Estados Unidos es una máquina de atletas de alta competencia. Ha dominado el mundo en casi todos los deportes y sus estrellas son símbolo en todo el planeta. En los Juegos Olímpicos su dominio sigue siendo abrumador. En el fútbol hay resultados impares: las mujeres brillan como corresponde, pero los hombres naufragan en su intento por destacar
Carlos María Salvado
Nueva York – Una breve gira con equipos de la MLS confirma que el nivel de esta liga ha crecido. Cuando Raúl González se despidió del fútbol en Nueva York como campeón de la Liga Norteamericana de Fútbol (NASL), la afición respondió y el espectáculo deportivo también. El fútbol-soccer –como le llaman– ha crecido, pero está muy lejos de otros deportes.
Este es el país de las estrellas. El país de los deportes, la superpotencia por excelencia. Aquí, nombres como Tiger Woods, Cassius Clay, Michael Jordan, Carl Lewis o Michael Phelps, se suceden unos a otros. 976 medallas olímpicas y cientos de títulos mundiales en diferentes disciplinas, hablan por Estados Unidos.
A diferencia de lo que muchos piensan, El fútbol no es nuevo en este país; al contrario, se juega desde las postrimerías del siglo XIX, y tuvo participación en tres de los primeros cuatro Mundiales, con un tercer lugar en Uruguay 1930. Pero apenas ahora empieza a consolidar sus ligas y busca un lugar entre los deportes preferidos por los estadounidenses, muy lejos aún del béisbol, el baloncesto, el fútbol americano, o el hokey sobre hielo.
Una anécdota interesante es que es un jugador estadounidense, un gringo, el primero que anotó un hat trick en Copa del Mundo. Sí, Bert Patenaude, marcó tres goles a Paraguay en la fase de grupos (3-0) y su nombre quedó registrado para la historia.
Desde Suiza’54 –cuando los torneos dejan de ser por invitación– hasta México’86, Estados Unidos no pudo clasificar a ningún Mundial, pero es entonces cuando la dirigencia del soccer se fija dos metas ambiciosas que consigue de manera casi simultánea: crear una liga profesional competitiva y celebrar un torneo mundial.
Es así como surge la Major League Soccer (MLS), y se celebra el mundial EE. UU. ’94, en el que el país anfitrión apenas alcanza el puesto 23 de 32 participantes, pero el balón estaba rodando en varios estadios a lo largo y ancho del país. Desde entonces, el camino ha sido hacia la cima, aunque más lento de lo que muchos esperaban.
El primer intento de lanzar el fútbol estadounidense tuvo lugar en los años 70, cuando el NY Cosmos –el mismo club que fichó a Raúl– trajo a Pelé, Beckenbauer y Carlos Roberto para llenar los estadios. Entonces se alcanzó la cifra de unos 200.000 jugadores federados en todo el país, pero luego volvió la apatía. Hoy, con la MLS y tras el Mundial, esa cifra sobrepasa por mucho los 3.000.000.
Aunque han surgido jugadores como Eric Wynalda y London Donovan –los mejores hasta ahora–, esta fábrica de atletas estrellas no ha producido ni de lejos a un Messi, Cristiano o Neymar. Probablemente tengamos un talento de ese nivel, pero los entrenadores arruinan a los jugadores jóvenes. Nuestro problema son los entrenadores en ese nivel, advierte el propio Wynalda.
Este exfutbolista, ahora director deportivo de los Atlanta Silverbacks, considera que el país está lleno de talentos a los que no se les enseña bien, al extremo de que hay disparidad de criterios formativos, y en casi todas las instituciones, lo que se hace es poner a jugar a los chicos tres veces por semana, sin fortalecer sus cimientos técnicos y tácticos.
Pero nadie niega la popularidad que el soccer ha alcanzado en los colegios y universidades, tanto en hombres como en mujeres. Y es precisamente el soccer femenino el que ha destacado más. Aquí, una de cada dos futbolistas federados es mujer. Eso explica porqué se ha convertido en la principal potencia femenina del mundo, con dos Mundiales en su haber.
Los hombres, en cambio, han llegado a un 8.º puesto en Corea-Japón’02, pero luego han bajado en el ránking FIFA, hasta la posición 33 que ahora tienen, por debajo de su archirrival regional, México (24).
Meta: Concacaf y Mundial
Hace un par de décadas, en una visita de Pelé a Nueva York, dijo que veía tanto desarrollo en el soccer, que pensaba que este país alzaría pronto una Copa del Mundo, por su organización y capacidad para producir grandes jugadores. Nadie duda de su organización, pero sobre lo segundo, es posible que Wynalda tenga más razón.
La dirigencia del soccer pensó que con la contratación de Jürgen Klinsmann como entrenador nacional, la selección tendría mejores resultados. Ha sido lo contrario, y ya se escuchan críticas muy fuertes; sobre todo, tras el fracaso de la pasada Copa Oro, en donde perdió en penales un lugar en el podio frente a Panamá, para quedar relegado a un cuarto lugar. México (1.º) y Jamaica (2.º) disputaron la final.
Por cierto, que este torneo ha sido diseñado para que Estados Unidos, siempre anfitrión, pueda lucir su poderío en la región. Se ha disputado cada dos años desde 1991, y ha sido ganado en 6 ocasiones por México y 5 por los anfitriones, quienes solamente han estado ausentes en 4 de las finales.
Antes de eso, en sedes alternas, se jugaba la Copa Concacaf, que nunca fue ganada por los estadounidenses.
En estos momentos se disputa la eliminatoria mundialista por Concacaf, y nuevamente los favoritos son los países del norte de la región, México y Estados Unidos, aunque Costa Rica aspira a ser nuevamente el país que pueda romper el orden establecido por estas dos potencias, que tratan de elevar su prestigio más allá del área.
La reconquista de Concacaf no es tan complicada como hacer un buen papel en Rusia’18. Klinsmann asegura tener el talento suficiente para ganar el pase al Mundial, pero necesita crecer mucho para llegar a Rusia con posibilidades reales.
En Brasil’14, Estados Unidos tuvo un nivel de juego interesante, sin llegar a deslumbrar, pero fue eliminado en octavos –una fase que no ha superado en los últimos tres mundiales– por Bélgica, en un vibrante partido que necesitó de tiempo extra para definirse (1-2).
Pero luego vino la debacle de la Copa Oro y el encanto que empezaba a surgir terminó. Ahora, el entrenador alemán enfrenta muchas críticas: solamente ha ganado 9 de los 19 partidos que ha disputado en el 2015, y 3 de los últimos 10, lo que confirma que atraviesa por un momento complicado en su intento por convertirse en auténtica potencia mundial.
Las declaraciones de Wynalda parecen cobrar actualidad al hacerse notorio en la selección nacional, pues no hay estrellas que desequilibren los partidos. La ausencia de jugadores de primer nivel es evidente. No es Klinsmann el problema, es la producción de jugadores.
Los dirigentes de la MLS dicen que mientras la liga siga creciendo en afición, el futuro del soccer crece. Hace dos años, el promedio de asistencia a los estadios era de 15.000 aficionados. Esta temporada el promedio fue de 21.574 aficionados por partido, y el récord de asistencia lo tuvo el Seattle Sounders, con 44,2457 aficionados por partido, nada mal, incluso, a nivel mundial.
La liga mexicana tiene un promedio de asistencia de 24.625 aficionados, la de Argentina 21.374, la Liga 1 de Francia 20.904, la holandesa 18.398, y la Serie A de Brasil, 17.300.
El soccer sigue subiendo, pero no al ritmo que esperaba Pelé y desean sus dirigentes. Algo hace falta para que este deporte empiece a dar figuras de la talla de Jordan, Alí, o Woods. Será cuestión de tiempo.
El fútbol estadounidense ya es potencia en Concacaf, pero aún busca un lugar más alto a nivel mundial.
Erick Winalda, ex seleccionado de Estados Unidos, advierte que los nuevos talentos no son bien entrenados.