El avance de otras enfermedades mortales a la sombra de la COVID-19

El mundo entero está absorto por el nuevo coronavirus, pero mientras, otras enfermedades infecciosas siguen matando a miles de personas, incluyendo a muchos niños en los países en desarrollo.

Unicef, el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia, indicó en abril que con la suspensión de las vacunaciones, 117 millones de niños podrían contagiarse del sarampión.

«Los sistemas de salud se han tensado tanto que en algunos lugares se han suspendido los servicios de rutina. Se está dedicando todo a la lucha contra la COVID-19», declaró a la AFP Robin Nandy, jefe del servicio de vacunación de Unicef. «Los Estados quieren limitar los contactos de los profesionales sanitarios con enfermos potenciales».

El sarampión mató a más de 140,000 personas en 2018, la mayoría menores de cinco años.

Asimismo, más de 2,500 niños mueren cada día de neumonía, una infección bacteriana que se puede curar con medicinas eficaces y baratas. Cada año, se podrían evitar más de 800,000 muertes, según los estudios.

En Nigeria, donde la neumonía es la principal causa de mortalidad infantil, se teme que la COVID-19 deje a muchos niños sin atención médica.

En la República Democrática del Congo (RDC), el sarampión causó 6,000 muertos, sobre todo niños, desde que surgió la última epidemia, en 2019. También la malaria es una fuerte amenaza, y mata a unas 13,000 personas cada año.

El país tampoco parece librarse del ébola, que causó nuevos casos recientemente, impidiendo que la OMS declarara su erradicación, como tenía previsto hacer en abril.

«Ya había morbilidades importantes» y malnutrición, «que afecta duramente a los niños», explicó Alex Mutanganyi, responsable de la lucha contra la COVID-19 en RDC para la oenegé Save The Children. «El coronavirus solo ha aumentado el número de esas amenazas».

«Enfermedad de pobres»

El miércoles, la red Stop TB advirtió que las medidas de confinamiento impuestas por la pandemia podrían provocar hasta 1.4 millones de muertes ligadas a la tuberculosis, pues las campañas de test y de tratamientos se vieron perturbadas.

La turbeculosis es la enfermedad infecciosa más mortífera del planeta, con unos 10 millones de nuevos casos al año, y 1.5 millones de muertos, aunque existan tratamientos.

AFP / RODGER BOSCH La organización TASK, con sede en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, estudia si la vacuna contra la tuberculosis que se administra a los bebés en el país ayuda a limitar los daños causados por la COVID-19, en el hospital de Ciudad del Cabo, el 4 de mayo de 2020

Pero la financiación de la investigación por la tuberculosis se vio muy mermada por las sumas dedicadas al sida y, ahora, a la COVID-19, para la que ya se están desarrollando un centenar de vacunas, 70 de las cuales en fase de ensayos clínicos.

La única vacuna disponible para la tuberculosis tiene cien años y solo funciona en niños muy pequeños.

«Estamos estupefactos al ver que una enfermedad de 120 días tenga ya 100 vacunas en curso de desarrollo», en comparación con las tres de la tuberculosis, subrayó Lucica Ditiu, directora de la red Stop TB. «Es algo descabellado».

«La tuberculosis no afecta a muchas personas visibles. Es la enfermedad de las personas con otras debilidades, de las personas pobres», señaló Ditiu.

Además, cientos de millones de personas necesitan medicamentos en su día a día para enfermedades crónicas, como la diabetes o la hipertensión.

A finales de abril, la Alianza sobre las enfermedades no transmisibles (Alianza NCD), pidió a los Estados que garanticen que las personas aquejadas de ese tipo de dolencias puedan recibir sus tratamientos a pesar de la pandemia. Y más teniendo en cuenta que esas enfermedades pueden engendrar complicaciones en caso de contagio por COVID-19.

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