Ayer hace 63 años, fue derrocado el presidente guatemalteco.
En 1954, el presidente estadounidense, Dwight Eisenhower, tenía un año en el poder y había aprendido pronto a utilizar a la CIA —la oficina Central de Inteligencia— como una importante arma de intervención en su política exterior, en la lucha contra la expansión comunista fomentada por la Unión Soviética (URSS). Entonces sus ojos se volvieron hacia un pequeño y agitado país centroamericano: Guatemala.
Redacción de Crónica Cultura/Gonzalo Marroquín G.
Guatemala vivía tiempos de transformaciones sociales y políticas bajo la presidencia de Juan José Arévalo (1945-1951), quien era visto por las autoridades de la poderosa multinacional United Fruit Company (UFCO), con mucha desconfianza, porque sus acciones progresistas creaban agitación entre los campesinos que trabajaban para la compañía bananera más importante del mundo en aquel momento.
Aunque no se supo hasta que se desclasificaron archivos de la CIA —Agencia Central de Inteligencia—, ahora se puede establecer que en 1950 se dio la primera conspiración para derrocar al gobierno guatemalteco, aunque nunca se ejecutó a cabo la solicitud que formulara la UFCO en los altos niveles de la diplomacia de Estados Unidos.
Lo que sí se sabe ahora a ciencia cierta, es que Thomas Corcoran, un lobista de la multinacional estadounidense, sostuvo reuniones con Thomas Mann, Secretario de Estado para Asuntos Latinoamericanos, a quien le solicitó ayuda para derrocar al doctor Arévalo. La respuesta fue solamente la de enviar un operativo de la CIA a Guatemala, para obtener información de primera mano y hacer contactos políticos.
El coronel Jacobo Árbenz Guzmán, identificado militar de la Revolución del 44, resultó electo presidente en las elecciones del 11 de noviembre de 1950, y asumió el cargo el 15 de marzo de 1951, una fecha que para Corcoran y la UFCO marcó el inicio de una confrontación que llevó a la intervención final estadounidense para derrocar al gobernante guatemalteco.
Tensión, en aumento
El coronel Carlos Castillo Armas (al centro).
En el segundo semestre de 1951, la tensión laboral en las fincas de la UFCO se hizo significativa, porque la compañía advirtió a los trabajadores que no habría incremento de sueldo en sus operaciones en Guatemala, anticipándose a un movimiento en esa dirección.
En septiembre de ese año, una tormenta tropical causó graves daños a las plantaciones bananeras de la UFCO en Tiquisate, Escuintla, situación que provocó el despido de cerca de 4.000 jornaleros. Al poco tiempo la compañía rechaza la orden de reinstalación que dictó el Inspector General de Trabajo del Gobierno. El pulso había principiado.
Con estilo autoritario, característico de los funcionarios de la UFCO en aquella época, su vicepresidente Walter Turbull dio un auténtico ultimátum al presidente Árbenz: no se reabren las plantaciones si no se dan garantías plenas de que se mantendrá el costo de mano de obra barato; es decir, que no se promoverán aumentos salariales.
Para finales de 1951, ya la CIA y la UFCO sostenían reuniones al más alto nivel. La empresa bananera ofreció apoyo financiero y logístico para cualquier actividad que la central de inteligencia necesitara llevar a cabo para obtener información, siempre que el objetivo fuera derrocar al presidente Árbenz, de quien ya se decía había girado hacia el comunismo.
En enero de 1952, un tribunal de Guatemala dicta que la UFCO debe reabrir operaciones en Tiquisate y pagarle a los empleados los sueldos atrasados. Las tensiones entre la compañía y el gobierno revolucionario aumentan y principian a llamar la atención, incluso de la prensa estadounidense.
En Washington, en tanto, circulaban papeles, historias, documentos e informes que aseguraban que se estaba produciendo una auténtica penetración del comunismo del Kremlin en Guatemala, en donde veían que el presidente Árbenz, si bien no es comunista, es un hombre débil y, probablemente, un simpatizante. Esto de acuerdo a un memorándum de Adolf Berle, un cercano asesor del propio Eisenhower.
Corcoran aparece nuevamente en documentos de la CIA de marzo de 1952, cuando le informa al inspector general de la Agencia, Stuart Hedden, que están apoyando ya un movimiento contrarrevolucionario, encabezado por el coronel Carlos Castillo Armas.
Apenas unos días después, la CIA asume la misma posición de apoyo a Castillo Armas y el engranaje estaba en marcha. De acuerdo a los documentos desclasificados, el militar guatemalteco enviaba reportes periódicos a la oficina de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense en México.
Árbenz sabía de las tensiones, pero no se imaginaba el nivel al que Washington estaba colocando a Guatemala dentro del mundo procomunista. Es así como el 17 de junio de 1952, se aprueba el famoso Decreto 900, que entre sus aspectos más destacados contemplaba la expropiación de las tierras para desarrollar la economía capitalista campesina, aunque se contemplaba la indemnización a quienes se les quitaran las tierras por esta vía.
En poco tiempo, el director de la CIA, Allen Dulles, prepara un plan para derrocar al presidente Árbenz, y lo presenta al Departamento de Estado bajo el nombre de Operación PBFORTUNE, que ya coloca a Castillo Armas como el caudillo al que hay que respaldar para encabezar el golpe de Estado.
Al principio el plan contemplaba únicamente el financiamiento de la operación militar de los liberacionistas, pero luego se amplía para también proveerles de armas. Sin embargo, aunque el operativo de la CIA avanzaba, el Secretario de Estado, Dean Acheson, temeroso de las implicaciones diplomáticas, ordena detener la operación PBFORTUNE, y las aguas se calmaron temporalmente, pero dos acontecimientos importantes cambiarían el rumbo de este país.
En Estados Unidos llega a la presidencia Dwight Eisenhower y en Guatemala se legaliza el Partido Comunista en un congreso en el que participa el presidente Árbenz, y genera preocupación en círculos conservadores de derecha y alcanza a la Casa Blanca.
El año 1953 transcurre entre tensiones políticas en el país, entre ellas, el desconocimiento que hace el Congreso de la República de la Corte Suprema de Justicia por tratar de impedir la confiscación de tierras aprobando amparos. El Gobierno confisca como tierras ociosas, 96 mil hectáreas de la UFCO.
Las quejas vuelven a llegar a Washington, en donde la CIA empieza a trabajar en un plan que se llamó entonces PBSUCCSESS, con el claro objetivo de derrocar a Árbenz y llevar a la presidencia a Castillo Armas. Curiosamente, ese mismo plan, adaptado a las condiciones, fue el que fracasó posteriormente en Cuba con Bahía Cochinos, según publica Nick Cullather en el libro CIA Guatemala, operación PBSUCCESS.
Es a finales de ese año, cuando Washington nombra como nuevo embajador a John Puerifoy, quien traía la tarea de presionar diplomáticamente al gobierno guatemalteco. A los pocos días de su llegada al país, se entera de que uno de los hombres más cercanos al Presidente, José Manuel Fortuni, había viajado a Checoslovaquia a compra armas.
El año termina con la CIA aprobando poner en marcha el plan para el año siguiente y se abre una oficina específica en Miami para coordinar toda la operación. A dicha oficina se le llama Estación Lincoln.
El presidente Árbenz sentía ya la presión estadounidense y de los opositores en el país, por lo que se ordenan numerosas capturas de subversivos en enero de 1954, al tiempo que el Gobierno denuncia por primera vez la pretensión de una invasión a Guatemala por parte de los Estados Unidos, y la prensa de aquel país principia a mencionar detalles sobre la operación PBSUCCESS, por medio de filtraciones de la central de inteligencia.
En marzo de ese año, en Caracas se produce un intercambio de acusaciones entre el Secretario de Estado, John Foster Dulles, y el canciller guatemalteco, Guillermo Toriello. El primero hace acusaciones sobre infiltración comunista y supuestos vínculos de Guatemala con Moscú, mientras que el segundo denuncia la intervención y niega los cargos.
La OEA condena el avance del comunismo en Guatemala con una votación impulsada por Washington, que registra 17 votos en contra y solamente uno a favor de nuestro país. A las pocas semanas, el arzobispo Mariano Rossell y Arellano llama a los guatemaltecos a una cruzada contra el comunismo.
Para el mes de mayo, ya los contrarrevolucionarios, llamados liberacionistas, cuenta con su propia radio clandestina y hacen arengas contra el gobierno. Las armas compradas a Checoslovaquia llegan a Puerto Barrios y las fuerzas opositoras intentan sabotear el tren que las transportaba hacia la capital, pero fracasan en su intento.
Mayo de 1954 fue un año de fuertes tensiones. Estados Unidos realiza un bloqueo marítimo a Guatemala, Nicaragua, fuerte aliado de Washington, rompe relaciones diplomáticas con el país y Eisenhower rechaza la posibilidad de reunirse con Árbenz. El plan para derrocarlo avanzaba.
La CIA mueve entonces una campaña de desprestigio contra el Gobierno, por medio de panfletos y volantes. Finalmente el 18 de junio, en horas de la noche, principia la invasión de las fuerzas de Liberación al territorio nacional desde Honduras, encabezadas por Castillo Armas, pero ya en horas de la mañana se había dado una muestra de poder por medio de aviones de la CIA que sobrevolaron la capital.
En los días subsiguientes se dieron combates en Esquipulas, Puerto Barrios y Gualán, con pocos resultados positivos para los invasores, que sin embargo contaron con el apoyo aéreo para seguir avanzando. La fuerza más significativa eran los vuelos que dirigía la Agencia de Inteligencia estadounidense.
Aunque militarmente no se podía decir que había sufrido una derrota absoluta, Árbenz lo consideraba así, y el 27 de junio renuncia sorpresivamente, el mismo día en que Castillo Armas sufría una derrota en Zacapa.
Es así como las fuerzas de la Liberación logran el poder, aunque antes de que Castillo Armas asumiera la presidencia el 1 de septiembre se crea una Junta de Gobierno integrada por los militares José Ángel Sánchez, Elfego Monzón y Carlos Enrique Díaz, que duró apenas un día, antes de ser sustituida por otra —por cinco días—, en la que únicamente figuraba el mismo Monzón, José Luis Cruz Salazar y Mauricio Dubois, la que a su vez dio paso a una tercera, en la que ya aparecía Castillo Armas. Aun hubo una cuarta junta, que fue la que entregó la Presidencia al hombre de la CIA, Carlos Castillo Armas.
El presidente Jacobo Árbenz Guzmán fue víctima de las fuerzas estadounidenses, los liberacionistas, de sus vínculos con el comunismo. Aún hoy, muchos de sus biógrafos o historiadores, consideran que él no era comunista, aunque sí la mayor parte de sus asesores más próximos, que le marcaban la ruta a seguir.