EN LA JUGADA | Zinedine Zidane: el arte convertido en fútbol


En una era dominada por la fuerza y la velocidad, por la obligación que tienen los jugadores de correr más que de jugar, Zidane impuso el ritmo de la pausa. Su juego no consistía en correr más que los demás, sino en pensar antes que ellos.


Hugo Castillo Aragón

No hace mucho, Adidas lanzó una campaña para promocionar distintos productos, entre ellos el nuevo balón del Mundial 2026 y como parte de esa publicidad incluyó a varias estrellas del futbol mundial, entre ellos un jugador que no ha sido reconocido como se merece, a la altura de su categoría, es nada más y nada menos que Zinedine Zidane, el Mago de Oz.

Siempre he considerado a Zidane como el cuarto jugador más grande de todos los tiempos después de Pelé, Maradona y Cristiano Ronaldo porque con él, el fútbol dejó de ser solo una competencia para convertirse en un lenguaje universal de elegancia, inteligencia y temple.

Su nombre trasciende generaciones no solo por los títulos, sino por la forma en que entendió el juego: con la mente, con los pies, y con una serenidad que rozaba lo espiritual. Zidane fue, ante todo, un artista que encontró en la gramilla su lienzo y es ante todo un caballero en todo el sentido de la palabra.

Desde sus orígenes humildes en Marsella hasta los grandes escenarios del mundo, representó la técnica y el carácter. Y más allá de su talento, su figura representa el liderazgo silencioso y la idea de que el fútbol puede ser un acto de belleza sin renunciar a la eficacia, podría decirse que Zizou fue el dueño de la pelota.

En una era dominada por la fuerza y la velocidad, por la obligación que tienen los jugadores de correr más que de jugar, Zidane impuso el ritmo de la pausa. Su juego no consistía en correr más que los demás, sino en pensar antes que ellos.

Su dominio del balón era magnético, su control orientado, hipnótico y la conocida “roulette”, la media vuelta que humillaba rivales, se convirtió en un sello de distinción que muchos han tratado de imitar.

En el Mundial de Francia 1998, “Zizou” se convirtió en héroe nacional. Dos cabezazos ante la favorita selección de Brasil en la final bastaron para que toda Francia se rindiera a sus pies.

Cuatro años más tarde, levantaría también la Eurocopa 2000, siendo elegido el mejor jugador del torneo. Y en 2001, protagonizó el fichaje más caro de la historia hasta ese momento: 78 millones de euros pagó el Real Madrid para convertirlo en el estandarte del proyecto “Galáctico” de Florentino Pérez, el presidente más exitoso y mediático del conjunto blanco.

Con la camiseta blanca alcanzó la cima de su arte y convirtió el que me parece es el gol más bonito y espectacular de todos los tiempos: La volea de zurda en la final de la Champions League 2002 ante el Bayer Leverkusen que sigue siendo una obra maestra.

Pero Zidane no terminó su obra en el terreno de juego ya que la trasladó al banquillo de entrenador y es importante mencionar que muchos grandes jugadores han fracasado en el intento de trasladar su visión al banquillo.

Zidane hizo lo contrario porque la amplificó. Su paso a la dirección técnica del Real Madrid en enero de 2016 fue recibido con escepticismo ya que se le veía más como una figura decorativa que como un estratega, más mito que técnico, pero pocos meses bastaron para que su método se impusiera con serenidad, confianza, lectura táctica y un manejo extraordinario del vestuario.

Zidane  conquistó tres Champions League consecutivas (2016, 2017, 2018) entre otros títulos y mostró al mundo que su legado trascendió más alla de la gramilla.

El francés no inventó esquemas ni revolucionó el fútbol, su virtud fue comprender a los futbolistas. Zidane era el traductor perfecto entre la exigencia del club más grande del mundo. Supo cuándo presionar, cuándo proteger, y sobre todo, cuándo callar. En un entorno mediático que roza lo ridículo, su figura transmitía paz.

Por eso esta frase de Jorge Valdano es imperdible: “Zidane cree en el talento, sabe que hay jugadores mejores y peores, y se relaciona con el fútbol de un modo natural. Se trata de un tipo que lo conoce todo pero que se queda con lo esencial del fútbol. Y no se confunde ni siquiera cuando pierde”.

Zidane fue y sigue siendo el jugador que nos enseñó que el fútbol puede ser arte y el entrenador que nos recordó que el silencio es la forma más pura de la autoridad. Salud por el ídolo!!

hugocastillo68@gmail.com