Eduardo Cofiño K.
Indudablemente en mi vida la mano de Dios siempre ha estado presente: primero me sacó del mundo suicida del alcohol y las drogas y me permitió participar por muchos años en triatlones nacionales e internacionales por varios lugares del mundo. Luego, sin planearlo ni pensarlo nunca, estuve trabajando por 16 años en cuatro gobiernos consecutivos, en dos de ellos como Asesor Presidencial, ingresando al Gabinete los lunes, una verdadera universidad de la realidad nacional; administrando los fondos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para el Petén, a donde también me llevó el Poder Supremo, yo pensando que allá moriría por las drogas y Él decidiendo que no, que allá me salvaría y me daría todo lo que les expresé en el párrafo anterior.
Pero después me enfermé (o se manifestó una enfermedad que tenia latente). Seguramente me contagié de la Hepatitis C al andar intercambiando con otros drogadictos (todos muertos, ahora) y, después de participar en el IRONMAN de Hawaii en el año 1992, ya no pude entrenar por casi 18 años. Para los que no saben de qué se trata, el IRONMAN es un evento de resistencia donde se nada (3.86 km), se bicicletea (¿así se dice?, 180.25 km) y se corre (42.2 km, ¡una maratón!) consecutivamente. Era mi quinto IRONMAN.
Y el último.
De repente, hace unos pocos años, inventaron la medicina y la tomé, curándome de una enfermedad que se creía incurable.
El que no quiera ver la mano de Dios es porque es muy terco o es miope. O ambos.
Me curé hace un par de años pero no recuperaba la energía que tenía antes, ni modo, de un día para otro no se recupera el hígado (aunque lo había cuidado muy bien, absteniéndome del alcohol por mas de 30 años. A mi Dios me llevó a fundar el primer grupo de Narcóticos Anónimos, pero esa es una historia para otra ocasión). Y un día, en noviembre del año pasado, me empecé a sentir bien, como antes, solo que mas viejo, mucho mas viejo.
Entonces empecé a entrenar 15 minutos diarios. Iba a la piscina olímpica y nadaba 15 minutos, los amigos que me miraban me decían ¿y no que vos sos IRONMAN?, ¿por qué solamente 15 minutos?. Además de la falta de ejercicio, el sobrepeso de más de 30 libras era evidente. Pero yo sabía que solamente la disciplina de entrenar diariamente me iría dando los resultados que, poco a poco, fueron llegando. Hoy, casi un año después, estoy entrenando más de una hora diaria y he bajado mas de 15 libras, poco a poco, sin prisa, solamente entregado a los designios de Aquél.
Competí en mi primera triatlón en Puerto Quetzal, hace cosa de un mes. Me inscribí en la distancia conocida como Sprint (0.750 km-20 km-5 km) y logré terminarla de milagro. Inclusive me gané el segundo lugar de mi categoría (¿se debería llamar Categoría de las Momias?), de 60 años a más.
Hace una semana participé en El Salvador en una triatlón Super Sprint (0.450 km-10 km-2 km). Me excedí en la natación y mas aún el ciclismo y me bajé a correr en cero, empty, nada. Sufrí con el enorme calor guanaco pero pude terminar sin caminar.
Ahora, después de terminar estas reflexiones, viajaré a acompañar a tres de mis ocho hijos que participarán en Florida, en el IRONMAN de Panama City.
Mi verdadero objetivo es participar en la XXX Triatlón HOMBREMAYA que organizamos en Petén con el gran Jaime Guerra (el gran Chile petenero), y ahora con el apoyo y liderazgo de Niels Erichsen (y el ímpetu de Juan Manuel Tárano, el famoso Confupanda), quien desde hace ya algunos años tomó el liderazgo en la organización de EL GRAN JAGUAR, evento que se realiza en noviembre y que es lo que llamamos medio IRONMAN.
Desde hace treinta años organizamos HOMBREMAYA, esta bellísima triatlón que culmina en la Gran Plaza de Tikal. Espero entrar acompañado de mi esposa, mis hijos, nietos y otros participantes que, desde ya, me han confirmado su participación.
La Triatlón HOMBREMAYA es un evento único, las distancias a cubrir son de 1 km de natación, 34 km de ciclismo de ruta (con varias subidas incluidas, como la de El Caobo) y cuya carrera pedestre se efectúa totalmente adentro de Tikal, rodeando templos milenarios y transitando sobre calzadas mayas, bajo la sombra del bosque inigualable de Petén. Una experiencia inolvidable.
Para mi será un milagro.
Un reencuentro con lo que mas me ha gustado en la vida.
Dios, la triatlón y yo.