El streaming, ¿bendición o maldición para los teatros?

«La ópera en casa», «teatro y sofá»: en tiempos de coronavirus, los teatros han dado un acceso sin precedentes a sus producciones gracias al streaming con la esperanza de que se trate solo de un paréntesis, aunque puede ser largo.

Las salas de espectáculos, sobre todo en Europa, empiezan a ver la luz al final del túnel con fechas de reapertura, aunque el camino será largo antes de recuperar la normalidad, sobre todo por la obligación de aplicar reglas de distanciamiento entre los espectadores.

Confortablemente sentado en el salón de su casa, el público se vio inundado durante meses por óperas, ballets, conciertos y, lo que es raro, por obras de teatro, la mayoría de la veces, gratis. Este público ¿querrá volver a una sala reducida, con mascarilla, sin entreacto ni bar y esperando en filas interminables?

La semana pasada, la Filarmónica de París mostró cómo podrán ser los conciertos quizá hasta fin de año: sin público y difundido luego en streaming. En total, 320,000 visitas en la cadena de televisión Arte y en la plataforma de la Filarmónica, una cantidad «excepcional para un concierto clásico en internet», según la institución.

«Millones que miran»

AFP / FRANCOIS GUILLOT Concierto de la Filarmónica de París, a puertas cerradas, luego difundido en streaming, el 27 de mayo de 2020

Más de 2.5 millones de internautas han visto diez producciones de la Ópera de París, desde el Lago de los cisnes al Barbero de Sevilla.

El Teatro de la Comédie-Française (la Comedia Francesa) ha puesto en línea al menos 80 espectáculos en ocho semanas, entre ellos grandes éxitos como «Les Damnés» de Ivo van Hove o piezas del «patrimonio» como «Ondine» de Giraudoux, con una joven Isabelle Adjani, rescatada de 1974.

El Teatro del Odeón difundió obras de Pirandello, Ibsen, Molière y hasta el «Rey Lear» de Shakespeare con Michel Piccoli, para rendirle un homenaje después de su muerte. El streaming ha sido todo un éxito.

«Al cabo de un mes, solo para la ‘Escuela de mujeres’, un cuarto de las visitas procedían del extranjero. La prensa británica se hizo eco. Incluso [el diario] The Guardian le dedicó una crítica», indicó Stéphane Braunschweig, director del Teatro del Odeón, que hizo la puesta en escena en 2018.

«Solo teníamos esta pieza subtitulada. Después, subtitulamos «Tartufo» y «El misántropo». Al ver el número de visitas del extranjero, nos dijimos que había que desarrollar la oferta», agrega el director.

En Rusia también se alegran de la visibilidad creciente de los teatros, paradójicamente en este periodo en que están cerrados.

«Millones de personas nos ven… Es una forma importante de entregar los tesoros de la cultura rusa», aseguró Valery Gergiev, el célebre director de orquesta y director general del Teatro Mariinsky de San Petersburgo, que registró 50 millones de visitas desde el 19 de marzo.

«En lugar de 2,000 espectadores por concierto, hemos tenido centenares de miles de telespectadores», precisó en un webinario (seminario en la web) organizado recientemente por el festival anual «Las estaciones rusas».

El English National Ballet (ENB) registró un aumento de 70,000 seguidores en Facebook y YouTube en dos meses. «Quiero creer que se ha abierto una ventana a nuestro mundo y que la gente que no tenía el valor de ir al teatro ha visto quizá su primer ballet en línea» y que «emergerá un nuevo público» cuando reabran las salas, dijo su directora, Tamara Rojo.

Solo una minoría de teatros se ha beneficiado financieramente. El prestigioso Metropolitan Opera de New York (Met), agobiado por un déficit de 60 millones de euros (66,6 millones de dólares), despidió a parte de sus empleados.

El Met atrajo a 19,000 donantes nuevos y el número de abonados a su sistema VOD (video a la demanda) pasó de 15,000 antes de la pandemia a 33,000.

A pesar de este «tsunami» digital, las salas quieren creer en un regreso del público.

«Las emociones de una sala»

«Habrá gente que tenga miedo al principio», dice a la AFP Michel Franck, director general del Teatro de los Campos Elíseos. «Pero no creo, al menos no lo espero, que la gente vaya a preferir las pantallas a las salas», señala.

«Nada reemplaza a un espectáculo en vivo. Ver una ópera o un concierto en un ordenador o en la televisión no tiene estrictamente nada que ver con el hecho de compartir las emociones con la sala entera», agrega.

«En las grabaciones hay algo que falta. Ir al teatro es todavía uno de los últimos rituales» del ser humano, dice Manuel Brug, crítico musical en el diario alemán Die Welt.

Para Peter Gelb, director del Met, «si el público no viene al teatro, el espectáculo en vivo no sobrevivirá. La pantalla es solo un recuerdo de lo que se vio en el escenario».

Otros son más desconfiados.

«Está claro que hay un riesgo [en el streaming]», dice en una entrevista al diario Kommersant Vladimir Urin, director del célebre teatro Bolshói, que puso fin al streaming de sus obras (9,5 millones de visionados).

En cambio, según Tamara Rojo, en el futuro «un espectáculo podrá tener dos vidas, una en el teatro y otra digital, muy distinta».

En Los Ángeles, el coreaógrafo Benjamin Millepied lanzó una plataforma de pago, a 10 dólares mensuales.

Sin embargo, los teatros europeos subvencionados son reacios a dar ese paso, al contrario de lo que ocurre en Estados Unidos.

Según Vincent Agrech, productor y crítico en la revista Diapason, «los teatros mantienen la gratuidad por miedo a perder el lazo con el público».

«Sin embargo, a los artistas, este ‘open bar’ de retransmisiones gratuitas les da mala espina», pues ceden sus derechos gratuitamente o reciben sumas simbólicas, advierte Agrech.

Según él, el modelo podría «generar malas prácticas» pues «la gratuidad desvaloriza el trabajo artístico».

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