Siendo presidente, Vinicio Cerezo decía que las protestas son la música de la democracia. Pasados los años, los gobiernos y desgastada la democracia, la música se vuelve alarma.
Gonzalo Marroquín Godoy
Las lluvias y tormentas que menciono no son las mismas que ha pronosticado el Insivumeh –extrañamente con acierto–, sino más bien me refiero al ambiente político por el que atraviesa nuestra querida Guatemala, envuelta en un clima que nos lleva a mayor desgaste de la democracia y puede alcanzar un peligroso grado de ingobernabilidad o causar mayor confrontación social.
Los últimos dos días hemos sido testigos de las protestas de Codeca, ese movimiento campesino que resulta incómodo a muchos, pero que ha puesto sobre la mesa varios de los problemas estructurales más graves que afectan al Estado, como son corrupción, impunidad e incapacidad, además de exponer los problemas más inmediatos que afectan a la mayoría de guatemaltecos, como la escalada de precios.
¡Claro que molestan los bloqueos! Provocan molestia y limitan el derecho de locomoción a cientos de miles de personas en todo el país. Lástima que Codeca no encuentre otra forma de alzar su voz con fuerza, pero debemos reconocer que en el país sigue existiendo un gigantesco abismo social y que hay sectores que están totalmente desamparados y marginados, a los que no se toma en cuenta en Casa Presidencial.
Cuando se analizan los reclamos de este grupo campesino –que tiene también su brazo político, lo cual no es censurable–, vemos que en realidad lo que están diciendo es que la democracia, tal como viene funcionando aquí, no aporta soluciones y más bien pareciera que su deterioro nos puede llevar a una peligrosa conflictividad social.
Allá por los años 90, en Venezuela se vivió una crisis sin precedentes en un país que se jactaba de tener una sólida democracia desde mediados del siglo XX. El entonces presidente, Carlos Andrés Pérez fue apartado del cargo por actos de corrupción y aunque se logró el relevo por la vía democrática, era evidente que el sistema político estaba agotado, corrompido y el pueblo cansado.
Es entonces cuando surge el populista de izquireda Hugo Chávez, quien primero intenta llegar al poder por medio de un golpe de Estado, pero luego, aprovechando el desastre de los políticos, barre en las elecciones y con jugadas magistrales modifica la Constitución y coloca al país bajo una dictadura, que persiste ahora con su sucesor, Nicolás Maduro.
Nosotros tenemos muchos síntomas de aquella Venezuela del siglo pasado. El sistema político ha fracasado, se ha corrompido y, para permanecer en el poder, ha recurrido al control absoluto de las instituciones democráticas –CC, CSJ, MP, TSE y otras–, pero sin atender los problemas sociales de fondo.
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Por el contrario, la educación es un desastre, salud no se diga, la pobreza aumenta y la falta de oportunidades expulsa a cientos de miles de guatemaltecos a la búsqueda de algo mejor fuera de su patria. Nuestra economía se mantiene precisamente por el aporte de esos migrantes que se esfuerzan y envían miles de millones en remesas.
¡Qué contraste! Los migrantes son reflejo del fracaso del sistema político, pero su aporte en remesas le da oxígeno y hasta le permite presumir con un significativo crecimiento de la economía, cuando en realidad lo que tenemos es un cuadro dramático.
En estos dos días de bloqueos y protestas se puede ver que hay posiciones que se hacen cada vez más radicales en el país. Entonces, las lluvias de hoy se pueden convertir más adelante en auténticas tormentas y arrastrarnos a todos a una situación que puede ser aún mas caótica que la que vivimos.
Por lo que se pudo ver en el movimiento de protesta de Codeca, no hay detrás una fuerza social muy grande, pero sí hay firmeza en sus puntos de vista, aunque algunos son demasiado radicales. También se ve en las redes sociales que mantienen una pugna directa –y es de dos vías– con el sector empresarial organizado, lo que no anuncia nada bueno si más adelante la situación del país se degrada, pues entonces veremos una mayor radicalización de las partes.
El listado de demandas de los campesinos incluye: control del incremento de precios; detener corrupción; respeto a la independencia del poder judicial y el MP; no criminalizar a defensores y activistas de derechos humanos; y realización de consulta popular para iniciar proceso de asamblea constituyente.
No es poca cosa, pero no se debe hacer de oídos sordos. El malestar es válido y el movimiento merece una respuesta. No creo en los famosos diálogos nacionales, porque de nada sirven, pero sí hay que buscar una respuesta a las peticiones y atender algunos de los puntos, porque son provocado por una situación real y palpable.
Por ahora, sigamos el proceso de la elección de fiscal general y veremos si se escucha lo que se ha vuelto un clamor generalizado o simplemente, ¡les pela!, y eso, con el tiempo… nos traerá las tormentas.