El adictivo analgésico que se convirtió en un boomerang para un laboratorio de EE. UU.

En 2002, Andrew Kolodny, un médico residente de psiquiatría, asistió a una charla de capacitación sobre tratamiento del dolor en Filadelfia. Diecisiete años después, todavía sacude la cabeza al recordar el sorprendente entusiasmo del expositor, una autoridad en el tema, por recetar opioides. 

«El mensaje era que las personas estaban sufriendo debido a un miedo exagerado, y la forma correcta y compasiva de tratar el dolor era prescribir agresivamente», rememoró Kolodny. 

El expositor, el doctor Thomas McLellan, había mostrado a la clase un cortometraje sobre un hombre que buscaba alivio del dolor de espalda crónico. 

Al paciente se le había recetado un régimen fuerte de OxyContin, el medicamento para el dolor producido por el laboratorio Purdue Pharma, pero quería más, quejándose de un dolor paralizante. 

Después de la película, McClellan les pidió a los médicos de la clase su diagnóstico. 

«Para mí y para la mayoría de las personas en la sala, el diagnóstico obvio era que ese paciente se volvió adicto al medicamento», dijo Kolodny, actual codirector de investigación de políticas de opioides en la Escuela Heller de la Universidad de Brandeis, en Boston. 

La sorpresa fue que el expositor dijo que «no era una verdadera adicción. Era una pseudo-adicción». 

El problema que enfrentan estos pacientes aparentemente adictos, dijo McClellan, es que «en realidad no están obteniendo suficientes opioides». 

En aquel momento, Purdue Pharma y otros laboratorios estaban fomentando el concepto de «pseudo-adicción» para promover sus productos con opioides. 

OxyContin, un medicamento contra el dolor cercano a la morfina, se introdujo en el mercado estadounidense en 1996 con una campaña promocional que suprimió años de precaución sobre el uso de opioides, previamente reservados solo para los enfermos graves debido a su naturaleza altamente adictiva. 

La campaña contó con marketing engañoso, prácticas de venta controvertidas y avales de eminentes médicos generosamente remunerados por Purdue Pharma. 

Pero como resultado, tanto Purdue como la familia Sackler, propietaria del laboratorio, enfrentan hoy más de 2.300 demandas en Estados Unidos. 

Están acusados de haber provocado la crisis nacional de opioides. 

Según datos publicados recientemente, los medicamentos opioides son responsables de más de 300.000 muertes por sobredosis desde 2000. Y de más de 130 muertes por día en la actualidad.  

Luz verde

Los orígenes del OxyContin, que ha generado más de  35.000 millones de dólares en ventas para Purdue, se remontan a 1990. 

El laboratorio, con sede en el noreste del estado de Connecticut, estaba buscando un sucesor de su popular analgésico MS Contin, un medicamento a base de morfina recetado principalmente a pacientes con cáncer pero que enfrentaba una creciente competencia por parte de medicamentos genéricos. 

Purdue desarrolló un analgésico basado en oxicodona, un opioide semisintético inventado en Alemania en 1916, con efectos comparables a los del MS Contin. 

Los opioides plantearon riesgos bien conocidos de dependencia, pero el laboratorio tenía cómo rebatir ese argumento: los efectos beneficiosos del nuevo medicamento durarían 12 horas, el doble que fármacos similares, lo que significaba que un paciente tomaría menos pastillas y enfrentaría un menor riesgo de adicción. 

Pero incluso antes de llegar al mercado,pruebas mostraron que los efectos de OxyContin no duraban tanto como se pensaba originalmente, descubrió el diario Los Angeles Times en una investigación de 2016. 

Aún así, en diciembre de 1995, la Administración de Drogas y Alimentos de Estados Unidos (FDA) dio a Purdue luz verde para comercializar OxyContin para el tratamiento del dolor moderado a intenso, autorizando su uso para una variedad de dolencias, muchas menos graves que el cáncer. 

«En el momento de la aprobación, la FDA creía que la formulación del OxyContin resultaría en un menor abuso potencial, ya que el medicamento se absorbería lentamente y no habría un efecto inmediato», dijo un portavoz de la agencia a la AFP. 

La aprobación de la FDA provocó cada vez más críticas después de que el doctor Curtis Wright, quien dirigió el comité de la agencia que autorizó el OxyContin, renunció para asumir un puesto de alto nivel en Purdue en 1998. 

Una vez que la droga se comercializó y promovió agresivamente, generó un gran mercado negro que Purdue, según los críticos, ignoró o minimizó durante demasiado tiempo. 

Grandes cantidades de píldoras fueron adquiridas -robadas de farmacias u obtenidas de médicos sin escrúpulos- y molidas en polvo para inhalar, lo que multiplicó sus efectos nocivos, según un informe confidencial del Departamento de Justicia estadounidense citado por The New York Times en 2018. 

Las píldoras de 80 miligramos, la dosis más común, se venden por entre 65 y 80 dólares en el mercado negro, en comparación con los 6 dólares que cuestan en farmacias, según varios médicos interrogados por AFP.

Explosión de ventas

A pesar de las señales de advertencia, Purdue continuó presentando OxyContin como menos adictivo que otros opioides. 

El presupuesto publicitario de la compañía aumentó de 187.500 dólares en 1996 a cuatro millones en 2001, según documentos internos. 

Purdue también creó una oficina de oradores, principalmente médicos altamente remunerados por atestiguar las cualidades «milagrosas» de OxyContin. 

Las ventas explotaron: se dispararon de 80 millones de dólares en 1997 a 2.100 millones solo cuatro años después, mostraron documentos internos. 

Purdue también contó con la ayuda de la Academia Estadounidense de Medicina del Dolor (AAPM) y la Sociedad Estadounidense del Dolor (APS), dos respetadas organizaciones profesionales especializadas en el tratamiento del dolor, para apoyar su campaña dirigida a desestigmatizar los opioides. 

Purdue ayudó a financiar ambas organizaciones, y varios de sus miembros trabajaron como consultores para el laboratorio. 

El doctor David Haddox, quien dirigió un comité de la APS que respaldó el aumento del uso de opioides, fue contratado por Purdue en 1999, donde permaneció hasta mediados de 2019. 

El discurso de venta de Purdue con los médicos probablemente fue ayudado por el hecho de que el tratamiento del dolor ha sido durante mucho tiempo una rama desatendida de la medicina, dijo el doctor Gregory Terman, director del Servicio de Dolor Agudo de la Universidad de Washington y presidente de la APS de 2015 a 2017. 

«Hasta la crisis de los opioides, los NIH (los Institutos Nacionales de Salud) nunca habían gastado más del 1% de su presupuesto en dolor, la razón más común por la que las personas acuden a los médicos, y mucho menos en dolor crónico, que atañe a más de 100 millones de estadounidenses», dijo. 

La APS, que enfrenta demandas por su promoción de opioides y no puede pagar a sus abogados, se declaró en bancarrota a fines de junio. 

Los médicos de atención primaria «tienen poca capacitación en adicción o dolor, y muchos de ellos creyeron las promesas de la compañía», dijo el profesor de psiquiatría de la Universidad de Stanford, Keith Humphreys, refiriéndose a Purdue.

Problemas legales

En 2006, el mundo médico finalmente se alertó de los peligros de OxyContin, sacudido por un artículo del doctor Leonard Paulozzi de los Centros para el Control de Enfermedades (CDC) que informó que las muertes relacionadas con opioides analgésicos habían trepado un 91% entre 1999 y 2002. 

En 2007, por primera vez, Purdue Pharma y tres de sus ejecutivos se declararon culpables, en Virginia, de haber engañado a médicos, pacientes y autoridades reguladoras sobre los riesgos de dependencia o abuso que representa OxyContin. Acordaron pagar 635 millones de dólares en multas. 

Sin embargo, cuando los problemas legales de Purdue crecieron en Estados Unidos y las ventas de OxyContin cayeron en 2010, la compañía simplemente recurrió a su filial internacional Mundipharma para promover las ventas en otras partes del mundo. 

Si bien en Europa están prohibidos los anuncios de drogas dirigidos al público en general, Mundipharma emitió en 2013 un aviso en España para llamar la atención sobre el problema del dolor crónico y alentar a las personas a ver a un médico y pedir tratamiento. 

Consultado sobre eso, un portavoz de Mundipharma insistió en que ya no tienen «esa actividad hoy». 

El grupo también ha financiado seminarios para médicos en otros países, especialmente Brasil y China, para promover los opioides como un tratamiento eficaz contra el dolor, informó Los Angeles Times en 2016. 

Pero Joseph Pergolizzi, un médico de Florida citado por el periódico como expositor en 2016 en una conferencia patrocinada por Mundipharma en Brasil, rechazó cualquier sugerencia de marketing engañoso. 

«Me invitaron a una conferencia sobre el dolor por cáncer», dijo a la AFP, y agregó que había hablado sobre «el tratamiento del dolor por cáncer severo y cuáles son las opciones». Aseguró que había cortado todos los lazos con Mundipharma hace dos años.

Purdue pide declararse en bancarrota

Contactado por AFP, Purdue Pharma declinó hacer comentarios. 

El laboratorio ha declarado en repetidas ocasiones que OxyContin es solo uno de varios medicamentos opioides en el mercado, y que hoy lucha activamente contra el uso abusivo de tales drogas. 

Purdue buscó declararse en bancarrota a mediados de septiembre y ahora está instando a los estados y ciudades que lo demandan a que acepten su transformación en un fideicomiso, con cualquier ganancia futura dirigida a  aliviar el daño causado por la crisis de los opioides. 

El laboratorio ha dicho que está listo para hacer pagos por un total de 10.000 a 12.000 millones de dólares a los demandantes, con 3.000 millones provenientes de la familia Sackler, si éstos abandonan todas las acciones legales. 

Pero casi 25 estados, incluido Nueva York, han rechazado la propuesta. 

La oferta de Purdue y los Sacklers, dijo la fiscal general de Nueva York Letitia James, no alcanza para pagar «la muerte y la destrucción que infligieron al pueblo estadounidense».

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