El genio y sabor de Miguel Ángel en filme de Konchalovsky estrenado en Roma

Un Miguel Ángel con todo su genio creativo, pero temperamental y sucio, es como lo describe el director ruso Andrei Konchalovski en el filme «The Sin» (El pecado), rodado en Italia con escenas magistrales.

«No es una película biográfica, sino la visión de los momentos más caóticos de su vida», explicó el cineasta, poco antes del estreno este domingo en el Festival de Cine de Roma.

La nueva película del conocido cineasta ruso abarca el periodo más productivo del genial artista italiano, cuando creó los frescos de la Capilla Sixtina y la escultura del David.

«Tenía un carácter terrible, le gustaba el dinero, era tacaño, hacía las cosas a la italiana y era profundamente humano. Quiero que al final de la película se sienta que uno lo conoce», sostiene el cineasta.

Konchalovsky consultó a expertos en arte italiano, leyó cartas y poemas, para poder describir a uno de los más importantes artistas de la historia, tanto por sus esculturas como por sus pinturas, y cuya labor artística duró más de setenta años entre Florencia y Roma.

El Miguel Ángel (1475-1564) del cineasta ruso es desaliñado, barbudo, tiene las manos sucias, uñas rotas, cabellos llenos de polvo.

Interpretado por el actor italiano Alberto Testone, elegido por su parecido físico, el maestro del Renacimiento resulta por momentos un hombre exaltado.

«Quería mostrar no sólo la esencia de Miguel Ángel, sino también los colores, olores y sabores de su tiempo, sangrientos y crueles, pero llenos de inspiración y belleza», asegura Andrei Konchalovsky. 

El filme, una coproducción ruso-italiana, fue rodado durante 14 semanas en la Toscana y en el norte del Lacio (región de Roma), y costó unos 14 millones de euros. 

Para la película se reprodujo la Italia renacentista, marcada por los fuertes olores de las tabernas y casas, repletas de animales de granja. 

Se descubre así la dura vida en medio de la cual el artista trabajó, a sueldo de dos familias nobles rivales y de papas, que le arrojaban bolsas de monedas, exigían su exclusividad y lo presionaban para que acelerase el ritmo de sus creaciones interminables. 

«La poesía de la película proviene de entrelazar la barbarie, tan omnipresente en ese momento, con la extraordinaria habilidad del ojo humano para capturar la belleza eterna del mundo», explicó el cineasta ruso. 

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