En las últimas semanas he leído a varios columnistas pidiendo que se abra un diálogo sobre el aborto. Acotan que nadie quiere el aborto, pero que este resulta necesario dado la compleja problemática que viven muchas niñas y adolescentes que han sido sometidas a violencia sexual.
La chispa que encendió el debate fue la propuesta de la diputada Sandra Morán, quien planteó modificar el Código Penal para que se reforme el artículo referente al aborto terapéutico. Podríamos decir que hay muchos que quieren que esta puerta se abra porque luego será más fácil incluir en la legislación nacional el aborto por cualquier motivo.
Sin embargo, quiero creer que la motivación de la diputada Morán es genuina y que la mueve primordialmente el interés por el bienestar de la niñez y la juventud. Y este es el punto que tenemos en común: queremos erradicar de la infancia el sufrimiento y la pérdida de su proyecto de vida, que genera la explotación y la violencia sexual. Esta es una realidad dolorosa que día a día nos golpea.
Pero me parece que tanto a la diputada Morán como a las organizaciones nacionales e internacionales que la apoyan, a los columnistas y activistas que de una u otra forma apoyan la legalización del aborto como un camino para enfrentar esta problemática; les falta perspectiva.
Así es, perspectiva. Tienen prejuicios arraigados respecto del tema, poseen una visión corta de lo que es salud integral, están engañados por soluciones superficiales que en realidad no beneficiarían a nadie, a excepción de las personas que se favorezcan directa o indirectamente de la industria del aborto. ¿Por qué digo esto? Lo explico a continuación:
Prejuicios arraigados: consideran que cualquier persona que se opone al aborto lo hace por su religión, por una moral hipócrita o porque su fe los ciega. Esto no está más que alejado de la realidad. Hay ateos que defienden la vida a capa y espada, más y mejor que los creyentes. El derecho a la vida es universal. El primero antes que cualquier otro, antropológicamente hablando. Y pues no está de más decir que es también el primero en la declaración universal de los derechos humanos. ¿Podrían por favor fijarse en las personas de su alrededor y comprobar que aquellos que defienden la vida son de los más diversos orígenes, creencias y estados socioeconómicos?
Visión corta de la salud integral: por supuesto que es preocupante que una niña de 9 o 10 años sea víctima de violencia sexual y en consecuencia se convierta en madre a tan temprana edad. Su salud física y psicológica debe recibir una atención especial. Pero si pensamos que el aborto será una solución para su salud integral, nos engañamos. El aborto tiene consecuencias físicas y psicológicas más serias que un embarazo precoz. Pueden corroborarlo con cualquier médico y psiquiatra que sea serio y consecuente. Además pueden también confirmarlo con mujeres que se han practicado un aborto. Un ejemplo claro de esto, es el libro Yo aborté, que reúne testimonios de mujeres españolas víctimas del aborto. De más está decir que en España el aborto es legal, que cualquier mujer puede practicarlo sin ninguna restricción e incluso, menores de edad pueden recurrir a él sin permiso de sus padres.
Soluciones superficiales: el aborto es visto por muchas personas como una solución a problemas complejos como la violación y la trata de personas. Lo ven incluso como el único recurso que puede seguir a un embarazo no deseado. Y justamente es en esta visión en la que organizaciones proaborto han cimentado su mensaje y hasta cierto punto su éxito. Este paradigma lo han quebrantado mujeres y organizaciones que se enfrentan a la dura realidad de un embarazo fruto de una violación y eligen respetar la vida del no nacido y explorar otras opciones.
Para citar un dato, el estudio Trata de personas con fines de explotación sexual en Guatemala, elaborado por la CICIG y UNICEF, concluye que el análisis sobre una muestra de sentencias judiciales establece que el 57 % de las víctimas está conformado por niñas, niños y adolescentes, mientras otros estudios sugieren que este porcentaje podría ser aún más elevado. Es un porcentaje de víctimas demasiado alto, que indigna. Pero sinceramente, ¿es el aborto una solución a la trata?
Estos son solo algunos aspectos importantes de considerar antes de proponer leyes o cambios en la legislación que contraríen el derecho más fundamental del ser humano: La vida. Efectivamente, es hora de tener un diálogo abierto sobre el aborto. Pero, por favor, hagámoslo desde una base verdadera y antropológica, desde una perspectiva integral y humana. Con franqueza. Dejo sobre la mesa entonces, las primeras preguntas: nuestras niñas están sufriendo a causa de la violencia sexual, pero ¿de verdad queremos aumentar su sufrimiento físico y emocional a causa del aborto? ¿Qué modificaciones al Código Penal podríamos incluir para que quienes agreden sexualmente a las niñas sufran penas más severas y no se refugien en la impunidad? ¿Queremos truncar su proyecto de vida con una intervención quirúrgica que no solo no borrará su maternidad forzada, sino que amplificará sus motivos para sentirse víctimas de una sociedad que no supo proteger su bienestar?