Las crisis y escándalos de Boris Johnson tienen similitudes a lo que hemos visto durante la administración de Alejandro Giammattei, aunque en el Reino Unido, más moderados.
Gonzalo Marroquín Godoy
Durante los últimos dos días he seguido con interés la forma en que el sistema democrático funcional del Reino Unido ha provocado la caída del primer ministro Boris Johnson, envuelto durante los últimos dos años en escándalos y crisis que finalmente provocan su estrepitosa caída. Su propio partido tuvo que darle la espalda por los abusos e incapacidad como gobernante.
Mientras veía las noticias y escuchaba las opiniones de políticos y analistas, me preguntaba: ¿Cómo es posible que por peores cosas aquí en Guatemala, ni siquiera se ha despeinado el presidente Alejandro Giammattei? Aquí hemos visto escándalos de su gabinete, casos de corrupción, un vergonzoso y opaco manejo de la pandemia, tráfico de influencias, una alianza oficialista que borra la independencia de la justicia y la eficiencia brilla por su ausencia, para resumir un escenario que es bastante peor que todo eso.
No está de más hacer una comparación con los casos y escándalos que propiciaron la caída de Johnson en el reino británico. Veamos, porque es interesante:
Escándalo sexual: Un parlamentario del partido conservador, Chris Pincher, fue acusado de acosar a dos hombres durante una celebración oficial. Johnson intentó protegerlo, aunque por las presiones Pincher renunció. Aquí se destapó un escándalo sexual cuando el ministro de Desarrollo Raúl Romero, muy cercano al mandatario, fue fotografiado desnudo junto a tres sexoservidoras también desnudas y nada pasó. Peor aún, Giammattei lo defendió y dijo que las fotografías eran un montaje, lo que finalmente fue descartado por medio de una certificación tecnológica.
El famoso caso Partygate: En medio de las restricciones por la pandemia se supo que Johnson realizaba fiestas en la residencia oficial. Se llevaron a cabo varias investigaciones y tuvo que aceptar y pedir perdón públicamente, con el consabido desgaste. Aquí no fueron fiestas en pandemia, pero si una reunión secreta en la residencia de Giammattei y Miguel Martínez en la zona 15, a la que llegaron misteriosos empresarios rusos.
Se dijo que entregaron una alfombra forrada de dinero. Se negó oficialmente lo del soborno, aunque se defendió a la mina rusa hasta con un Estado de Sitio. La fiscal general Consuelo Porras, que forma parte de la alianza oficialista, ni siquiera abrió una investigación, por más que se contaba con un testigo presencial, quién tuvo que salir del país por haber filtrado la información y no ser tomado en cuenta.
Mal manejo de la pandemia: Tras la euforia en el Reino Unido por la ejecución del Brexit, llegó la pandemia. Johnson y su gobierno reaccionaron tarde y solamente cuando la OMS advirtió de la gravedad de lo que estaba padeciendo los británicos, ordenó un encierro general.
Comparado con el manejo en Guatemala, aquello fue nada. Aquí ha sido patético. Somos uno de los países con menor índice de vacunación en Latinoamérica. Adicional a eso, la compra de vacunas rusas Sputnik V caras, con un contrato ilegal, y sin garantía de entrega, merecía al menos una investigación de la Contraloría y del Ministerio Público. Otra vez Consuelo Porras protegió a la alianza oficialista.
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Producto de esa compra corrupta, absurda e irresponsable, y de la incapacidad del ministerio de Salud para ejecutar una eficiente campaña de vacunación, se vencieron varios millones de vacunas, con pérdidas que superaron los US100 millones!!!
Remodelaciones de la residencia oficial: Johnson llevó a cabo remodelaciones en el 10 de Downing Street, la residencia oficial del primer ministro británico, pero los mismos se excedieron del presupuesto y la justificación se hizo diciendo que los fondos provenían de una donación. Todo resultó ser otra mentira de este pintoresco personaje.
Aquí, se hace público que el presidente construye una casa de descanso en las faldas del volcán de Agua y que el Estado paga la carretera que lleva al llamado Nido del Gavilán. Otra vez, ni siquiera hay un esbozo de investigación, aunque sea para lavarse la cara.
Estos son apenas unos pequeños ejemplos de lo que pasa con nuestros gobernantes tropicales. Hay muchos ejemplos más que muestran que hoy en día ningún acto de corrupción se investiga en el país. La impunidad para clase política es absoluta.
Me parece que Boris Johnson ha caído por errores, abusos y faltas evidentemente menores que lo que vemos en nuestro entorno chapín.
Si el copetudo primer ministro fuera gobernante en la Tierra del Quetzal, todo lo que hizo sería considerado aquí como una babucha. Aquí pueden tirar –desperdiciar– Q24 millones en lodocreto, que no pasa nada. Se vencen vacunas por cientos de millones de quetzales, que no pasa nada. El Congreso pasa tres años sin cumplir con el mandato constitucional de elegir magistrados, que no pasa nada. Hasta magistrados falsificadores tenemos al frente del TSE.
¡Claro!… Por eso estamos como estamos, por eso nunca mejoramos.