El coronavirus altera la misión científica más grande en el Ártico

Los miembros de la expedición científica más grande de la historia en el Ártico se habían preparado para todo, incluso para ataques de osos polares. Pero no a una pandemia que amenazaría la continuidad de su misión.

Con dos meses de atraso, los científicos de este equipo internacional, encargado durante más de un año de estudiar las consecuencias del cambio climático en el Polo Norte, debería finalmente poder pasarse el relevo en los próximos días.

De regreso al Polo Norte, donde se dejó ir a la deriva todo el invierno entre los témpanos, el rompehielos «Polarstern» del instituto alemán Alfred-Wegener de Bremerhaven (noroeste) llegará en poco tiempo a las costas del archipiélago noruego de Svalbard.

Desembarcará a un centenar de investigadores internacionales, que acaban de pasar cerca de tres meses en el Polo, para embarcar a su vez a un centenar de sus colegas, entre ellos el jefe de esta misión, Markus Rex, trasladados a bordo de barcos de investigación de Bremerhaven.

Este climatólogo y físico, que ya efectuó una primera estadía de septiembre a enero a bordo del «Polarstern», había elaborado con su equipo más de una decena de escenarios en caso de imprevisto durante los 390 días que debe durar la expedición.

600 expertos

«Tuvimos que implementar un nuevo plan muy rápidamente», tras la aparición de la pandemia que frenó la actividad mundial, indica por teléfono a la AFP desde Spitzberg, la isla principal de Svalbard.

La expedición, bautizada MOSAIC y que zarpó en septiembre de Noruega, tiene por objetivo estudiar al mismo tiempo la atmósfera, el océano, el mar de hielos y el ecosistema para recibir datos que evalúen el impacto del cambio climático en la región y el mundo entero.

Durante 390 días, unos 600 expertos y científicos se relevan en el barco que se ha dejado llevar por la deriva polar, esa corriente oceánica que va de este a oeste en el Océano Ártico.

A fines de febrero, la embarcación estaba a 156 km del polo. Nunca un barco estuvo tan al norte en invierno.

Inicialmente, el nuevo equipo, integrado por expertos de una docena de países diferentes, tenía que llegar a principios de abril al «Polarstern» en avión desde las Svalbard. Pero el cierre de fronteras provocó la cancelación de los vuelos.

Finalmente, tras numerosos obstáculos, los responsables de la misión decidieron transportar a los científicos, así como víveres y combustible, por barco hasta Spitzberg.

Por su parte, el «Polarstern» interrumpió hace unas semanas sus investigaciones para ir a buscar al nuevo equipo.

«La segunda gran dificultad que tuvimos fue asegurarnos que el virus no se propague entre los miembros de la expedición», continúa Markus Rex.

Estricta cuarentena

Para ello, se impuso una estricta cuarentena de más de 14 días a todo el nuevo equipo en dos hoteles de Bremerhaven alquilado por completo para ellos.

«Las puertas (de las habitaciones) no podían abrirse, no hubo ningún contacto con personas del exterior (…). Las comidas eran llevadas a la puerta de los cuartos», detalla.

«Todo el mundo fue sometido a tres tests» de detección de covid-19, precisa Markus Rex, aliviado de que esta misión a la que consagró once años de su vida pueda continuar.

A bordo del «Polarstern», que ya pasó 150 días de noche polar con temperaturas de hasta -39,5 °C, el equipo vivió a distancia el confinamiento del mundo. 

«Muchos de ellos tienen familia e intentan evidentemente mantenerse lo más estrechamente posible en contacto a través del teléfono satelital», explica Torsten Kanzow, actualmente en el rompehielos.

Los obstáculos no deberían tener un impacto mayor en las investigaciones que se llevan adelante, según el jefe de la misión.

El final de la expedición se mantiene para el 12 de octubre.

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