Miles de libros se acumulan en palés y estanterías en un enorme almacén en las afueras de Barcelona. Con las librerías cerradas por la pandemia, casi sin pedidos ni ingresos, el sector editorial español se hunde en una grave crisis.
«Lo tenemos todo lleno y apenas sale nada. En cuarenta años aquí, nunca había vivido una situación como ésta», reconoce Juan Doblas, director de logística de «Les Punxes», distribuidora de un centenar de editoriales como Anagrama o Galaxia Gutenberg.
En la entrada del almacén, que atesora unos 7 millones de libros, todavía están las novedades que las editoriales contaban lanzar esta primavera, cuando eventos como el popular día del libro en Cataluña o las ferias de Madrid o Buenos Aires disparan las ventas.
De sus 40 empleados, solo 14 trabajan ahora para atender los escasos pedidos que llegan, principalmente de grandes cadenas con un buen sistema de venta electrónica o plataformas como Amazon.
«Estamos facturando un 10% de lo habitual. Estamos esperando a ver qué pasa, pero este año ya no lo levantamos de ninguna manera», afirma Doblas.
El mito de Sísifo
La desolación se extiende en un sector que todavía no se había recuperado de la anterior crisis -la del año 2008- cuando el negocio cayó un 30%, muchas librerías cerraron y numerosas editoriales desaparecieron o fueron absorbidas por los dos gigantes del mercado, Planeta y Penguin Random House.
«Llevábamos años de recuperación. 2019 fue muy bueno, en enero y febrero íbamos todavía mejor… Y ahora todo se paró», lamenta Silvia Sesé, directora editorial de Anagrama.
Desde la asociación de cámaras del libro españolas, calculan perder en torno a mil millones de euros de facturación, un tercio del negocio anual.
Carlos Revés, director editorial de Planeta, lo compara con el mito de Sísifo: «cuando ya nos estábamos acercando a los niveles previos a la crisis, se vuelve a caer la roca».
Aunque el comercio electrónico y el libro digital repuntaron estas semanas, un 80% del negocio depende de la venta física en librerías, cerradas desde mediados de marzo en España.
En Penguin Random House, las ventas cayeron un 45% en marzo y esperan peores números en abril pese a haber abaratado los libros digitales y reforzado la distribución a domicilio, señala una fuente del grupo, también presente en México, Argentina, Colombia, Chile, Perú y Estados Unidos, entre otros.
En Latinoamérica, foco importante de ingresos para numerosas editoriales, la actividad también «se ha parado completamente» como consecuencia de los confinamientos, señala Luis Solano, director de Libros del Asteroide.
Un 20-25% de su negocio se encuentra allí, especialmente en México y Argentina, donde se enfrentan a «una dificultad añadida, la devaluación de las monedas», lo que dificultará el cobro de deudas en esos países.
AFP / Lluís Gené
Miles de libros se
acumulan en un almacén de la distribuidora Les Punxes en Sant Feliu de
Llobregat, cerca de Barcelona, el 27 de abril de 2020
A corto plazo, la reapertura de comercios podría empeorar las cuentas porque muchos libreros, para financiarse y hacer hueco a las novedades, pueden devolver parte de los ejemplares no vendidos.
«Estamos esperando que las ventas en abril y mayo sean negativas», reconoce Solano.
Reprogramar la temporada
El parón se hará sentir durante meses. Primavera es temporada alta para las editoriales, que aprovechan el día del libro y las numerosas ferias literarias para presentar y promocionar las últimas novedades del catálogo.
Estos libros, algunos candidatos a éxitos de ventas, se acumulan ahora en almacenes o en estanterías de librerías a las que llegaron pocos días antes del cierre.
«Teníamos doce libros impresos preparados para ser distribuidos en marzo y abril. Y ahí están», lamenta el director de Galaxia Gutenberg, Joan Tarrida.
Esto «obliga a reprogramar todo el resto de novedades», de modo que las de mayo y junio pasarán a septiembre, octubre o noviembre, y algunas de 2020, a 2021, añade.
Sacar todas las novedades acumuladas de repente sería «malo para el librero, malo para el autor y malo para el editor», señala la fuente de Penguin Random House, que contempla reducir las próximas tiradas.
El fantasma de Amazon
Incluso con librerías abiertas, las editoriales ven difícil volver a la situación previa al confinamiento por la previsible contracción del consumo y los efectos de la pandemia en el estilo de vida.
«Me temo que la liturgia de la compra va a ser completamente distinta: eso de pasearse por la librería, agarrar un libro, otro, hojearlo, leer la solapa… Ahora mismo me cuesta imaginarlo», dice Revés, de Planeta.
AFP / Lluís Gené Miles de libros se acumulan en un almacén de la distribuidora Les Punxes en Sant Feliu de Llobregat, cerca de Barcelona, el 27 de abril de 2020
Y queda por ver cómo resistirán las pequeñas librerías, con unos balances habitualmente precarios.
«Estamos viendo cierres de librerías que, por razones obvias, no pueden sobrevivir. Por el contrario, Amazon no va a desaparecer en tanto que agente de distribución, sino al contrario», indica Antonio J. Rodríguez, editor de Caballo de Troya, un sello de Penguin.
«Tarde o temprano, las librerías van a tener que adaptarse a la venta en línea. Esto se tiene que abordar y puede ser este el momento para desarrollar alternativas a estas grandes plataformas», confía Silvia Sesé, de Anagrama.