Durante siglos en China y en Europa había que vendarse los pies para caber en los zapatos de moda o distinguirse socialmente, pero el confort se acabó imponiendo, enviando al armario hasta los tacones, de acuerdo a una exposición en París.
El calzado es «el ejemplo más persistente sobre cómo la moda impuso una forma idealizada a la anatomía natural», sostiene esta muestra en el Museo de Artes Decorativas.
Los aristócratas y los grandes burgueses de los siglos XVIII y XIX en Europa impulsaron esta sacrificada tendencia, como el ícono de la moda de la corte francesa María Antonieta, que lograba introducirse en el equivalente a un número 33, explica a la AFP el comisario Denis Bruna.
¿Pero cómo unos pies adultos podían calzarse en zapatos tan pequeños?
En realidad, «las clases superiores no caminaban. Permanecían confinadas en casa. Andar sobre los charcos, el barro, la inmundicia (…) todo eso se reservaba a la gente de pueblo y sus grandes pies», explica Bruna, historiador de moda.
Un manual de podología de 1802 aconsejaba así «enrollarse ligaduras en los dedos de los pies» para que fueran bellos.
Y la generación acomodada de principios del siglo XX tenía pies finos por el hecho de haber llevado durante su infancia zapatos pequeños, uno o dos números menos.
Objeto erótico
El culto al pie pequeño procede de China, donde desde el siglo XI, a las niñas a partir de cinco años se les doblaban los dedos bajo la planta.
«Hasta se rompían los huesos con una varilla de metal para acentuar la curva. Lo ideal era un número 26 como máximo a la edad adulta y un pie en forma de capullo de flor de loto», según Bruna.
Pese al calvario, «las chicas alardeaban de tener los pies pequeños a la hora de buscar un buen partido para casarse» y estas flores de loto calzadas, incluso en las relaciones sexuales como lo demuestra un cuadro en la exposición, eran un «objeto erótico muy buscado por los hombres».
El fetichismo tiene un lugar reservado en la muestra, detrás de unas cortinas negras: unas botas altas con lazos bien apretados aluden a los deseos de los clientes de los burdeles, mientras unas fotografías del cineasta David Lynch de 2007 muestran el universo fetichista del cabaret parisino Crazy Horse, en el que las bailarinas llevan calzado de la conocida firma Louboutin con tacones simplemente imposibles.
12 cm de vértigo
El confort no apareció hasta mediados del siglo XX.
En el desfile en julio de alta costura de Dior en París, la directora artística Maria Grazia Chiuri desterró prácticamente los tacones, diseñando unos zapatos compuestos únicamente de una suela adherida a las medias.
Para esta diseñadora feminista, el tacón es «una evolución contemporánea de la tradición china de los pies en flor de loto».
«Desde hace unos 20 años, lo que prima a la hora de elegir el calzado es el confort», afirma el comisario, subrayando el éxito actual de las deportivas.
Pese a todo, «todavía hay chicas que me preguntan por qué ya no se encuentran zapatos con tacones de 12 cm», confía a la AFP Pierre Hardy, diseñador de calzado de lujo. «Me parece paradójico, incluso milagroso», sostiene.
La exposición invita al visitante a enfundarse en unos zapatos extremadamente puntiagudos o con plataformas vertiginosas y tratar de caminar… apoyándose en barras.