Opinión / Servir a la Vida por Gustavo Leiva
Hay momentos en la vida en los cuales uno necesita tener a la mano una frase, una oración, una especie de remedio espiritual, de cura instantánea, al cual uno pueda invocar y sentir que, poco a poco, vuelve a encontrar su centro, y vuelve a sentir la belleza de la vida. En esos momentos difíciles, en los cuales el mundo se está desmoronando, no basta respirar profundo. No. Uno necesita una idea que se halla anidado largo tiempo en nuestro corazón, para ir en su auxilio y salir de las puertas del infierno donde nos tiene atrapados nuestra conciencia.
A mí me pasa eso con ese pensamiento tan sencillo y profundo que hoy escogí como título de esta columna —en Inglés es todavía más corto y, tal vez, tiene mayor poder de comunicarnos cómo puede sacarnos del infierno cuando más lo necesitamos—: The way to do is to be.
Les cuento una historia. Al terminar de hacer la presentación de un video que editamos sobre el tema de Servir a la Vida, muchas personas se acercaron a mí y me dijeron lo bien que les había impresionado. Uno, por supuesto, se siente contento, porque siempre es agradable que aprecien nuestro trabajo. Pero, entre las personas que se acercaron a mí ese día, llegó una pareja de amigos que tienen nietos ya grandes, arriba de 18 años. Digo grandes porque, en mi caso, mi nieto mayor cumplió el año pasado 4 años. Esta pareja de amigos me contó que una de sus nietas estaba pasando por el dilema de estudiar literatura o entrar a la facultad de medicina. El problema, para ella, es la presión de la plata. Ella cree que con ser literata puede ser feliz, porque es lo que ella más quiere, pero no está dispuesta a pasar por las penas y las limitaciones que padecen los artistas. ¿Podrías hablar con ella?—me pidieron. Claro —les dije—, y, de inmediato, recordé esa frase milagrosa que Lao-Tzu escribió hace más de 2500 años.
Ella, la nieta de mis amigos, como muchos de nosotros que vivimos momentos decisivos en la vida, antes de escoger una profesión, tiene, al menos, la dicha de saber que su vida está partida en dos lados que son opuestos: ir y encontrarse con la riqueza del espíritu, que es incierta, o la comodidad material que nos da seguridad de vivir sin penas económicas. De todas maneras, pensé, no hay solución mágica para ser feliz escogiendo la literatura, ni que estudiando medicina vamos a resolver de seguro nuestras privaciones materiales. Digo que tiene la dicha de estar partida en dos lados, porque, después, cuando sea un poco más grande, si tomó el camino del no ser pobre, que es el camino del hacer, ya no se va a recordar de que, en una época de su vida, sintió el llamado a ser.
El encanto que tiene el pensamiento de Lao-Tzu es que, en lugar de ponernos entre la espada y la pared, que es estudiar literatura y condenarnos a ser pobres, o estudiar medicina para ser acomodados, nos señala un tercer camino que es así: Lo primero que tenemos que hacer en la vida es encontrarnos con nosotros mismos, dar con lo que en realidad somos, y desde ahí, mantenernos fieles a esta decisión fundamental, y dejar que sea esa fuerza interna y creativa la que haga brotar a nuestras acciones y nos abra las puertas del futuro.
En el pensamiento de La-Tzu tampoco existe el dilema de ser pobre o ser rico, sino el de ser feliz o ser desgraciado. Cuando escogemos el camino del hacer, sin el ser, es probable que nos escapemos de la pobreza, pero difícilmente vamos a conquistar la felicidad.
En cambio, si escogemos el camino del ser, el hacer está incluido. ¿Qué más podemos querer en esta vida?
Ahora les cuento la verdad. Nunca llegamos a estar juntos mis amigos, yo, y su nieta. Y nunca pude contarle a ella lo que yo había pensado que sería un buen consejo para la decisión que estaba por tomar. Cuando tomé la decisión de escribir este artículo sobre este tema, lo hice pensando que, en algún lugar, habría alguien, ya sea joven o no, que estaría metido en serios problemas de vida, y que, en lugar de tomar el camino obligado del tener que hacer, porque no hay otra solución, que recoja su corazón y que decida a sacar de él, o de ella, esa fuerza creadora que todos llevamos adentro, que es nuestro espíritu.
Cuando escogemos el camino del hacer, sin el ser, es probable que nos escapemos de la pobreza, pero difícilmente vamos a conquistar la felicidad.