El coronavirus devuelve a la calle a los “McRefugiados” de Hong Kong

Leung Ping-kuen era hasta hace poco un “McRefugiado”, como llaman en Hong Kong a las personas sin hogar que pasan las noches en los McDonalds abiertos las 24 horas. Pero el coronavirus lo condenó de nuevo a las calles.

En la excolonia británica, la cadena de comida rápida tolera desde hace tiempo ese fenómeno, que se hace más visible en verano, cuando la humedad y el calor invaden la megalópolis.

Pero, a principios de semana, la cadena anunció que todos sus restaurantes de Hong Kong solo estarán abiertos para vender comida para llevar a partir de las 18H00, para evitar las concentraciones de gente.

“Me enteré de la noticia el martes por la tarde y supe ahora lo tendré más difícil”, cuenta Leung Ping-kuen, un mendigo de 37 años invidente, entrevistado por la AFP en Sham Shui Po, uno de los barrios más pobres de la ciudad. 

Con todo, se muestra comprensivo: “También tienen que pensar en su empresa”. 

A pesar de su increíble auge, Hong Kong es una de las ciudades con más desigualdades del mundo.

Por un lado, una concentración de multimillonarios. Por otro, una grave escasez de viviendas, precios de alquiler prohibitivos y gran parte de la población hacinada en minúsculos apartamentos.  

“Un lugar seguro»

Leung perdió su empleo en una empresa de logística hace cuatro años, según cuenta, cuando perdió la visión a causa de una catarata.

Sin embargo, sobre el papel, tiene un techo. Por 1 mil 900 dólares hongkoneses (220 euros) al mes, alquila un habitáculo sin ventanas de menos de 4 m2 bajo una escalera, donde solo cabe un colchón. Ni retretes independientes ni, tampoco, una verdadera cerradura.

“En mi casa no hay ni grifo, así que tengo que bajar a buscar agua para tomar mis medicinas”, explica. 

Gracias a los McDonald’s, puede comer un poco, lavarse y conocer gente.

Mientras espera poder volver a pasar las noches allí, Leung, que se desplaza con la ayuda de un bastón, prefiere la calle a su diminuta vivienda.

“McDonald’s era un lugar bastante seguro para mí”, comenta.

Cuando el restaurante en el que pasaba las noches cerró por la epidemia, Cheung, otro ciudadano sin hogar, volvió a dormir en un parque en el que, hace tiempo, le dieron una paliza y le robaron. 

“Ni la sociedad ni el gobierno se ocuparán de personas como yo”, lamenta este hombre de 58 años, que prefiere dar solo su apellido y que antaño fue camionero. 

Distanciamiento social

El número de casos de la COVID-19 (518 en total el viernes) se ha disparado desde hace unos días en Hong Kong, tras el regreso  de personas infectadas al territorio, lo que llevó a las autoridades a aumentar las restricciones.

“Entendemos que algunas personas tengan sus propias razones para permanecer en nuestros restaurantes”, declaró a la AFP el grupo responsable de la cadena de restaurantes. “Solo esperamos que, como McDonald’s, consigan luchar contra la epidemia».

Según las estadísticas oficiales, a finales de 2018, Hong Kong tenía unas 1.300 personas sin hogar, es decir, el doble que en 2011.

No obstante, los especialistas apuntan que estas cifras serían muy inferiores a la realidad, pues muchas personas sin hogar no lo son de forma permanente. 

Eso sin contar a toda la gente que vive en viviendas indignas, como las habitaciones-ataúd en las que uno ni siquiera cabe de pie.

“Calculamos que 400 mil personas viven en menos de 9 metros cuadrados”, afirmó a la AFP Jeff Rotmeyer, de la asociación caritativa ImpactHK, que afirma que, desde que empezó la epidemia, el número de personas sin hogar aumentó en un 20%. 

“Este año veremos a miles de personas en la calle”, advirtió Rotmeyer. Para muchos, los McDonald’s cumplen un servicio inestimable.

La situación de los “McRefugiados” salió a la luz en 2015, cuando el cuerpo sin vida de una mujer fue hallado en un restaurante de la cadena. 

Según un censo parcial realizado en 2018 por la Sociedad para la Organización de la Comunidad (SCO), 448 personas dormían en esos establecimientos de forma regular en Hong Kong. 

“Para nosotros no es fácil encontrarles sitio en uno de los albergues financiados por el gobierno o gestionados por asociaciones, ya que están casi siempre llenos”, explicó Ng Wai-tung, de SCO.

En su opinión, el gobierno debería abrir, durante la epidemia, refugios temporales como los que se usan durante los tifones.

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