Devastador «superhongo» amenaza con arrasar a los anfibios en Panamá

Unas doscientas ranas doradas sobreviven recluidas en Panamá a un hongo devastador e incontrolado que amenaza con exterminar a un tercio de las especies de anfibios en el país, una situación que los científicos califican como «crítica».

En peceras habilitadas dentro de contenedores instalados en el Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI), las ranas gozan de alimento, agua, sistema de lluvias, piedras, vegetación, luz ultravioleta y temperatura adecuada.

En ese área canalera de Gamboa, al norte de Ciudad de Panamá, los científicos tratan de salvar a estas ranas, de motas negras y tamaño inferior a ocho centímetros.

Según un informe del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), publicado esta semana, el mundo perdió más de dos tercios de los vertebrados en menos de 50 años. 

La realidad es especialmente dramática en las zonas tropicales de América Central y del Sur, donde la pérdida es del 94%.

Desde hace 11 años, y pese a que es endémica de Panamá, no se pueden ver ejemplares de las ranas doradas en su hábitat natural. La mayoría, unas 1.500, se encuentran en zoológicos de Estados Unidos para reproducción.

Pero no solo las ranas están en riesgo por el hongo. Los sapos, salamandras y cecilias (similares a las serpientes) también están en peligro.

«En Panamá podemos decir que un tercio aproximadamente de las 225 especies que hay de anfibios están amenazadas de alguna manera», alerta a la AFP el investigador del STRI y doctor en zoología por la Universidad de Connecticut (Estados Unidos), Roberto Ibáñez.

La situación es «crítica», añade a la AFP, Gina Della Togna, doctora en Biología Molecular y Celular por la estadounidense Universidad de Maryland. 

«Superhongo»

Para los anfibios la mayor amenaza es un hongo que se propaga por el agua y cuyo nombre es Chytrid Fungus. 

Este patógeno es responsable de la quitridiomicosis, una enfermedad infecciosa que ha causado la desaparición de 30 especies.

Los científicos explican que el hongo se incrusta en la piel del animal y lo infecta, provocando que no pueda intercambiar sales y agua con su entorno. 

La invasión origina daños irreparables en sus funciones vitales. Finalmente muere de un paro cardíaco originado por asfixia.

«Es una enfermedad bastante dramática y dolorosa», afirma Angie Estrada, doctora en biología por la Universidad de Virginia Tech y administradora del parque Summit de Panamá.

«Cuando el hongo llega a un lugar donde no estaba afecta muchísimo a las poblaciones y los animales mueren en masa. Causa la muerte segura a los individuos que infecta. Es un fenómeno devastador», señala Della Togna.

Los expertos aseguran que este microorganismo fue detectado en el siglo XX en la península de Corea y advierten que ya se ha extendido globalmente. 

«En cualquier lugar del mundo donde hay anfibios ya hay hongo», sostiene Estrada.

A Panamá llegó a principios de los años noventa y desde entonces ha causado estragos.

«Es un superhongo» que incluso «puede afectar a otras especies que no son anfibios», detalla Ibáñez.

Sin embargo, avisa que la deforestación, la destrucción del medio ambiente y la contaminación de los arroyos provocada por el ser humano también aumenta la tragedia. 

Hay esperanza

Pese al escenario sombrío hay un leve luz al final del túnel. En los últimos años se han logrado divisar algunas especies que se daban por desaparecidas.

Algunos especialistas sospechan que algunos anfibios han podido mejorar sus defensas contra la infección.  

«Esto nos da esperanza, saber que algunas ranas están regresando y que tienen formas de contraatacar» al hongo, sostiene Estrada.

Mientras tanto, en Gamboa, el STRI mantiene unos 2.000 ejemplares de 12 especies de rana con la esperanza de poder liberarlos algún día.

«La idea no es mantener estos animales en cautiverio para siempre, nosotros queremos poder restablecer poblaciones en su hábitat natural», dice Ibáñez.

Para ello, Della Togna, investigadora del Smitsonian lleva a cabo un proyecto de reproducción asistida, donde congela el semen de los animales para embarazar a las hembras y aumentar su número. 

En ocasiones, con mucho esmero inyecta hormonas a diminutas ranas que parecen perderse por la palma de su mano.

«De todos los animales diferentes los anfibios son la clase más amenazada en el mundo», lamenta. 

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