Un presidente varado en el Caribe, filtraciones masivas durante una reunión de embajadores a puertas cerradas, videoconferencias íntimas: al margen de una ciudad que está padeciendo terriblemente la COVID-19, la ONU vive un mes de abril especial e inédito.
En Nueva York, Naciones Unidas es una excepción. La institución continúa funcionando y cuenta hasta ahora con escasas víctimas del nuevo coronavirus, tal vez porque decidió pasar al teletrabajo antes que «The Big Apple» (La Gran Manzana), convertida en epicentro de la pandemia en Estados Unidos, decidiera imitarla.
A situaciones excepcionales, medidas excepcionales. Un contexto propicio para algunas instantáneas insólitas:
Un Consejo dirigido desde el Caribe
La presidencia del Consejo de Seguridad, integrado por 15 países, rota todos los meses en función de un orden alfabético. Luego de China, en marzo, República Dominicana debía encargarse de dirigirlo en abril.
Pero hubo un problema: el embajador dominicano, José Singer, no pudo salir de su país, adonde había retornado el mes pasado para recibir instrucciones, debido al cierre de las fronteras. Singer logró de todas maneras conducir los debates del Consejo por videoconferencia, y lo hizo sin que se notara. O casi: un día el embajador fue objeto de bromas de sus homólogos porque se le vio vestido con unas prendas «locales» propias de vacaciones en el mar…
Una reunión a puertas cerradas transparente
La primera sesión del Consejo de Seguridad sobre la COVID-19, el jueves, debía realizarse en condiciones de «estricto» secreto. Muchos se sorprendieron cuando, apenas iniciada, comenzó a circular en Twitter una foto colectiva de los participantes subida por una de las misiones. Luego siguieron otras, así como partes de las intervenciones.
La AFP llegó a recibir por correo electrónico el discurso completo del secretario general, Antonio Guterres, antes de que la sesión concluyera. «Hay más transparencia en las reuniones a puertas cerradas», ironizó un alto funcionario de la ONU.
Videoconferencias aleatorias e íntimas
La videoconferencia se ha convertido en un hábito en Naciones Unidas. «Se ve mal, y el sonido no es muy bueno», pero «nos obliga a ser más breves», señaló un embajador.
«Filmamos videos y nos conectamos por WhatsApp, es cansador», pero «conseguimos hacer nuestro trabajo». También la aplicación Zoom, de muy relativa seguridad, es utilizada con frecuencia por el secretariado del Consejo y por diplomáticos para realizar conferencias de prensa o reuniones informativas informales.
Pero ha sucedido que en esos «briefings» algunos diplomáticos aparecieran en sus recámaras o fueran remplazados en la pantalla por una foto de gran tamaño de sus parejas.
¿Ratas?
A pesar del confinamiento y del cierre de escuelas, museos, teatros, cines en la ciudad, la sede de la ONU permanece abierta. Son pocos los que van, ya que a mediados de marzo sus 3,000 funcionarios comenzaron a trabajar desde sus domicilios. De los 11,000 ingresos diarios registrados habitualmente se ha pasado a un máximo de 140, de acuerdo a datos de la ONU.
El secretario general, Antonio Guterres, que hasta fines de marzo concurría cotidianamente a su oficina, ha preferido alternar el trabajo presencial -con mascarilla- con el teletrabajo desde su cercana residencia con jardín al borde del East River.
La ONU ha desmentido categóricamente el insistente rumor de que el subsuelo del edificio haya sido invadido por las ratas que pululan en Nueva York.