A pesar de que la extrema derecha radical estadounidense vive una renovación bajo el presidente Donald Trump, el Ku Klux Klan, que el sábado organizó un mitin en Virginia, no es más que la sombra de la poderosa organización que alguna vez fue.
«Hoy el Klan es sobre todo un ensamblaje de pequeños grupos desunidos sin dirección central, muy inestables», explica a la AFP Oren Segal, director del Centro sobre Extremismo de la Liga Anti-Difamación (ADL), una asociación de lucha contra el antisemitismo.
«Esos grupúsculos tienen tendencia a formarse y disolverse muy rápidamente, muy pocos de ellos pueden ufanarse de tener una larga existencia y, en términos generales, el Klan no es más un movimiento que goce de buena salud entre los blancos convencidos de su supremacía», agregó.
Las imágenes difundidas en todo el mundo de esos hombres en trajes tradicionales reunidos el fin de semana en Charlottesville, Virginia, evocaron un pasado terrorífico: el de las antorchas, ceremonias con cruces ardiendo, linchamientos de negros y gigantescos desfiles.
Pero los Leales Caballeros Blancos del Ku Klux Klan apenas llegaban a los 40 en esta apacible ciudad de Virginia, frente a un millar de militantes antirracistas.
Los «caballeros» se proponían protestar contra el proyecto de retirar de un jardín municipal una estatua del general Robert E. Lee, quien comandó los ejércitos de los estados sureños esclavistas durante la Guerra de Secesión (1861-1865). Sus discursos fueron inaudibles, a causa de los gritos y las injurias en su contra.
Los expertos constatan un resurgimiento de los movimientos de extrema derecha, enardecidos por la campaña presidencial victoriosa de Trump.
– Debate sobre la raza –
Este nuevo apogeo se desarrolla mientras «vivimos un período marcado por un importante debate sobre la raza», destaca la profesora Robin Lenhardt, del Centro Raza, Ley y Justicia de la Facultad de Derecho de la Universidad de Fordham.
Se refería al encarcelamiento masivo de negros, a los abusos policiales contra las minorías y la discriminación y a otras polémicas sensibles que algunos blancos conservadores querrían acallar.
Otro tanto ocurre con la bandera y los monumentos de los confederados aún presentes en los estados del sur, que son objeto de un acelerado cuestionamiento tras la matanza racista perpetrada hace dos años por un extremista en una iglesia negra de Carolina del Sur.
«Esos monumentos son hitos y esfuerzos para conmemorar una época en la que reinaba la supremacía de la raza blanca», señala la profesora Lenhardt, de ahí la reacción de los nostálgicos por defenderlos.
A fines de junio algunos nacionalistas blancos realizaron incluso una reunión pública en el centro de Washington ante el memorial de Abraham Lincoln, donde Martin Luther King pronunció su célebre discurso «Tengo un sueño».
«Asistimos a un despertar», declaró en esa ocasión Richard Spencer, un detractor del multiculturalismo y uno de los líderes de la «derecha alternativa», llamada a menudo con la expresión «alt-right».
– KKK coptado por alt-right –
El movimiento de la derecha alternativa tiene el viento a favor y tiende a reunir bajo una nueva denominación a los eternos militantes convencidos de que la identidad de un Estados Unidos blanco y protestante está en peligro a causa de la globalización y la inmigración. En ese contexto, el Ku Klux Klan padece de una imagen arcaica.
«Las secciones del Klan son vistas como una generación antigua del supremacismo blanco, y por tanto no atraen a los jóvenes como en el pasado», dice Oren Segal. «Su principal actividad consiste en entregar folletos a las casas, lo que es visto como un signo de debilidad y no de vitalidad», agrega.
Los diferentes círculos del Klan están además carcomidos por las querellas internas. No podría haber un mayor contraste con el pasado. El KKK, fundado hace 150 años, llegó a tener cuatro millones de miembros en el momento de su apogeo, a mediados de la década de 1920. En esa época la organización estaba muy jerarquizada y por momentos muy cerca de la Policía.
El Ku Klux Klan, que se proponía reunir a los «auténticos» estadounidenses y protegerlos de las supuestas influencias nociva provenientes del extranjero, llegó incluso a ser discretamente apadrinado por algunos presidentes estadounidenses.
Pero ahora no contaría más que con 5.000 a 8.000 miembros, según el Southern Poverty Law Center, un observatorio sobre movimientos extremistas.
seb/sha/jb/fj
© Agence France-Presse