¿Qué pasa con el amor en tiempos de coronavirus?

Para acceder a las alcobas del Mask, un club libertino de París, es necesario llevar una máscara, preferiblemente de encaje o de estilo veneciano. Pero en tiempos de coronavirus, la versión quirúrgica también funciona.  

«Pusimos gel hidroalcohólico y mascarillas quirúrgicas en la entrada. Pero por el momento no pensamos cerrar», afirma un responsable de este conocido establecimiento que se enfrenta a una caída en la frecuentación de 30%  desde hace una semana, cuando estallaron los casos del nuevo coronavirus en Francia.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha multiplicado las recomendaciones para protegerse del COVID-19 en las situaciones concretas del día a día, pero no ha dicho nada sobre las relaciones sexuales.

En todo el mundo se ha recomendado renunciar a saludarse con un beso o apretón de manos, por lo que los besos apasionados y el intercambio de fluidos levantan interrogantes.

La popular aplicación de citas Tinder lanzó una advertencia a sus usuarios: «Protegerse del coronavirus es más importante». Entre dos ‘matchs’ aparece una «carta de advertencia» que los dirige a las consignas de la OMS.

«Tinder es consciente de que sus miembros a veces se ven en persona. Dado el contexto actual, Tinder quiso recordarles las precauciones que deben tomar», explica un portavoz de la empresa con 50 millones de usuarios. 

Sin embargo, el virus puede también ayudar a ligar.

«¿Crees que vamos a morir todos?». En las aplicaciones, el tema es una manera fácil de romper el hielo.

‘Un ambiente fin del mundo’

Celia, una parisina de 39 años, esperaba con impaciencia el fin de semana para conocer a su última conquista. «Hay un ambiente fin del mundo con este virus, es una época que me hace querer vivir más intensamente», admite esta mujer. Lamentablemente, su amigo canceló la cita a última hora porque tenía «un poco de fiebre».

Durante su segunda cita con Olivier, Camille cuenta que se hizo «muchísimas preguntas relacionadas con el coronavirus». Los dos treintañeros se dieron cita en el cine. Durante la película, «me propuso beber de su pajilla, lo pensé durante unos segundos antes de aceptar», cuenta esta arquitecta.

En un pub en el centro de París el coronavirus es «un buen tema de conversación». «Nos ayuda a abordar a las mujeres», admite un grupo de cuatro hombres, de unos cuarenta años, mientras piden una bebida en el contador.

En la calle Oberkampf, una de las áreas más festivas del este de París, Jeanne, de 30 años, pasó «una noche como muchas otras, con ligues y mucho baile». «Cuando tienes cuatro gramos de alcohol encima te olvidas rápidamente los riesgos de contaminación», asegura esta joven.

El sábado por la noche, antes de que caiga la prohibición de cualquier congregación de más de 1,000 personas en Francia, es el momento de intercambiar parejas en el Monarch, otro club libertino de la ciudad del amor, donde cohabita la tecno y lo carnal.  

Ubicados estratégicamente cerca de los baños del club, voluntarios de una asociación preparan su material. Pero no se trata de máscaras ni de gel hidroalcohólico, sino de preservativos, guantes de látex y pajitas de un solo uso en caso de consumo de estupefacientes. Todo para amarse con seguridad y protegerse de las enfermedades de transmisión sexual, empezando por el SIDA.

«Hay mayores riesgos que el coronavirus, ¿no?», lanza uno de los voluntarios.

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