¿Sigue siendo fuerte o se tambalea? Expertos opinan en este reportaje de la VOA.
Voz de América
A 13 días del inicio de la brutal guerra en Ucrania, el presidente ruso Vladimir Putin no ha logrado subyugar a su vecino, y tampoco parece más cerca de reemplazar a su desafiante gobierno con un régimen títere.
La desprotegida Ucrania desafió todas las predicciones de que no podría resistir por mucho tiempo la superioridad de Rusia y ahora el Kremlin se enfrenta a la perspectiva de una prolongada lucha que ha desatado un debate en Occidente sobre hasta qué punto la invasión podría marcar el principio del fin para Putin.
A primera vista, las encuestas aún sugieren que Putin conserva un respaldo mayoritario a lo que el Kremlin describe como una “operación militar especial” en Ucrania.
Más del 60% de los rusos la apoyan, según sondeos del Centro de Investigaciones de Opinión Pública de Rusia y el Fondo de Opinión Pública, ambos controlados por el Kremlin.
Sin embargo, algunos encuestadores sugieren que las cifras son tendenciosas y que el respaldo que registran se habrían reducido mucho si hubieran preguntado por un apoyo a una invasión en lugar de a una “operación militar especial”.
Así y todo, ¿por cuánto tiempo más la mayoría de los rusos apoyará la “operación militar especial” mientras se siente el peso de las sanciones occidentales y más marcas, negocios e inversionistas se retiran de Rusia?
Las sanciones ya han llevado al cierre de fronteras, racionamiento de alimentos y el desplome del valor del rublo, que ha caído casi 30% ante el dólar a mínimos históricos.
Economía en problemas
Con un colapso del sistema bancario que probablemente se incrementará a diario, los rusos ahora solo pueden retirar en los cajeros automáticos un equivalente de alrededor de 5 dólares. El banco central de Rusia ha disparado las tasas de interés de 9,5% a 20% en un esfuerzo para estabilizar al rublo.
El impacto lo está sintiendo más el ciudadano común, cuyos ahorros y salarios se han devaluado desde la invasión a Ucrania, pero que ya venía sufriendo alzas de precios por los trastornos de las cadenas de suministro globales provocados por la pandemia.
La economía de Rusia podría contraerse hasta en un 10% este año, según algunos economistas, lo que lanzaría al país a su mayor recesión desde la década de 1990 tras la disolución de la Unión Soviética.
En los primeros días de la guerra en Ucrania, los rusos abarrotaron los cajeros automáticos y los bancos para retirar cuánto dinero fuera posible, y quienes pudieron compraron bienes fabricados en Occidente ante el temor de que fueran a desaparecer.
Pero las perspectivas a largo plazo parecen malas y el exmagnate petrolero exiliado Mijaíl Jodorkovsky, quien emergió de una condena de 10 años en las cárceles rusas, dijo que las probabilidades de Putin de mantenerse en el poder “se han reducido significativamente”.
“Estoy convencido que a Putin no le queda mucho tiempo, Quizás un año, quizás tres”, dijo Jodorkovsky a CNN.
Los que vaticinan el principio del fin para Putin se basan en la economía. El mayor argumento político de Putin ha sido su promesa de que los rusos no experimentarían más la pobreza y el caos que sufrieron en los 1990.
La narrativa del Kremlin ha sido que con Putin se ha mantenido una estabilidad económica, admitida por los críticos, que satisface a los más viejos que recuerdan los primeros años post Unión Soviética.
Los críticos de Putin reconocen también que sus protestas en el pasado, en especial entre 2011 a 2013 y en 2017 y 2018, no lograron atraer a muchos de las clases media y baja, que dependen de los empleos estatales y es difícil revirarlos contra el Kremlin.
Eso sigue siendo un problema para los opositores rusos, especialmente en medio de una intensa represión contra la disidencia, el cierre de medios de prensa independiente y la censura a las plataformas de redes sociales, que no solo silencian a las voces críticas, sino también restringe la capacidad de la oposición de convocar a protestas contra la guerra.
Reacciones internas
Pero ya van apareciendo grietas, y señales de incomodidad entre los hijos de las elites rusas. Las hijas del portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, y del expresidente Boris Yeltsin han denunciado abiertamente la invasión en las redes sociales.
La hija del oligarca Roman Abrámovich ha dicho que “la mayor y más exitosa mentira de la propaganda rusa” es sugerir que una mayoría de la población apoya la invasión, y la junta directiva del gigante petrolero ruso Lukoil pidió el fin de la guerra y buscar salidas diplomáticas.
A pesar de ello, la lealtad del ciclo íntimo de Putin luce firme, y Tatiana Stanovaya, una fundadora de R. Politik, una plataforma independiente de análisis políticos, dice que las predicciones de que las empresas y la elites de seguridad abandonarán a Putin son débiles porque dependen de él para su riqueza y su poder.
Otros estiman que tomará tiempo para que la gran masa de la población comience a cuestionar al régimen de Putin por sus dificultades económicas.
“La opinión prevaleciente es que Putin logrará sobrevivir a cualquier reacción doméstica y lo más probable es que eso sea la verdad”, dijeron Andrea Kendall-Taylor, exfuncionaria de inteligencia, y Erica Frantz, una científica política de la Universidad Estatal de Michigan.
En un comentario para la revista Foreign Affairs, señalaron que “en los regímenes autoritarios, donde el poder está concentrado en las manos de un individuo en lugar de compartido en un partido, una junta militar o una familia real, el líder raramente es apartado de su puesto por una guerra, aunque sufra derrotas”.
Eso sucede porque las elites no tienen fuerza suficiente para reclamar al dictador y tampoco el ciudadano común. Así y todo, Kendall-Taylor señala que “lo curioso sobre los regímenes represivos como el de Putin es que a veces lucen estables hasta el punto en que ya no lo son”.