Guatemala es uno de los países más vulnerables ante los efectos del cambio climático. Lo hemos visto casi constantemente durante las últimas décadas, cuando nuestro país ha sido fuertemente golpeado por sequías que generan hambruna y tormentas que traen inundaciones, deslaves y muerte.
Las tormentas Mitch (1988), Stan (2005) y Agatha (2010) dejaron huellas a su paso por nuestro país, pero también tormentas o temporales menores han provocado tragedias, como la vivida en octubre de 2015 en El Cambray II, en la periferia de la ciudad capital, en donde un alud barrió con 200 viviendas y dejó más de 260 muertos.
Como siempre ocurre con los guatemaltecos, la respuesta solidaria no se hizo esperar. Si bien, el país estaba ya en medio de otra tormenta, esta de tipo político —con un gobierno de transición encabezado por Alejando Maldonado Aguirre—pareció inicialmente que se daba una respuesta inmediata a las necesidades de los damnificados.
Las autoridades ofrecieron el oro y el moro. Se corrió —hasta de manera irresponsable, sin los estudios suficientes— para iniciar los trabajos de construcción de una colonia en San José Pinula, con el nombre de Mi querida familia, y se anunció con bombos y platillos que las casas se entregarían antes de Navidad. Hasta se hizo entrega simbólica de ocho casas en diciembre.
Pero esta es la fecha en que no se cumple. El proyecto está detenido y se está dejando de ayudar a las familias más afectadas, las que tuvieron que refugiarse en el salón comunal de la municipalidad de Santa Catarina Pinula.
A esa inauguración, el entonces gobernante invitó al presidente electo, Jimmy Morales, lo que se vio como la continuidad de un compromiso. No fue suficiente el cambio de estafeta y ahora nadie se hace responsable de la atención a los damnificados.
Así como sucede con la corrupción, esto no es nuevo. Se ha visto en cada una de las tragedias del pasado reciente. Las autoridades aprovechan el momento para mejorar su imagen pública, pero luego se olvidan de las promesas, el dolor y las necesidades de los damnificados. Lo peor de todo es que nadie se hace responsable, salvo —eso sí— para hacer uso de los recursos que se pueden utilizar bajo el concepto de estado de emergencia.
Eso se está repitiendo con el caso El Cambray II. Se involucró a los ministerios de la Defensa y Comunicaciones, en la construcción de las casas y ahora nadie asume la responsabilidad. Conred, que debiera ser el ente que coordine todo, ha demostrado que sigue siendo igual que siempre. Eficiente en las horas subsiguientes a la tragedia, pero sin eficiencia operativa y de coordinación más adelante.
No es malo recordar el caso del basurero de la zona 3, otra tragedia que tampoco tuvo la debida atención de parte de las autoridades de Conred. Tanto así, que hasta la fecha se desconoce el número de personas que fallecieron con ese otro alud.
Dos tragedias, dos olvidos, dos muestras de la falta de sensibilidad social que muchas veces evidencia el Estado. Pero también un llamado de atención para la sociedad en general, incluso para la prensa, que no debe dejar en el olvido a las personas que necesitan ayuda.
Ahora hay nuevas autoridades de Conred —aunque esto es relativo—, y resulta oportuno recordarle a la institución, que tiene la obligación de atender las necesidades de los damnificados. La tarea no se limita a las horas posteriores al desastre natural —alud, inundación, terremoto, etcétera—, sino que continúa en el tiempo, hasta brindar un ambiente de normalidad para las víctimas.
Ciertamente el hecho ocurrió bajo una administración diferente, pero ahora la responsabilidad es del gobierno del presidente Morales. Aquella solidaridad de los guatemaltecos que siempre se muestra en tragedias como esta y otras, debe convertirse en clamor para que se deje de engañar a estas familias que tanto sufrieron por la tragedia. No se trata únicamente de ser una sociedad humana, sino que también se trata de justicia social y, en definitiva, de una obligación para el Gobierno.
Casa de citas
(1580-1645)
Escritor español
Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir.
Esto, lamentablemente, suele suceder con las promesas de políticos, pero también de
gobernantes.
(1547-1613)
Novelista español
El socorro en la necesidad, aunque sea poco, ayuda mucho.
Esa es la razón por la cual, en el momento en que se producen tragedias como la de El Cambray II, se hace una necesidad brindar ayuda. El problema es cuando se ofrece y no se cumple.
(1874-1963)
Poeta estadounidense
Pero tengo promesas que cumplir, y andar mucho camino sin dormir, y andar mucho camino sin dormir.
Las autoridades, responsables de atender a damnificados de tragedias como la mencionada, no pueden descansar hasta atender las necesidades mínimas de las personas.