El papa, que celebró el sábado una misa por los difuntos en una de las catacumbas más antiguas de Roma, dedicó unas palabras a «los cristianos perseguidos» que todavía hoy deben esconderse durante sus celebraciones.
«Es la primera vez en mi vida que entro en una catacumba», confesó el sábado el papa en la Catacumba de Priscila, un cementerio de 13 kilómetros de galerías subterráneas de los primeros siglos del cristianismo.
«Podemos pensar en la vida de esta gente que debía esconderse para celebrar a sus muertos», señaló el papa, y habló de «un momento difícil de la historia que aún no se ha superado».
«Actualmente hay otras tantas catacumbas en otros países, donde los cristianos deben aparentar que festejan un cumpleaños para celebrar la Eucaristía, lo que les está prohibido», lamentó el soberano pontífice.
«Todavía hoy, hay cristianos perseguidos, más que durante los primeros siglos», añadió Francisco, y señaló que en muchos países «ser cristiano es un crimen, está prohibido, no es un derecho».
El año pasado, el papa argentino visitó un cementerio de Roma, donde se detuvo un largo momento delante de las tumbas de niños que murieron prematuramente o que nacieron muertos.
En 2017, Francisco celebró una misa por los difuntos en un cementerio militar estadounidense de la Segunda Guerra Mundial de Italia, y en esta ocasión dedicó unas palabras a los «jóvenes» soldados en el mundo.
En el camino de regreso, el papa se detuvo igualmente en el Mausoleo de las Fosas Ardeatinas, en el sur de Roma, donde 335 civiles, entre ellos 75 judíos, fueron ejecutados por los nazis en 1944 en represalia a un ataque en el que resistentes italianos mataron a 33 soldados alemanes en el centro de la capital.