El poeta italiano Horacio dijo algunos años antes de que principiara la era cristiana una frase para la reflexión a más de dos mil años de distancia: La Justicia, aunque anda cojeando, rara vez deja de alcanzar al criminal en su carrera. (La esperanza)
Esta triste historia principió a escribirse en el ya lejano mes de julio de 2011, cuando después de una noche en la que se escuchan gritos de Cristina Siekavizza de Barreda; la joven madre de dos hijos “desaparece” misteriosamente de su hogar y no vuelve a saberse más de ella. Todo apunta a que fue asesinada y el sospechoso de cometer el crimen es su esposo, Roberto Barreda de León, hijo de la ex presidenta de la Corte Suprema de Justicia, Beatriz Ofelia de León.
En las investigaciones se han encontrado claros intentos para encubrir el crimen. Se retrasaron las pruebas de luminol –que permiten encontrar rastros de sangre–, Barreda se hace el bobo en un afán de ganar tiempo, y pretende que su esposa aparecerá en cualquier momento, no se presenta denuncia hasta que lo hace elpadre, Juan Carlos Siekavizza. Primer indicio de culpabilidad, porque cualquier esposo preocupado y sin culpa, la hubiera presentado de manera inmediata.
A partir de ese momento, todo han sido trabas, engaños, escape con trauma sicológica para los hijos, y una maraña de acciones legales y encubiertas para hacer que el proceso judicial se retrase y que los fallos sean más bien benévolos.
Roberto Barreda huyó con sus dos hijos hacia México, y necesitó de ayuda financiera y logística para su fin. Todo indica que ese apoyo lo tuvo de sus padres y, particularmente de la ex magistrada, una mujer de la que debiera esperarse una actitud de respeto a la Justicia y, sobre todo, de abuela responsable.
En el proceso ha quedado documentado que la doméstica de la familia Barreda Siekavizza, Petrona Olga Say, recibió amenazas directas de Betariz Ofelia de León para que no atestiguara en contra de su hijo. Su testimonio confirma que el patrón de comportamiento de Barreda era violento y que esa noche ocurrió algo.
El mayor obstáculo hasta la fecha es que no se ha encontrado el cadáver de Cristina. Deshacerse de un cuerpo no es tarea fácil, y seguramente requiere de una especie de red que va desde amigos, pasando por lentitud en las pesquisas iniciales, hasta contactos que facilitaran todos los medios para hacerlo. Han transcurrido más de cuatro años y la búsqueda ha resultado infructuosa. Cristina sigue sin aparecer, lo que mantiene en el peor de los niveles la angustia de sus padres, pero también de sus hijos.
¿Es que no piensa en estas consecuencias la ex presidenta de la Corte Suprema?
Lógicamente los padres no están obligados a declarar en contra de los hijos. Eso es comprensible y está contemplado en Código Penal. Lo que no es correcto es que se le ayude a escapar, a huir de la justicia, que se utilicen los recursos a su alcance para que el proceso no avance y que, en el fondo, se teja todo un manto de impunidad impresionante.
La buena noticia es que desde el 2011 las cosas en torno al sistema de justicia han cambiado en Guatemala. En aquel entonces la sociedad reaccionó creando el grupo llamado Voces por Cristina, una agrupación que surge de amigas de la joven madre asesinada –aunque oficialmente está desaparecida–, y la Fundación Sobrevivientes, encabezada por Norma Cruz. Hoy, la atención de la ciudadanía más consciente se fija en este y otros casos para demandar el cese de la impunidad.
Los tiempos traen nuevos aires. Las Beatriz Ofelia de León eran intocables, así como los gobernantes, diputados, los grandes empresarios financistas de la política y los propios políticos. Hoy es distinto. Los jueces saben que sus resoluciones son fiscalizadas por el MP, la CICIG y la ciudadanía, así como por la prensa.
Nuestra justicia sigue cojeando demasiado en este caso, pero al menos está viva la esperanza de que se alcance a los responsables en su carrera por huir. Hay que reconocer que este juez ha tenido decisiones valientes en otros casos, por lo que puede seguir gozando del beneficio de la duda, porque en otras manos, es posible que las cosas fueran peor.
La familia Siekavizza merece que la justicia les permita descansar aunque sea un poco. Los hijos de Cristina se merecen también que el caso se esclarezca totalmente y que los responsables de su orfandad reciban el castigo correspondiente. Por ellos, pero también por Guatemala, es importante que la Justicia continúe para la senda que por momentos toma: la reivindicación y el rechazo a la impunidad.
Los jueces saben que sus resoluciones son fiscalizadas por el MP, la CICIG y al mismo tiempo por la ciudadanía y la prensa.