El FMI reclama políticas prudenciales para mitigar el riesgo de burbujas alimentadas por el dinero barato

El apoyo de la política monetaria al mantenimiento de condiciones de financiación muy favorables para estimular la recuperación de la economía conlleva un incremento de los riesgos a medio y largo plazo para la estabilidad financiera, según advierte el Fondo Monetario Internacional (FMI), que recomienda emplear políticas macroprudenciales para mitigar la amenaza de la aparición de burbujas que sirvieran de catalizador para una nueva crisis.

En su ‘Informe de Estabilidad Financiera Global’, la institución reconoce que en un futuro próximo para la mayoría de países se necesitará un apoyo continuo al flujo de crédito y a la actividad económica, aunque advierte de los riesgos potenciales para la estabilidad macrofinanciera que pueden surgir debido al apalancamiento una vez que la recuperación sea autosuficiente, por lo que subraya la importancia de reconocer tales riesgos a la hora de formular políticas y de implementar rápidamente herramientas para contrarrestar los riesgos cuando las condiciones económicas lo permitan.

De este modo, el FMI constata que la relajación de las condiciones financieras está asociada con una acumulación más rápida e intensa de apalancamiento, y que esta asociación se vuelve más fuerte en tiempos de alto crecimiento crediticio y de condiciones financieras ya relajadas, lo que tiene implicaciones importantes en el entorno actual, cuando el crecimiento del crédito ha sido elevado y se prevé que las condiciones financieras permanecerán muy laxas durante bastante tiempo en varias economías.

«Los resultados muestran que los riesgos de estabilidad financiera, reflejados en riesgos a la baja a mediano plazo para la actividad económica, tienden a ser amplificados por condiciones financieras laxas y un apalancamiento alto y de rápido crecimiento tanto de las empresas no financieras como de los hogares, circunstancias pertinentes en estos momentos para muchas economías», advierte el Fondo.

En este sentido, la institución dirigida por Kristalina Georgieva sugiere a los responsables de la formulación de políticas que permanezcan atentos a los riesgos emergentes para la estabilidad financiera a medida que se afiance la recuperación económica pospandémica.

«En el contexto de la recuperación posterior a la Covid-19, pronto enfrentarán dos objetivos cruciales: continuar limitando las cicatrices resultantes de la pandemia y protegerse contra un aumento en los riesgos para la estabilidad financiera en el futuro», señala.

De esta manera, considerando que la política monetaria ha sido y seguirá siendo esencial para proporcionar liquidez y asegurar la continuidad de la disponibilidad de crédito, el FMI apunta que la política macroprudencial debe jugar un papel clave en la consecución del objetivo de salvaguardar la estabilidad financiera en el futuro para lo que las herramientas macroprudenciales se pueden utilizar para fortalecer la resiliencia, dirigiéndose tanto a los prestatarios o prestamistas.

«Es importante destacar que el endurecimiento macroprudencial puede mitigar el riesgo a la baja para el crecimiento, aliviando así la compensación clave de las políticas», señalan los autores del informe, para quienes si los responsables de la formulación de políticas relajan las condiciones financieras a través de la política monetaria, pero al mismo tiempo refuerzan las herramientas macroprudenciales, «los riesgos a la baja a mediano plazo para la actividad económica se pueden contener en su mayoría».

Así, explica que las medidas macroprudenciales enfocadas sobre la elegibilidad de los prestatarios o a los límites relacionados con la liquidez de los bancos se asocian con un aumento más lento del apalancamiento de hogares o empresas, mientras que aquellas medidas destinadas a frenar la exposición de los bancos a las divisas extranjeras son eficaces para frenar la acumulación de apalancamiento empresarial no financiero en los mercados emergentes.

En cualquier caso, el FMI sostiene que el momento adecuado para el despliegue de herramientas macroprudenciales «debe ser específico de cada economía«, dependiendo del ritmo de recuperación, las vulnerabilidades posteriores a la crisis y del conjunto de herramientas de política disponible, dada la divergencia esperada en el ritmo de recuperación entre las economías de los países, pero también entre sectores.

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