Fueron perseguidores por perros en Irán, sufrieron una gastroenteritis en India, pasaron la noche en monasterios o debajo de puentes… Dos ingleses locos por el rugby pedalean de Twickenham a Tokio para dar a conocer su deporte en Asia, a poco de empezar la primera Copa del Mundo que se celebra en este continente.
Partidos de Londres en febrero, Ron Rutland y James Owens portan en el bolsillo el silbato que dará el pitido inicial del partido inaugural del Mundial, que enfrentará a Japón y Rusia el próximo 20 de septiembre.
Su periplo de 20.000 kilómetros a través de 27 países tiene por objetivo recaudar dinero para una ONG patrocinadora de la Copa del Mundo y promocionar el rugby en Asia, donde el balón ovalado todavía es bastante desconocido. Una odisea llena de enseñanzas para esta pareja de barbudos que apenas se conocía al inicio del viaje.
«En Turquía o en Irán la gente nos daba refrescos y agua, fruta. Nos pasó un número incalculable de veces», cuenta Ron, exjugador de rugby nacido en Sudáfrica. «Gestos de bondad así… Eso nos hace ver lo mejor del ser humano», añade durante un encuentro con la AFP durante su etapa en Vietnam.
La expedición les llevó a pasar la noche en casa de un habitante de Tayikistán o en un monasterio en Birmania, y bajo su tienda de campaña cuando el clima lo permite.
Prohibido retrasarse
Exbanquero, esta no es la primera aventura de este tipo para Ron Rutland. Antes de la Copa del Mundo de 2015 en Inglaterra, atravesó todos los países de África en bicicleta.
Pero su odisea actual, con 600 kilómetros a recorrer por semana, no es de las más fáciles para él, «muy alejado de (su) peso» ideal al partir de Londres.
Junto a su compañero de expedición, James Owens, un británico nacido en Hong Kong, sufrió una gastroenteritis en India pero también vivieron otros grandes problemas, como el día donde fueron perseguidores por perros callejeros en Turquía e Irán.
Desde su partida solo han disfrutado de una jornada de descanso y harán una excepción al pedaleo continuo al final, tomando un ferry de Shanghái, en China, a Osaka, en Japón.
No pueden retrasarse porque la Copa del Mundo no puede comenzar sin ellos y el objeto que transportan, ese famoso silbato dorado que dará inicio a la competición.
Pero el objeto que más cuidan es el balón que nunca les abandona. En cada etapa, de Bulgaria a Vietnam pasando por India y Laos, lo sacan para dar unos pases con los habitantes que se encuentran, muchos de los cuales nunca han oído hablar del rugby.
«No hay nada como esto para romper el hielo, sobre todo con los niños», cuenta James, que a los 28 años tiene una profunda experiencia humanitaria. Con la ONG ‘Childfund’, gestiona actividades de aprendizaje de la vida mediante el rugby con jóvenes que viven en comunidades aislada del sudeste asiático.
Mientras se apresuran para atravesar China, último país antes de su destino final, Ron y James hablan de rugby durante las largas jornadas en bicicleta. Aunque los dos apoyan a su respectiva selección, Sudáfrica uno e Inglaterra el otro, ambos comparten el mismo deseo: que Japón llegue lejos en la competición.
«Es una oportunidad única» para popularizar el deporte en Asia. «Esto no se repetirá en una generación», concluye Ron Rutland.