Victor nació a partir de un tratamiento de reproducción asistida realizado en España. «Mis mamás me dijeron que un hombre muy bueno les dio una semillita», cuenta este francés de 11 años, cuyo país está a un paso de autorizar el acceso a estas técnicas a todas las mujeres, sin importar su orientación sexual o estado civil.
El muchacho dice que «entendió desde muy pequeño» la historia de su llegada al mundo en 2009. Después de él se sumó a la familia una pequeña Margot, actualmente de 6 años, también nacida a partir de un tratamiento de reproducción asistida del otro lado de los Pirineos.
En Francia, sólo las parejas heterosexuales, en edad de procrear y con problemas de infertilidad pueden recurrir a la reproducción asistida o fecundación artificial.
Las parejas de lesbianas o las mujeres solteras se ven obligadas a viajar al extranjero, principalmente en España o Bélgica, para someterse a tratamientos, a menudo costosos, para poder tener hijos, o simplemente renuncian a ser madres.
En 2017, durante su campaña presidencial, Emmanuel Macron prometió autorizar la reproducción asistida a «todas las mujeres», una promesa que de concretarse constituiría la primera gran reforma social del mandato del centrista.
«No hay ninguna justificación jurídica» para que no esté autorizada a todas las mujeres, rezaba el capítulo «familia y sociedad» de su programa electoral.
Tras su aprobación en primera lectura en la Asamblea Nacional (la cámara baja del Parlamento) en octubre pasado, el proyecto de ley aterriza este martes en el Senado, donde la oposición conservadora cuenta con mayoría, pero está dividida sobre el tema, lo que presagia acalorados debates.
‘Derecho fundamental’
Las calles son también desde hace meses un campo de batalla político entre quienes estiman que «la maternidad es un derecho fundamental» y aquellos que piensan que esta ley creará «voluntariamente huérfanos de padre».
El domingo, decenas de miles de personas manifestaron en París contra esta reforma que podría otorgar también derechos de filiación para la madre no biológica, en el caso de parejas lesbianas, y, para los niños, el derecho a conocer la identidad del padre donante de esperma al cumplir 18 años.
Muchos de los opositores de la ley temen que ésta allane el camino a la gestación subrogada, que es ilegal en Francia y que no está prevista en este proyecto de ley.
El modelo de «hijo, padre y madre» están en peligro, estima el colectivo la Manif pour tous (LMPT, en español, «la manifestación para todos»), que lideró la feroz contienda contra la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, que fue aprobado en 2014 bajo el mandato del socialista François Hollande.
«A partir del momento en el que aceptamos el matrimonio para todos, todas las derivas son posibles», señaló Françoise, una manifestante de 79 años, que vino desde Lille, a 200 kilómetros de la capital, para manifestar el domingo.
Se prevén nuevas protestas el martes y miércoles frente al Palacio del Luxemburgo, sede del Senado francés, para llamar a los senadores «a mostrarse responsables».
Ruptura antropológica
La Academia Nacional de Medicina añadió hace poco su grano de arena al debate al afirmar que ampliar el derecho a la reproducción asistida constituiría «una importante ruptura antropológica que no está exenta de riesgos para el desarrollo psicológico y la realización del niño».
Pero para Benoît Schneider, profesor de psicología educativa de la Universidad de Lorraine, que ha revisado 16 publicaciones internacionales – en su mayoría anglosajonas – sobre el tema entre 1997 y 2017, «en la diversidad de las familias, vemos poca o ninguna diferencia» entre los niños.
«Es un texto que necesita que tomemos nuestro tiempo», señaló el presidente del Senado, Gérard Larcher (conservador), que dirigirá los debates hasta el 4 de febrero antes de que el texto regrese a manos de los diputados para una segunda lectura.
Pero el gobierno está determinado a pasar su reforma. Esta ley hará «abrir los ojos sobre lo que es la familia francesa contemporánea, una familia con múltiples rostros», dijo la ministra de Sanidad, Agnès Buzyn, exnuera de Simone Veil, la mujer que logró la legalización del aborto en Francia en 1975.