La región de Baviera anunció este martes la anulación de la sacrosanta Fiesta de la Cerveza prevista en septiembre, un tesoro nacional de Alemania que también cae víctima de la epidemia del nuevo coronavirus.
La alcaldía de Múnich y la región de Baviera (sur) estuvieron «de acuerdo en juzgar que los riesgos son simplemente demasiado elevados», con más de 6 millones de visitantes esperados, entre ellos un tercio procedente del extranjero, y de Asia en particular, según indicó el jefe de gobierno del Estado de Baviera, Markus Söder.
«Por ello, hemos decidido que la Fiesta de la Cerveza no tendrá lugar este año», agregó.
Söder dejó entender que la vuelta de este evento, uno de los más grandes del mundo de este tipo, solo sería posible en caso de que haya una vacuna disponible contra el coronavirus, ya que en una celebración como ésta, «que vive del contacto», es imposible establecer reglas de distanciamiento entre los visitantes.
A su vez, el alcalde de Múnich, Dieter Reiter, admitió que es una «jornada triste» y «una píldora amarga» para la capital bávara, ya que el Oktoberfest genera ingresos por 1,200 millones de euros (unos 1,300 millones de dólares).
Excesos
Esta gigantesca fiesta de la cerveza, «célebre» también por ciertos excesos causados por un consumo inmoderado de alcohol, estaba programada desde el 19 de septiembre al 4 de octubre de este año.
Semejante anulación es algo inédito desde la II Guerra mundial, pero la ‘Oktoberfest’ ya había sido víctima de una epidemia: entre 1854 y 1873 no se pudo celebrar debido al cólera.
Hoy, la producción de lúpulo y de cerveza ha sido elevada a rango de culto nacional en Alemania, especialmente en Baviera. La anulación de la fiesta muniquesa viene a sumarse al marasmo general que provoca ya el coronavirus.
Agachado en su campo de lúpulo, Adolf Schapfl, de 58 años, observa las minúsculas plantas apenas surgidas de la tierra, con una mezcla de orgullo y de inquietud.
Es mediados de abril, y Schapfl explica pacientemente que hay que empezar a atar esos pequeños brotes de lúpulo a enrejados, donde se desarrollarán hasta alcanzar varios metros de altura, con vistas a la cosecha del mes de agosto.
Pero hay un problema: «Este año no tengo mano de obra para hacer todo eso», explica el agricultor, propietario de una explotación de unas 80 hectáreas.
Igual que Adolf Schapfl, más de un millar de productores del Hallertau, pequeña región bávara que produce el 90% del lúpulo en Alemania, esperan cada año que lleguen los trabajadores temporales de Polonia o Rumanía.
Pero con la epidemia y el cierre de las fronteras entre países europeos, estos trabajadores permanecen de momento en sus países.
Récord cervecero
En 2018, los alemanes bebieron 102 litros de cerveza por persona, superados en cantidad solamente por austríacos y checos.
A pocos kilómetros de la explotación de Adolf Schapfl, pero en el otro extremo de la cadena de producción, Andreas Weber, fabricante de cerveza de 25 años, tiene otras razones por las que preocuparse.
Con el cierre de restaurantes y bares, y la anulación de fiestas populares, este empleado de la Urban Chestnut Hallertau Brewery ve cómo disminuye la demanda para su producción artesanal.
«No somos los más afectados, pues solamente el 10 o 15% de nuestra producción está destinada a la gastronomía. Pero si esto dura varios meses más, será muy complicado», asegura.
Debido a la baja de producción, los tres empleados de la fábrica de cerveza han tenido que apuntarse a un desempleo parcial. Tal es la situación en la que se halla gran parte de los 1,600 fabricantes de cerveza alemanes.