En Islamabad, una multitud de clientes se aglomera cada tarde en un local para degustar su «tandoori chai», un té con leche diferente, servido en tazas de arcilla calentadas en un horno tradicional.
Estos vasos de barro se disponen directamente en el interior del horno «tandoor», un horno tradicional con forma cilíndrica, de donde salen extremadamente calientes. El té, preparado por separado, se vierte en estas tazas ardientes donde hierve de forma instantánea y termina su cocción.
En Pakistán, donde el té con leche clásico, generalmente bastante azucarado, es el rey de todas las clases sociales, el fundamento particular del «tandoori chai» seduce por su carácter tradicional y su sabor diferente.
«El proceso de producción es muy interesante, lo que hace que la gente lo aprecie y se sienta atraída» por esta bebida, señala Sanaulá, jovial propietario de este puesto de moda situado en un barrio elegante de la capital paquistaní.
«El otro factor que lo hace atractivo es el sabor de humo y arcilla propio de este té», precisa.
Entre la clientela, sentado en un taburete bajo de junco, Muhamad Ishaq Jawar es un habitual.
«El ambiente es diferente, sobre todo la manera en la que se sirve el té. Se trata de un sistema muy antiguo, que se remonta a la antigüedad, cuando se utilizaban tarros de arcilla cocida», sonríe.
El «tandoor» es omnipresente en Asia del sur, pero se utiliza más frecuentemente para cocer el pan.
Si bien el café se popularizó en los últimos años entre la élite urbana, el té, cualquiera que sea su modo de preparación, sigue siendo un elemento esencial del menú diario de los paquistaníes.
El país es uno de los principales consumidores de té en el mundo, según la sociedad de estudios de mercado Euromonitor International.
«No es solo en Pakistán, es en todo el subcontinente, el té se mezcló con nuestra sangre. No contemplamos trabajar sin haberlo tomado en casa o en la oficina», explica un cliente en otro puesto, Mohamad Asim Khan.
«Al beber té, la fatiga física desaparece y te sientes renovado», concluye.