El Reino Unido sale este viernes, una hora antes de medianoche, de la Unión Europea. Un momento histórico durante mucho tiempo incierto y que, con júbilo para unos y tristeza para otros, abre la página de un nuevo futuro en solitario.
Como si fuera una metáfora de lo que algunos consideran 47 años de preponderancia europea, el Brexit entrará en vigor en el último segundo del día… en la Europa continental, las 23 horas para los británicos.
«Esto no es un final sino un comienzo», dijo el primer ministro Boris Johnson en un mensaje a la nación difundido una hora antes.
«Sé que podemos convertir esta oportunidad en un éxito impresionante», agregó el hombre que, poniendo fin a años de crisis política que acabó con la carrera de sus dos predecesores, David Cameron y Theresa May, se apunta una enorme victoria personal.
Un reloj proyectado en la fachada de Downing Street comenzó a marcar la cuenta atrás hasta el momento en que, por primera vez en su historia, la UE perderá un miembro y ganará un poderoso competidor a sus puertas.
«Queremos que este sea el comienzo de una nueva era de cooperación cordial», aseguró Johnson, quien organizó una recepción en su residencia oficial con vino espumoso británico y pequeños bocados de gastromonía puramente inglesa.
En Bruselas, se arrió la bandera británica que ondeaba frente al Consejo Europeo.
Sin embargo, la fecha es sobre todo simbólica porque, durante el periodo de transición previsto hasta finales de diciembre, casi nada cambiará.
Júbilo y lágrimas
Un marea humana de partidarios del Brexit celebraba una gran fiesta frente al Parlamento de Westminster, que durante tres años fue escenario de acalorados debates sobre la cuestión más importante y divisiva en la historia reciente del país.
«La UE es una estafa, ha sido una estafa desde que entramos y estoy muy contento de que nos vayamos», dijo a la AFP Wayne Green, de 48 años, celebrando un retorno a la plena soberanía entre el júbilo general.
Algunas personas quemaron una bandera europea, en un pequeño ovillo en el suelo.
A pocos metros, los detractores del Brexit, entre ellos jóvenes que no votaron en el referéndum de 2016 y ahora ven su futuro truncado, vertían sus lágrimas.
«Siento pena, tristeza. Es muy, muy terrible que esto esté sucediendo», decía Katrina Graham, de 31 años.
Mucho ha llovido desde que el 52% de los británicos votó por abandonar la UE pero, según una encuesta publicada esta semana, solo un 30% de los proeuropeos completó el «duelo» psicológico de esta ruptura. La canción más descargada esta semana en el Reino Unido fue el himno europeo.
El momento se vivió especialmente mal en Escocia, nación semiautónoma que votó muy mayoritariamente contra el Brexit.
«Esta tristeza está llena de ira», afirmó en Edimburgo su primera ministra, Nicola Sturgeon, prometiendo «hacer todo lo posible» para lograr un nuevo referéndum de independencia y reintegrarse al bloque europeo.
En Irlanda del Norte, donde se teme que el Brexit desestabilice la frágil paz que puso fin a tres décadas de sangriento conflicto, los eurófilos levantaron en Belfast una gran pancarta que decía: «Esta isla rechaza el Brexit».
47 años de complicada relación
El Reino Unido entró en la Comunidad Económica Europea –antecesora de la UE– en 1973, tras sufrir dos vetos de Francia, en 1963 y 1967, preocupada porque fuese un «caballo de Troya» de Estados Unidos.
Pero la relación fue siempre complicada: los británicos no adoptaron la moneda única ni la libre circulación de personas, pidieron pagar menos al presupuesto europeo y siempre se opusieron a la integración política.
Pese a todo, el resultado del referéndum sorprendió y muchos lo explicaron como una reacción desesperada de los olvidados por la globalización, que querían así hacer oír su voz.
El Brexit estaba previsto para el 29 de marzo de 2019. Pero la pugna en el Parlamento entre sus partidarios y sus detractores llevó a más de tres años de bloqueo político, roto por fin por Johnson cuando obtuvo una aplastante mayoría en las legislativas de diciembre capitalizando el hartazgo de los británicos con una situación que se eternizaba.
«Espléndido aislamiento»
Retomando un término que definía la política exterior británica en el siglo XIX, cuando se mantenía al margen del continente europeo, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, advirtió de los riesgos de este «espléndido aislamiento».
A partir de ahora, Johnson tendrá por delante la difícil misión de negociar tratados comerciales con la UE, pero también con Estados Unidos, su gran baza para reemplazar a su principal socio comercial.
«Ahora podrán hacer las cosas de forma diferente», afirmó el secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, apuntando a los «enormes beneficios» de esta nueva libertad.
Pero las negociaciones no serán fáciles: Washington presionará para que Londres sea más laxo en materia de salud o medioambiental, mientras que Bruselas –temerosa de una competencia desleal– pedirá que se respeten estándares laborales y ecológicos.
El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, aseguró que Europa será «muy firme» en estas negociaciones» y «no aceptará» posibles políticas desleales.
Sin embargo, no lograr un acuerdo comercial a tiempo representaría una «amenaza existencial» para la economía de la vecina Irlanda, advirtió su primer ministro Leo Varadkar.
El Brexit es «una señal de advertencia histórica que debe resonar en cada uno de nuestros países», consideró el presidente francés, Emmanuel Macron, mientras que para la canciller alemana Angela Merkel marca «una profunda ruptura» para Europa.