Sobrevivió a la pornografía accesible a todos en internet, pero ¿resistirá al nuevo coronavirus? El último cine porno de Roma, el «Ambasciatori», continúa proyectando contra viento y marea sus filmes «sexy» de los años 80, para placer de sus clientes.
A dos pasos del ministerio de Finanzas, en un barrio residencial cerca de la estación central, el «Ambasciatori» («Los embajadores») se reconoce por su cartel en la fachada de un inmueble de principios del siglo XX.
En la entrada, una letrero rojo anuncia: «Sexy movie, reservado a adultos», con una selección de «producciones de culto», y «las mejores estrellas de la historia del cine duro».
«Delirium carnale»
En esta noche proyectan «Palestra per signora» (Gimnasio para señoras) y «Delirium carnale» (Delirios carnales), películas antiguas con actores con ropa y peinado al estilo de los años 1980 y mujeres con ligueros.
Con mascarillas quirúrgicas colocadas por debajo de la nariz, una decena de aficionados –únicamente hombres– tomaron asiento en las butacas de terciopelo rojo en una magnífica sala de mármol negro.
Fijan sus miradas en los coitos que salen en la pantalla, que interrumpen con idas y venidas al baño, o vigilan por el rabillo del ojo a su vecino al que a veces acuden en su ayuda con una mano amiga…
«El espectáculo a veces también está en la sala», confirma sonriendo Carlo, supervisor y gerente del lugar. «Pero nos aseguramos que todo se mantenga dentro de lo razonable».
«Hay gente todo el día», explica este hombre de uno 40 años. «Hombres, más bien mayores», y raras veces parejas «por la tarde noche».
«Algunos tienen más de 80 años […] No tienen internet o no saben usarlo. También vienen a encontrarse entre amigos para ver viejas películas», continúa.
Cine de luces rojas
El «Ambasciatori» es una pequeña institución en la Ciudad Eterna que perpetúa la extinta tradición de los «cines de luces rojas», expresión local para designar a las salas eróticas.
«Es el último cine porno de Roma», dice con orgullo su gerente.
Un cine con casi 400 butacas, mármol por todas partes, un techo labrado y un vasto «primer balcón» en el primer piso, todo con un exclusivo aire «vintage».
En su origen era un teatro –del que aún queda el escenario–, y después una sala de proyecciones clásica. Su propietario lo transformó en cine porno a finales de los años 70.
De la veintena de salas porno de la capital, solo ha sobrevivido el «Ambasciatori». Su primer propietario murió «pero sus herederos retomaron el negocio, y la actividad continúa».
«Bonito universo»
En el vestíbulo, los carteles de los éxitos de la difunta industria del porno italiano, la arquitectura, la cajera sonriente detrás de su vitrina… todo destila nostalgia.
La programación del momento: «Dulces fantasías cochinas», «Fleshdance», «Boca ardiente y manos de terciopelo» o «Sed de juegos bestiales».
«Aquí solo proyectamos filmes de culto», en 35 mm, con las mayores estrellas del pasado.
Estas son las divas de los primeros tiempos, bajo el reinado del primer papa del porno italiano Jo D’Amato: Marina Fragese, Guia Lauri Filzi, Pauline Teutscher, Sonia Benett, Mark Shanon. Y después la nueva ola del equipo de Riccardo Schicchi: Moana Pozzi, Selen, Eva Orlowsky, la Cicciolina, y el ineludible Rocco Siffredi.
Pegado en la pared, un imperioso «Nunca decir nunca a Rocco» indica que el semental transalpino pronto estará de nuevo en la cartelera.
La cabina de proyección, escondida en un pequeño patio, al pie de una escalera, es una perla digna de «Cinema Paradiso». «Todo sigue como antaño», cuenta el técnico Claudio, dueño del lugar «desde 1988».
Dos imponentes proyectores de bobina Prevost P55, «de más de 50 años», apuntan a través del tragaluz. Bajo el ventilador que gira en el techo, hay un viejo sofá desde donde Claudio vigila las dos máquinas. En este decorado de Cinecittà, solo algunos carteles de modelos Playboy recuerdan la vocación del lugar.
En una esquina de la habitación hay una pila de bobinas de 35 mm.
«Son nuestros archivos, más de 3.000 filmes. ¡Tenemos todo!», se jacta Carlo. «En 33 años aquí, he visto de todo…», comenta detrás de él Claudio.
Como todos los cines italianos, el «Ambasciatori» permaneció cerrado cuatro meses debido a la pandemia de covid-19, pero reabrió este verano aplicando las medidas de seguridad.
«Sobreviviremos a la covid», dice convencido Carlo. «Muchos de los clientes nos llaman para saber si pueden volver», cuenta, antes de concluir: «Espero que el Ambasciatori perdure, pues es un bonito universo».