El mundo está en problemas… Guatemala, ¡también!

La pandemia, la crisis de Ucrania y el prolongado pulso entre las superpotencias del siglo XXI –Estados Unidos y China–, tienen al planeta patas arriba… y Guatemala no se queda atrás.

Gonzalo Marroquín Godoy

El ambiente internacional y el nacional están cargados y llenos de problemas, como pocas veces ha ocurrido en lo que va del siglo XXI. 

En vez de ver que la humanidad progresa con tanta tecnología a la mano, se vive ahora un momento de incertidumbre y confrontación por la pandemia, pero también se han disparado las alarmas con la tensión geopolítica en torno a Ucrania y Taiwán, dos escenarios que involucran a todas las potencias del planeta.

Si Vladimir Putin se decide a invadir Ucrania, se dará un conflicto en el que además de rusos y ucranianos, se verían arrastrados Estados Unidos y todos los países que integran la OTAN –la mayor parte de Europa–.  Mas al oriente, China podría aprovechar el momento para hacer valer su reclamo sobre Taiwán, y entonces otra vez Estados Unidos y varios países de la región del Pacífico Sur podrían verse involucrados.

Ambos escenarios están latentes. Por algo, Xi Jinping se ha manifestado como aliado de Putin.  China se ha convertido en la segunda potencia militar y económica del mundo, pero camina a ser la número uno en el corto plazo.  Nada ni nadie ha impedido que pueda imponer su ley en Hong Kong, un territorio que, mientras añora su pasado autónomo, ha visto aplastados por el poder de Beijing sus sueños democráticos

Muchos analistas internacionales consideran que Xi es ya el hombre más poderoso del planeta, más incluso que Joe Biden, el agobiado residente de la Casa Blanca. Putin, más autocrático que los dictadores comunistas de la desaparecida URSS, quiere tener también un protagonismo mundial y demostró ya su afán expansionista cuando controló militarmente Crimea.

Es un escenario muy complejo a nivel internacional.  Por ahora, todo está en manos de la diplomacia, pero en cualquier momento se puede cruzar la línea y entrar en el plano militar.  Como sucede con cualquier conflicto, es fácil ver y comprender cómo principia, pero es imposible saber cómo será el desenlace.

Pero si el mundo está de cabeza, nuestra querida Guatemala anda por las mismas.  El escenario en que nos encontramos es de lo más complejo que hayamos visto en lo que va del siglo. 

Aquí estamos viendo un descalabro de las instituciones, lo que se traduce en debilitamiento de la democracia misma.  El sistema político ha sido incapaz –con el paso del tiempo– de encausar al país por la senda del desarrollo.  Crece nuestra macroeconomía, pero ni siquiera se atienden los graves problemas socioeconómicos.

La corrupción se ha convertido en un gigantesco pulpo que todo lo abarca con sus tentáculos.  Una publicación de el diario digital El Faro de El Salvador, en donde se habla de sobornos de contratistas para financiar la campaña del ahora presidente Alejandro Giammattei, no hace más confirmar muchas de las cosas que ya se han dicho.

Como al resto del mundo, la pandemia nos ocupa demasiado la atención, y eso lo aprovecha ese pulpo en que se ha convertido la alianza oficialista, para promover impunidad y construir un escenario político-electoral que garantice que haya un cambio en 2024 –de gobernantes y de algunos personajes–, pero sin cambiar de rumbo en realidad.

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Aunque no hay duda del poder de la alianza oficialista, es enorme el desgaste de su figura principal, el presidente Giammattei.  De acuerdo con la última encuesta de la firma CID Gallup –enero–, muestra que, a dos años de su administración, el rechazo a su gestión alcanza el 63%, un nivel que ninguno de sus antecesores en el cargo tuvo para este momento.

Según esa encuesta, la población reprueba su actuar en materia de Salud (51%), Educación (52%), Costo de vida (70%), Seguridad (70%) y Empleo (71%).  Es decir, que en ninguna tarea recibe un reconocimiento positivo.

Pero eso importa poco a la cúpula de la alianza oficialista, que continúa con la tarea de destruir cualquier plataforma que opere a favor de la lucha contra la corrupción y, por el contrario, intensifica su lucha pro-impunidad.

Finalmente, lo bueno es la actitud digna de un grupo de jueces que no están dispuestos a bajar la cabeza ante los empellones del MP y las cortes (Suprema y de Constitucionalidad).  Son la llama que mantiene la esperanza.

Hay incendios por todo el planeta.  En torno a esos, nada podemos hacer.  Sin embargo, con los muchos incendios domésticos sí podemos actuar, aunque por momentos parezca imposible.

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