El mundo necesita que sobreviva la UE

LUIS LINARESLuis F. Linares López


Para evitar que volvamos a un mundo polarizado —Estados Unidos-Rusia o Estados Unidos- China— es necesaria una Europa unida. El multilateralismo podrá evitar que los países pequeños y medianos queden librados a las arbitrariedades e incluso caprichos de los grandes. Y los europeos necesitan aún más esa unidad, pues solo de esa manera podrán conservar su influencia en la escena mundial y su poder económico. Como lo es también para Centroamérica. Como minúsculas repúblicas no tenemos futuro.

Se dice que la Unión Europea (UE) está en crisis porque se desvió de su objetivo fundacional: salvaguardar la paz en un continente de guerras crónicas. Se desconoce que los padres de Europa —Robert Schumann, Konrad Adenauer, Alcide de Gasperi y Jean Monnet— plantearon que la paz —como dijo Pablo VI— es producto del desarrollo.

La frase inicial de la Declaración Schumann (9 de mayo de 1950), elaborada por Schumann y Monnet y considerada la partida de nacimiento de la UE, hace referencia a la paz, pero a continuación indica que Europa no se hará sin realizaciones concretas que creen en primer lugar una solidaridad de hecho. Cabe recordar que Schumann, Adenauer y De Gasperi eran profundamente católicos, imbuidos de los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, por lo que no resulta extraño que el valor de la solidaridad sea parte de los cimientos de la construcción europea. Como lo reconoce su Carta de los Derechos Fundamentales: fundada en los valores de la dignidad humana, la libertad, la igualdad y la solidaridad.

La crisis económica que afecta a casi toda Europa, el desempleo, los recortes en los servicios sociales, la austeridad impuesta, con mucho de arrogancia, por Ángela Merkel — más preocupada por la solvencia de los bancos alemanes que del bienestar de los europeos— acompañada del deterioro de la calidad de vida de millones de personas, provocan una reducción de la adhesión a la UE.

Roberto Savio, notable periodista italo-argentino, afirma que la campaña del brexit se basó en el miedo. Miedo a los inmigrantes, a quedar sometidos a los caprichos de Bruselas, que obedece casi ciegamente los dictados de Merkel y, por consiguiente, miedo a Alemania. A propósito de este último, Savio cuenta una anécdota interesante. En los 60 entrevistó a Lord Hume cuando recién había dejado el cargo de primer ministro y le preguntó cómo se podía hacer frente al dualismo de la política exterior británica: un día su brújula era Europa y otro día era Washington. Hume le dijo que eso solo podía comprenderlo un ciudadano británico, pidiéndole que por cinco minutos tratara de serlo. Y le preguntó: Querido conciudadano, ¿preferiría ser el segundo de Alemania o de Estados Unidos?

Con el sí al brexit la crisis se agrava y el gran culpable es el primer ministro Cameron, quien jugó con fuego. En 2015, para evitar que Farage, el líder derechista anti UE, socavara el electorado conservador, ofreció convocar al referéndum sobre la continuidad en la UE. Felipe González lo tilda de irresponsable, al lanzar la consulta para resolver el problema de su partido y su permanencia en el poder. Actuó como cualquier político oportunista, en lugar de hacerlo como estadista. La ausencia de estadistas es una de las grandes tragedias de la Europa actual. No hay líderes como los padres fundadores, capaces de ver más allá de su interés político personal y del inmediato de su respectivo país.

Convocar a referéndum en pleno auge de políticos demagogos, extremistas y demagogos es, como dijo Moisés Naim, hacerse un autogol. Porque muchos europeos no están buscando quién la debe sino quién la paga. El sábado, en un documental de la televisión española, hubo británicos que declaraban estar arrepentidos de votar por el brexit. Otro decía conocer gente que fue a votar y que desconoce qué es la UE y cuál el motivo del referéndum.

Los vaticinios sobre el futuro de la UE son pesimistas. Muchos señalan que se vendrá una cadena de referéndum y la salida de numerosos países. Es posible que esos augurios no se cumplan, como tampoco se cumplieron los que afirmaban el final del euro. Pero una cosa es cierta. Para que los europeos mantengan la confianza en un destino común, es necesario que gobiernos e instituciones europeas se preocupen más por la gente, especialmente por los jóvenes, que solamente ven un futuro plagado de incertidumbre y, a pesar de ello, como sucedió en el voto del brexit, son quienes más apoyan a la UE.

Los vaticinios sobre el futuro de la UE son pesimistas. Muchos señalan que se vendrá una cadena de referéndum y la salida de numerosos países.

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