Enfoque
Gonzalo Marroquín Godoy
En todas las actividades colectivas que realiza el ser humano se requiere de líderes, ya sea en empresas, deportes, organizaciones sociales, religión o política. En cada una de ellas suele haber objetivos bien definidos que se han trazado para lograr un fin; se necesita de una o más personas para generar la dinámica que permita alcanzar las metas en un tiempo razonable o establecido.
Las características de los líderes difieren según la actividad. No es lo mismo ser líder en negocios que en política, como tampoco es igual serlo en el ámbito deportivo, religioso o en colectivos sociales. Nos guste o no, son los liderazgos los que marcan el ritmo de los acontecimientos e influyen en los resultados que se puedan alcanzar.
Hay diversos tipos de liderazgo, pero hay un común denominador obligatorio: credibilidad. Quienes siguen a los líderes, deben creer y compartir sus ideas, porque seguramente se les demandará un esfuerzo más allá de lo normal o común. Si se quiere resultados extraordinarios, hay que hacer esfuerzos también extraordinarios.
Hay grandes ejemplos actuales y en la historia. Steve Jobs es reconocido como uno de los emprendedores más grandes de la historia moderna, Pep Guardiola o Michael Jordan han sido inspiradores en sus disciplinas deportivas, Mahatma Gandhi y Martin Luther King crearon movimientos de masas que provocaron cambios impensables para otros, Martín Lutero y el papa Francisco han logrado que su mensaje espiritual alcance a millones de personas. (No caben comparaciones con deidades.)
En política la lista es extensa, sin importar las ideologías. Ha habido líderes altamente positivos, como también los hemos visto destructivos, principalmente cuando se pierde la dimensión del poder. Dentro del concepto de liderazgo, se reconoce también que los hay más bien negativos, aquellos que no buscan el bien común, sino se enfocan en intereses personales o particulares.
Quienes han dejado alguna huella positiva para sus países y sociedades o son ejemplo para el mundo por lo que hicieron, son los más destacados. Podría hacerse una lista interminable, pero basta citar unos pocos para tenerlos como ejemplo: Abraham Lincoln, Winston Churchill, Simón Bolívar, y Juan José Arévalo.
Por supuesto que hay cientos o miles más de diferentes corriente ideológicas, por más que algunos de ellos puedan ser controversiales y utilicen su poder para el mal. Hitler es el mejor ejemplo de esto. Fue un líder impresionante, pero en vez de enfocarse en llevar a su pueblo al desarrollo, lo embarcó en una guerra llena de odio. Él llevó a Alemania al desastre, cuando la pudo impulsar hasta convertirla en una potencia súper desarrollada. Es ejemplo de un gran líder que se equivoca de camino. El líder tiene cualidades específicas: ya mencioné la credibilidad —que se va construyendo con acciones y decisiones—, iniciativa y creatividad (emprendedor), firmeza (determinación, carácter), buen comunicador (que no es lo mismo que hablar bien), tenacidad, experiencia, valores y responsabilidad. Pueden haber más, por supuesto, pero estas cualidades son suficientes para mostrar que ser líder no es fácil, y por eso son tan valiosos en cualquiera de las actividades mencionadas al principio.
En cuanto a la política, los guatemaltecos hemos confundido el liderazgo auténtico con las personas que hablan bien. Vinicio Cerezo, Jorge Serrano y Alfonso Portillo son excelentes oradores, pero no resultaron líderes adecuados. Álvaro Arzú tiene rasgos de líder, pero características autoritarias, prepotentes y abusivas.
A la hora de elegir —aunque no siempre ha habido buenos candidatos o líderes destacados— no se analiza el pasado, sus logros, su forma de pensar y actuar, etcétera. Por eso hemos tenido presidentes que carecían de experiencia para la toma de decisiones importantes o que simplemente no tenían capacidad para impulsar al pueblo y sus instituciones en la búsqueda de soluciones trascendentales.
Durante el conflicto armado, ser líder representaba peligro y hasta sentencia de muerte. Una forma de mantener a un pueblo subyugado es la de descabezar su liderazgo.
No hay duda de que para salir de una crisis, para alcanzar la superación y el desarrollo en armonía social, es indispensable contar con el liderazgo correcto, y eso, por ahora, no está a la vista en Guatemala. Lo deseable –aunque poco o nada probable– es que, en medio de todo este barullo, el presidente Jimmy Morales pueda sacar a relucir características de líder que hasta ahora no ha mostrado. Eso no es fácil, porque no recuerdo o tengo presente casos en los que alguien cambie como darle la vuelta a un calcetín. Un refrán dice así: Lo que natura no da, Salamanca no lo presta. Es decir, que lo que la naturaleza no nos ha dado no se puede alcanzar con educación universitaria, mucho menos improvisando. El liderazgo es algo innato, me temo que en este momento de la vida nacional esto es lo que hace falta.
Es en medio de las crisis, de las situaciones difíciles, cuando salen a relucir las cualidades de un líder auténtico. Nadie puede pretender un liderazgo sin credibilidad.
Crónica • Septiembre 2016