusados recientemente de conspirar para secuestrar a la gobernadora demócrata de Michigan, Gretchen Whitmer.
«Este gobierno ha dado mucho combustible a numerosos grupos extremistas», dijo Key. «Nunca había visto (el racismo) como lo estoy viendo ahora, expuesto abiertamente, ni siquiera de manera sutil. En tu cara».
Voto en blanco
Aunque el rechazo al gobierno de Trump es claro, el candidato demócrata a la presidencia, Joe Biden, también es cuestionado.
La gente no ha olvidado que en 1994 promovió un proyecto de ley en el Senado que preveía largas penas de prisión por delitos relacionados con las drogas pero no violentos.
Biden se comprometió a reformar el sistema penitenciario, pero algunos son escépticos.
«No sé si están ofreciendo lo que deberían a la población afroamericana», dijo la activista JoJo Freeman, en referencia a ambos candidatos.
«No veo una respuesta en ninguno de los dos», añadió la militante, que está considerando depositar en la urna un voto en blanco.
En Flint, las cosas se complican por la persistente desconfianza hacia las autoridades tras la crisis del agua contaminada en 2014.
En ese entonces, el gobierno de la ciudad decidió cambiar el suministro de agua potable para extraerla del río Flint a través de tuberías de plomo corroídas.
Esta decisión, revocada un año después, fue tomada por funcionarios temporales con el aval del entonces gobernador republicano Rick Snyder, que pretendía dirigir la ciudad como un negocio.
«Apatía»
El gobierno de Snyder desacreditó inicialmente las denuncias de los habitantes enfermos, pero luego tuvo que reconocer el problema cuando las pruebas, realizadas por activistas y médicos locales, demostraron niveles peligrosos de exposición al plomo.
Incluso ahora, muchas personas todavía no confían en el agua.
«Nuestro gobierno nos mintió», dijo la activista Claire McClinton, que ve similitudes entre las declaraciones de Snyder sobre el agua y la postura de Trump sobre el coronavirus.
«En Flint nos dijeron ‘el agua está bien'». Con el covid nos dijeron ‘no es tan grave’. De hecho, es un engaño», relató la militante, que exhorta a sus amigos a votar por Biden, en un contexto de menor ejercicio del voto.
«La apatía de los votantes ha sido muy, muy fuerte», se lamenta el pastor Chris Martin, que lidera una campaña para promover el voto en Flint.
«Estamos avanzando pero no lo suficiente, y no miramos las encuestas porque la última vez (que hubo elecciones presidenciales) las miramos y nos pillaron desprevenidos», dijo.