El Museo Reina Sofía, deseoso de reabrir para devolver la “alegría de estar con los demás”

En las salas del Reina Sofía de Madrid no se oyen escolares ni profesores, pero su director prepara la reapertura, tal vez en un mes, porque los museos han de «transmitir a la gente que no se debe tener miedo a los demás».

Como los demás museos en España, el Reina Sofía, el más visitado del país, está cerrado desde mitad de marzo por la pandemia de coronavirus.

El silencio es sobrecogedor en las salas. A modo de metáfora, un metrónomo gigante, reconstrucción de una obra de Man Ray, marca el ritmo para un público inexistente en los pasillos.

«La alegría que había en el museo anteriormente no la hay ahora», lamenta Mari Carmen Pinedo, empleada de seguridad.

Las tareas de restauración han continuado, pese al cierre. «Tenemos que estar ahí», para «observar que las obras se mantienen correctamente», dice, mascarilla en boca frente al ‘Guernica’ de Picasso, el restaurador jefe, Jorge García Gómez-Tejedor.

El museo, que el año pasado recibió a 4 millones de visitantes, la mitad turistas extranjeros, teme una caída de ingresos de hasta el 30%.

Su director, Manuel Borja-Villel, cuenta a AFP que la reapertura al público podría ser en un mes, a la espera de lo que autorice el gobierno.

Para hacerlo tienen listas numerosas medidas: manejarse con un tercio de la afluencia habitual, apertura progresiva de salas, instalación de cámaras para tomar la temperatura, gel desinfectante, así como «un tipo de circulación de modo que la gente no se cruce».

Y sobre todo: «No va a haber nada que la gente tenga que tocar», porque los folletos y mapas podrán descargarse en el teléfono móvil.

El arte como premonición

Y es que después de semanas de confinamiento, «es importante transmitir esta alegría de estar con los demás», defiende Borja-Villel frente al cuadro «El gran masturbador», uno de los más celebrados de Salvador Dalí.

A esa vuelta a la vida social puede ayudar el arte, con obras que ahora cobran un nuevo sentido. El director pone de ejemplo «Muchacha en la ventana», el retrato de Dalí a su hermana, donde se la ve asomada mirando al mar.

«Hay algunas obras que son premoniciones», añade reflexivo, cerca de otro cuadro del maestro de Figueras, «El enigma de Hitler», donde un murciélago escupe el cuerpo correoso de una ostra.

Borja-Villel cree que hay lecciones que extraer de una crisis que «ha producido lo que parecía impensable», es decir, un parón radical en un mundo globalizado y de movilidad frenética.

Asegura que habrá un cambio en la producción cultural, que se alejará del actual «modelo de las grandes exposiciones», y que pondrá «un énfasis en el trabajo a largo plazo, en oposición a este trabajo más rápido, de hacer una exposición detrás de otra».

«Estos sistemas de grandes masas de turistas (…) yo creo que se va a acabar, porque no se sostiene».

La apuesta de la digitalización

Las otras dos grandes pinacotecas de la ciudad, el Museo del Prado y el Museo Thyssen-Bornemisza, andan en preparativos similares y también esperan poder abrir a inicios de junio.

Carlos Chaguaceda, director de comunicación del Prado, estima que la caída de ingresos podría superar el 70%. La institución cuenta con un 60% de visitantes extranjeros, en buena medida de Estados Unidos, un país «que no tiene vuelos ahora mismo con España ni se sabe cuándo los va a tener».

Chaguaceda advierte de posibles problemas con algunos préstamos de obras, en un año en el que todos se han visto obligados a reprogramar exposiciones temporales. 

«Tardará un tiempo en normalizarse» el circuito, porque «reactivar el flujo del arte no es tan fácil como darle a un interruptor», apunta.

En el Thyssen, su director gerente, Evelio Acevedo, destaca que la crisis «ha sido un revulsivo para la transición digital» de la institución.

El museo ha potenciado su oferta de contenidos en internet, y estos días propone por ejemplo con audioguía incluida la exposición «Rembrandt y el retrato en Amsterdam», que físicamente debía cerrar el 24 de mayo pero probablemente continúe hasta fines de agosto.

Eso sí, la oferta digital es gratuita, por lo que no será una alternativa económica para un museo que según Acevedo podría perder este año hasta un 60% de sus ingresos.

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