EN LA JUGADA | Ohtani y Verstappen dos atletas con aire de dioses


El primero domina el béisbol con una dualidad inédita en un siglo y el segundo convierte cada Gran Premio en una clase magistral de control, precisión y agresividad


Hugo Castillo Aragón

En la historia del deporte mundial han destacado verdaderos titanes que dejaron huella y son inolvidables, desde Babe Ruth pasando por Michael Jordan, Michael Schumacher, Pelé, Nadia Comaneci hasta llegar a más recientes como Michael Phelps, Roger Federer, Tom Brady, Cristiano Ronaldo, entre otros, que en muchos casos han sido elevados a la categoría de dioses.

Mencioné solo algunos cuyos números en su carrera deportiva avalan su grandeza, pero en esta ocasión quiero referirme a dos mega estrellas que a mi criterio están cambiando la historia y pueden alcanzar niveles impresionantes ya que sus deportes requieren precisamente de eso, de figuras que sean diferentes.

Shohei Ohtani y Max Verstappen son hoy en día dos protagonistas que han dado tanto a la MLB como a la Fórmula 1 motivos para que el aficionado compre un boleto o agarre su control remoto y encienda la televisión.

En un mundo deportivo donde la especialización es la norma y los márgenes de diferencia se miden en milímetros o milésimas de segundo, Shohei Ohtani y Max Verstappen representan algo más que ser campeones: son atletas fuera de serie, capaces de redefinir los límites de lo posible en sus disciplinas.

El primero domina el béisbol con una dualidad inédita en un siglo y el segundo convierte cada Gran Premio en una clase magistral de control, precisión y agresividad. Ambos, cada uno desde su escenario son símbolos de una era en la que el talento se combina con la ciencia, la disciplina y una mentalidad implacable.

Lo que Shohei Ohtani está haciendo en el béisbol moderno es tan extraordinario que ni las estadísticas ni las crónicas especializadas le hacen justicia. Es un verdadero gigante que llega en momentos en los que el béisbol tiene una preocupante baja de audiencia.

Desde que Babe Ruth había separado para siempre a los lanzadores de los bateadores, el japonés ha conseguido fusionar ambas dimensiones y dominarlas. Su capacidad de lanzar rectas impresionantes en el mismo juego y conectar jonrones que viajan más de 450 pies, lo coloca en una categoría única.

El béisbol es por naturaleza un deporte de resistencia mental y especialización extrema. Por eso lo de Ohtani no solo desafía la física, sino también la estructura mental y táctica del propio juego. Su presencia obliga a los managers a replantear estrategias y a las oficinas de los equipos a redefinir lo que vale un jugador.

En los Dodgers de Los Ángeles su influencia va más allá del campo, es una figura global, un imán comercial y un líder silencioso que cambia la cultura del vestidor con su disciplina japonesa y su ética de trabajo.

Su futuro inmediato parece brillante si las lesiones lo respetan y mantiene su ritmo, además, está encaminado a ser el atleta más completo de la historia del béisbol moderno, un nombre que, más que compararse con Babe Ruth, se estudiará como una figura de perfección atlética y mental.

Max Verstappen por su parte ha hecho del dominio algo tan constante que amenaza con volverlo rutina. Lo suyo no es solo velocidad, sino una comprensión total del monoplaza, del entorno y de sí mismo.

Es la conjunción de talento natural y una frialdad quirúrgica que roza lo sobrehumano. En un deporte en el que el margen de error se mide en centésimas, Verstappen ha encontrado la manera de convertir cada curva en una extensión de su propio instinto.

Su dominio recuerda al de Schumacher y Senna, pero con una diferencia clave: Max no necesita demostrar rabia, solo eficacia. En la era de los datos y la simulación, él sobresale porque conserva un rasgo primitivo que es la intuición. Mientras otros calculan, él siente.

Verstappen es una bocanada de aire puro en la Fórmula 1 invadida por influencers y por la insoportable necedad de imponer cada vez mas la elctrificación que le quita el alma a una categoría donde el dulce sonido de los motores a combustión es más que mágico.

De cara al futuro, Verstappen tiene ante sí dos caminos, seguir rompiendo récords con Red Bull o enfrentarse al desafío de revalidar su grandeza en otro equipo, donde su talento sea puesto a prueba lejos de la escudería que hoy lo contrata. Lo que está claro es que gane o no más campeonatos ya pertenece al club exclusivo de los pilotos que definieron su época.

Ambos representan la evolución del atleta moderno, híbrido entre talento natural y preparación científica. Ohtani encarna el ideal de la versatilidad y Verstappen, el del control total. En conjunto son la demostración de que el deporte del siglo XXI no se define por el espectáculo, sino por la eficiencia llevada a su máxima expresión.

hugocastillo68@gmail.com


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