Roma, Italia | AFP |
El papa Francisco invitó este domingo al Vaticano a miles de excluidos para compartir con ellos la primera Jornada Mundial de los Pobres y pidió a los fieles que luchen contra la «indiferencia» hacia los más necesitados.
«Tenemos talentos, somos talentosos a los ojos de Dios. Por tanto (…) nadie puede considerarse tan pobre hasta el punto de no poder dar nada a los demás» declaró el papa argentino en un misa en la basílica de San Pedro, a la que asistieron unos 7.000 necesitados.
«No hacer nada malo no basta. Dios (…) es un padre en busca de sus hijos a quien confiar sus bienes y sus proyectos», dijo Francisco.
Para el jefe de la iglesia católica, esta «omisión es también un pecado frente a los pobres. Aquí, tiene un nombre preciso: la indiferencia. Es como decir ‘esto no me incumbe, no es asunto mío, es culpa de la sociedad'»
En los pobres, «en su debilidad hay una fuerza salvadora. Y aunque ante los ojos del mundo tengan poco valor, son ellos los que nos abren el camino del cielo» afirmó.
Jorge Bergoglio almorzará luego con 1.500 pobres en una sala del Vaticano, mientras que otros 2.500 serán repartidos en los comedores de las diferentes instituciones pontificias.
La jornada tiene como objetivo instar a los creyentes a que reaccionen contra lo que califica «la cultura del descarte y del derroche» y fomenten «la cultura del encuentro».
Desde que fue elegido pontífice en 2013, Francisco se ha comprometido a favor de «una iglesia pobre para los pobres», por lo que suele criticar la acumulación de riqueza en manos de unos pocos privilegiados y denunciar las crecientes desigualdades que se registran en todo el mundo.
Iniciativas análogas se llevan a cabo en todas las diócesis de Italia y del mundo.
– Dar la mano al papa –
En la Plaza San Pedro seguía abierto este domingo un dispensario médico gratuito para ayudar a los que viven en la calle, como Elisa, una joven italiana del Piemonte, que desde julio vive en la calle con su perro, que la espera mientras se somete a una revisión ginecológica.
«Quiero dar la mano al papa», explica otra paciente del dispensario, Nicoletta Busuioc, una rumana que tuvo más suerte y comparte casa con una amiga.
Los pobres reunidos por el papa son acogidos por voluntarios en camiones especialmente habilitados y tienen acceso a análisis especializados en cardiología, dermatología, ginecología y enfermedades infecciosas.
Pietro Sollena, un joven dermatólogo de un hospital de Roma que vino como voluntario, no suele enfrentarse a tantos casos de quemaduras, enfermedades parasitarias o sarna. «Muchos de estos problemas son provocados por la falta de higiene de personas obligadas a vivir en la calle», explica mientras reparte cremas y consejos.
Catia, una voluntaria de la asociación Misericordia di Italia que viene de Toscana (centro), ayuda a un joven tímido a buscar los resultados de un test sanguíneo. «Esto de acuerdo con el papa, un hombre simple», dice.
En octubre pasado, Francisco habló del hambre en el mundo desde la sede central de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en Roma, donde denunció «la actitud de indiferencia —a nivel personal, de las instituciones y de los Estados— respecto a quien muere de hambre o padece malnutrición, casi como si se tratara de un hecho ineluctable».
Según el último informe de la FAO, el hambre volvió a aumentar en el mundo, ya que afecta a 815 millones de personas, el 11% de la población mundial, un incremento debido en gran medida a la proliferación de conflictos violentos y de perturbaciones relacionadas con el clima.