Pedro Pablo Pichardo se colgó una plata en triple salto en sus dos anteriores participaciones, en Moscú-2013 y Pekín-2015, y afronta ahora en Doha su tercer Mundial, pero será el primero defendiendo a Portugal, tras haber dejado Cuba en 2017.
En abril de ese año, Pichardo tomó una decisión drástica, sin marcha atrás. Abandonó el hotel de los atletas cubanos en Stuttgart (Alemania), estuvo sin dar noticias unos días y reapareció poco después como nuevo fichaje de la sección de atletismo del Benfica, en Portugal.
Seguía así los pasos de otros atletas cubanos que decidieron defender otros colores, como Orlando Ortega (España), Yasmani Copello (Turquía) o Alexis Copello (Azerbaiyán), entre otros.
Sabía que eso le iba a dejar fuera del Mundial de Londres, la gran cita de ese 2017, y que tendría que esperar al menos dos años antes de poder estar en un gran evento, pero la decisión estaba tomada, con los Juegos de Tokio-2020 en mente.
«Yo salí de Cuba por mi familia, para poder entrenar con mi padre, y creo que el objetivo se ha logrado y se está logrando. En cualquier parte que me encuentre estando con mi familia y entrenando con mi padre voy a estar muy bien. El balance es muy bueno», contó Pichardo a la AFP en Doha, contando ya las horas para su regreso mundialista el viernes con las clasificaciones del triple salto.
Pichardo, nacido hace 26 años en Santiago de Cuba, entrenaba largas temporadas en La Habana cuando estaba en su isla natal y no podía hacerlo con su padre, como era su deseo.
Estuvo medio año suspendido por desacuerdos con su entrenador y la Federación. Después fue bajado a última hora de los Juegos Olímpicos de Rio-2016 por recomendación médica.
La paciencia llegó a su límite y por eso decidió aterrizar en Setúbal (Portugal), donde ha iniciado una nueva vida.
«No entrenaba con mi padre, que esa fue la principal razón por la que salí de Cuba. Ahora estoy aquí con mi familia casi completa, mi madre va y viene de Cuba. Mi hija ha nacido en Portugal. Y entreno con mi padre. Es lo que siempre quise y lo que siempre he querido», se enorgullece.
«Ahora vivo en Setúbal. Excepto el idioma, que es diferente, hay cosas de Portugal que se parecen a Cuba. No hace tanto frío como en otros países de Europa, así que los entrenamientos van bien», cuenta el triplista, nacionalizado portugués en diciembre de 2017.
Pichardo no puede volver a Cuba hasta 2025, por la ley al respecto vigente en la isla caribeña.
Contra Claye y Taylor
El Mundial de Pekín en 2015 fue su última gran competición internacional al aire libre.
Por la reglamentación, no pudo competir con Portugal en el Mundial de Londres-2017, ni en el Mundial bajo techo de Birmingham-2018, ni en el Europeo de Berlín-2018.
Este Mundial en Doha-2019 es la primera gran cita en la que cuenta ya con la luz verde para defender a ese país a lo grande. En un evento que le trae buenos recuerdos porque en Moscú-2013, con su subcampeonato en el Mundial, consiguió su primera gran medalla en categoría absoluta.
«El año anterior había sido campeón mundial júnior, pero en sénior fue mi primer año. Esa huella quedó marcada para mí toda mi vida, eso siempre va a estar ahí para mí», recuerda.
¿Cuál es el objetivo con el que llega a Doha-2019? Pichardo lo tiene claro: la medalla de oro.
«Las expectativas son buenas, hemos ido trabajando bien y ahora resta esperar el momento. El objetivo de todo atleta es ganar siempre la competición. El mío, también», afirma.
Llega a Doha-2019 con el cuarto mejor resultado del año en el triple salto (17,53 metros), pero en una prueba en la que los estadounidenses Will Claye (18.14) y Christian Taylor (17.82) parecen los grandísimos favoritos.
Pero en 2015, Pichardo ya demostró que podía llegar muy lejos, logrando alcanzar en La Habana los 18,08 metros, uno de los mejores triples saltos de la historia.