«No te conviertes en monje porque no te gusta el mundo, sino porque quieres convertir tu vida en una obra de arte», dice Gérard Gascuel, un exfotógrafo de moda que fundó una ermita ortodoxa en el sur de Francia.
Al final de un camino escarpado que conduce a un promontorio rocoso que señorea el valle de Gardon, en el macizo de Las Cevenas, el hermano Jean, de 73 años, con barba blanca y ropa negra, acoge a los visitantes en el «skite» (pequeño monasterio) de Sainte-Foy con una mezcla de elocuencia y severidad.
La sobriedad de las piedras de esquisto del antiguo priorato benedictino del siglo XVI rodeado de bosques y cultivos contrasta con el brillo de los ocres, rojizos y azules de los iconos y frescos de la capilla ortodoxa, que ahora depende del arzobispado ruso en Europa occidental.
El hermano Jean, ordenado sacerdote en 2006, celebra los oficios, pero también prepara comida exquisita con productos del huerto ecológico.
La fotografía, «escritura de luz»
Acostumbrado a las crónicas gastronómicas y con varios libros publicados de fotos y recetas, el hermano Jean asegura que «cocinar es una oración, un arte de vivir y compartir que brota del corazón», la fotografía, «una escritura de luz» y el huerto, «una forma de cultivar sus tierras interiores».
«¡Es un personaje con una trayectoria única, una creatividad desbordante!», comenta Guy Benoît, el exalcalde del pueblo aledaño de Sainte-Cécile d’Andorge, que recuerda las «comidas memorables» en el «skite» de Sainte-Foy.
El lugar acoge a los peregrinos que sufren, pero también a famosos que llegan para recargar las pilas y crear (chefs reputados, artistas, enólogos, eruditos, filósofos…) cuyos nombres se mantienen en secreto.
Moda
Gérard Gascuel nació en 1947 y durante el servicio militar se apasionó por la fotografía, en particular por «la metamorfosis de los rostros».
Tras estudiar en la prestigiosa escuela Louis-Lumiére hizo carrera en la moda, la publicidad y las artes. Poco cuenta de entonces. «No hice nada extraordinario, pero conocí a gente maravillosa», resume, citando al pintor Salvador Dalí, el coreógrafo Maurice Béjart o al mimo Marceau.
Su vida cambió en 1983, cuando fue enviado por un periódico japonés a hacer un reportaje al Monte Atos, la «montaña sagrada» de la ortodoxia, en una península en el norte de Grecia.
«En la cripta de una iglesia en ruinas, allí, en los estantes, había cráneos de monjes. Fue un shock», cuenta. «Pensé que no estaba haciendo nada con mi vida».
«El Gordo y el Flaco de la ortodoxia»
Para disgusto de sus padres, «el playboy de la familia» dejó su profesión y su novia japonesa por el Monte Atos y una vida de «dulce soñador», de «utópico».
Pero al cabo de un año sintió «demasiado confort» y se dirigió a «uno de los lugares más duros del mundo», el monasterio de Mar Saba, en el desierto, cerca de Belén, en los territorios palestinos. Allí conoció a su padre espiritual Séraphim y se quedó varios años. Lo asignaron a la cocina.
A su vuelta a Francia, el hermano Jean se ocupó de jóvenes con problemas en Marsella (sur) antes de fundar en 1993 la Fraternidad San Martín.
La asociación agrupa a artistas francófonos (Francia, Bélgica, Canadá, Suiza…) pero también a enólogos, campesinos y artesanos que «aspiran a compartir un arte de vivir».
Junto con el hermano Joseph, un exinformático que trabajó para una petrolera multinacional, creó el «skite» tres años más tarde, en las montañas de Las Cevenas.
«Somos el Gordo y el Flaco de la ortodoxia», bromea el hermano Jean. «Hay un gordo gruñón y un flaco místico. Él es cerebral y yo soy intuitivo, juntos formamos un monje normal».