Corea del Sur aprovechará el excepcional encuentro del martes con Corea del Norte para poner sobre la mesa la cuestión de las reuniones entre las familias separadas por la guerra (1950-1953).
Los dos vecinos acordaron la semana pasada celebrar su primer encuentro de alto nivel desde diciembre de 2015, y el martes se reunirán en la localidad fronteriza de Panmunjom, ciudad fronteriza donde se firmó el alto el fuego de la Guerra de Corea.
Las conversaciones estarán centradas principalmente en la posible participación de Corea del Norte en los Juegos Olímpicos de invierno, que se celebran del 9 al 25 de febrero en la localidad surcoreana de Pyeongchang.
No obstante, se espera que ambas partes aprovechen para abordar otras cuestiones de interés mutuo.
«Nos prepararemos para conversar sobre el tema de las familias separadas y sobre formas de rebajar las tensiones militares», dijo a la prensa el ministro surcoreano de Unificación, Cho Myoung-Gyon, según la agencia de noticias Yonhap.
Millones de personas fueron separadas durante la Guerra de Corea, que llevó a una partición de la península.
La mayoría murieron sin haber tenido la oportunidad de volverse a ver. El conflicto terminó con un armisticio, y no con un tratado de paz formal, por lo que las dos Coreas siguen estando técnicamente en guerra. Las comunicaciones transfronterizas, las cartas o llamadas telefónicas están prohibidas.
– ‘Veneno’ de la sumisión –
Las reuniones familiares comenzaron realmente tras una cumbre histórica Norte/Sur en 2000. Al principio había una reunión cada año pero las tensiones que surgen regularmente en la península pusieron fin a este ritmo.
La reanudación del diálogo se produce tras dos años de degradación del clima en la península, durante el cual Corea del Norte llevó a cabo tres nuevos ensayos nucleares y multiplicó los disparos de misiles.
Hoy afirma haber alcanzado su objetivo militar: poder amenazar con fuego nuclear el conjunto del territorio continental estadounidense.
El dirigente norcoreano, Kim Jong-Un, lo reafirmó durante su mensaje de Año Nuevo a la nación, advirtiendo que tenía siempre el «botón» nuclear al alcance de la mano.
Pero también aprovechó su discurso para tender una mano al Sur y sugerir que los atletas norcoreanos podrían participar en los Juegos Olímpicos.
Seúl respondió con una oferta para sentarse a conversar el 9 de enero, y la semana pasada se restableció el teléfono intercoreano, tras casi dos años suspendido.
También los últimos días, Estados Unidos y Corea del Sur acordaron posponer sus maniobras militares anuales hasta después de los Juegos Olímpicos, en un aparente intento de calmar los ánimos.
«La fuerza detrás de la mejoría de las relaciones intercoreanas no es extranjera, es la propia nación coreana», proclamaba este fin de semana la agencia oficial norcoreana KCNA.
«Someterse a las fuerzas exteriores y depender de ellas es el veneno que vuelve a la nación servil y sin alma», agregó.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se congratuló el sábado de la reanudación de las conversaciones y dijo esperar que vayan «más allá» de los Juegos Olímpicos.
También se declaró dispuesto a entrevistarse con Kim Jong-Un, en una declaración que contrasta con su retórica belicista e insultante hacia el líder norcoreana.
«Esto no va a pasar de la noche a la mañana», afirmó sin embargo el domingo la embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Nikki Haley.
Donald Trump señaló que «podríamos hablar en algún momento con Corea del Norte, pero antes deben pasar muchas cosas», agregó Haley.
Los norcoreanos «deben parar sus ensayos. Deben estar dispuestos a hablar sobre la prohibición de sus armas nucleares» antes de cualquier discusión, explicó en una entrevista con ABC News en la que subrayó que el cese de los ensayos debería durar «un periodo suficientemente largo» antes de que las negociaciones pudieran pasar a «la siguiente fase».