La Tierra es el valor más importante que tenemos como humanidad; de su protección o destrucción depende el futuro de las nuevas generaciones.
Esta frase podría parecer exagerada hace algunas décadas, pero con el paso del tiempo hemos llegado a la conclusión de que la destrucción de nuestro medio ambiente ya ha sobrepasado los límites tolerables y hemos llegado a un punto en el que no existen garantías de que vayamos a dejar una herencia adecuada a nuestros hijos y nietos… no digamos a generaciones más allá de eso.
En el caso de nuestro terruño, Guatemala, ha quedado claro que hemos dejado de ser el país de la eterna primavera y, lejos de eso, nos hemos convertido en un país con gran deterioro ambiental y uno de los más vulnerables del planeta con respecto a los efectos del cambio climático que hoy tanto preocupan al mundo.
Sin embargo, hay que reconocer que se trata de una preocupación que, como dice el refrán, solamente va del diente al labio, porque en la práctica se hace muy poco y pareciera que la humanidad habla permanentemente de la existencia del peligro, pero se actúa como si la posibilidad de un colapso no existiera.
No se trata tampoco de asumir posiciones pesimistas o extremistas. Sin embargo, este 22 de abril, Día Mundial de la Tierra, es una fecha propicia para crear conciencia en la necesidad que tiene la humanidad —y cada persona en lo individual—, de encontrar un estilo de vida y consumo que sea el adecuado para terminar con la destrucción ambiental existente.
Este día se ha establecido precisamente para que las personas, comunidades, sociedades, autoridades nacionales y locales, comprendan la importancia de proteger nuestro medio ambiente. El agua, los bosques y la fauna son valiosos para la sobrevivencia del ser humano. Sin embargo, son recursos que se están agotando. La atmósfera también la estamos destruyendo con la emisión de gases y, si no hacemos nada pronto, la situación alcanzará niveles que pueden llegar al calificativo de catástrofe ambiental.
Volviendo a nuestra Guatemala, debemos verla como la parte de la tierra —planeta— que nos toca proteger a los guatemaltecos. No se puede seguir propiciando la destrucción de bosques, la pérdida de fauna, ni la contaminación de ríos y lagos. Tampoco se debe permitir que el mal manejo de los desechos y la emisión de gases y generación de ruido sigan propiciando un ambiente altamente contaminado.
Un aspecto, que sigue siendo lamentable, es que como Nación no se haya creado una visión integral sobre esta problemática. Ni siquiera existe un política ambiental que parta de los gobiernos, lo que ha facilitado que los delitos ambientales queden en el gran marco de impunidad, que por el momento prevalece.
Es triste reconocerlo, pero el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales ha sido hasta ahora un órgano más oneroso que efectivo. Ha sido incapaz —gobierno tras gobierno—, de dictar un rumbo a seguir, en el que todos comprendamos que se debe respetar nuestro entorno y alcanzar un desarrollo sostenible.
El problema es que entre la lista de prioridades nacionales nunca se incluyen las políticas ambientales. Hay lógica en que se tenga que atender con carácter de urgencia la Salud, Educación, Seguridad e Infraestructura. Sin embargo, es imperativo que se ponga la atención debida a esta problemática, si no queremos que sus efectos alcancen niveles alarmantes.
El brote hace algunos años de la famosa cianobacteria en Atitlán no fue más que un grito de auxilio que lanzaba ese bello lago. Hubo días de alarma, pero luego se hizo poco para preservarlo. Hoy, se advierte que en siete años podría estar en un nivel de contaminación total.
Este es solamente un ejemplo palpable, pero hay muchos más: la depredación de la biósfera maya, la contaminación constante de ríos y lagos —Amatitlán incluido— y la producción de basura sin que haya plantas procesadoras, son muestras, pero el daño que se produce es aún mayor.
Lo importante es poner un alto a la depredación ambiental, y que tengamos la conciencia de que debemos cuidar lo más valioso que tiene la humanidad: la Tierra.
Casa de citas
Jonas Edward Salk
(1914-1995)
Investigador estadounidense
Si desaparecieran todos los insectos de la tierra, en menos de 50 años desaparecería toda la vida. Si todos los seres humanos desaparecieran de la tierra, en menos de 50 años todas las formas de vida florecerían.
El investigador tuvo siempre clara cuál es la importancia de la naturaleza y la forma en que el hombre la destruye.
Rabindranath Tagore
(1861-1941)
Filósofo bengalí
Convertid un árbol en leña y podrá arder para vosotros; pero ya no producirá flores ni frutos.
Una visión para que la humanidad pueda comprender la importancia de valorar el medio ambiente, más allá de las necesidades inmediatas.
Kofi Annan
Exsecretario de la ONU
Premio Nobel de la Paz
Salvaguardar el medio ambiente es un componente esencial en la erradicación de la pobreza y uno de los cimientos de la paz.
Bien dicen algunos que la tercera guerra mundial será por el agua. Si no apreciamos nuestra tierra, los conflictos del futuro serán por eso.